MAGAZINE DE DISEÑO, CREATIVIDAD GRÁFICA Y COMUNICACIÓN

Crónicas de pseudo/nimma.
De Estrada, sus adláteres y los insultos


En el número anterior de Visual publicábamos sobre lo que posiblemente sea el mayor escándalo en lo que al oficialismo del diseño se refiere. Demostramos cómo una Fundación que pertenecía a la Asociación de Diseñadores de Madrid, y que es la que ostenta la titularidad del convenio con el Ayuntamiento para el uso de la nave en el Matadero, había sido a escondidas usurpada, mediante un cambio de estatutos. La consecuencia: que desaparece la premisa por la que el presidente de la Asociación lo era también de la Fundación, y con ello el colectivo ya no se garantiza una gestión democrática. Publicado en Visual 166


Con este cambio de estatutos, el anterior presidente se aseguraba que aunque había de dejar la presidencia de la Asociación –por imperativo no podía ocuparlo más de ocho años– seguiría siéndolo de la Fundación por tiempo indefinido: ahora es solo el Patronato quien puede renovarse a sí mismo.
No ha existido reacción al artículo ni explicación oficial ni desde la Asociación ni desde la Fundación. Lo que no significa que no haya servido de nada.
En primer lugar, ha servido para que en su web se actualice la información sobre la mencionada Fundación. Hasta que publicamos el artículo se reducía a dos párrafos, en los que podía leerse “su Patronato está formado por el Presidente, Secretaria y Tesorero de la Asociación”. Aunque eso no era cierto desde hacía más de un año.
A raíz del artículo que publicábamos esta información ha sido actualizada. Y por primera vez en ocho años se conocen, por fin, los estatutos de la Fundación y la composición de su Patronato. Bien está, todo lo que sea para que haya más información merece la pena. Ya solo falta que esa composición nueva del Patronato sea comunicada (como es preceptivo) al registro de fundaciones de la CAM, para quien a cinco de diciembre el presidente sigue siendo Manuel Estrada en calidad de Presidente de la Asociación Dimad (hace un año que ya no ostenta ese cargo). Y el Patronato está formado solo por cinco personas.
Y aunque no haya servido la publicación del artículo para que Manuel Estrada o la Fundación o la Asociación expliquen por qué y cómo se cambiaron los estatutos, sí ha servido para poner de vuelta y media al mensajero. Que es una estrategia cuando no se tienen argumentos mejores.
Aparecía esto en Facebook unos días después de la publicación de nuestro artículo:

burro3

No tiene mayor importancia, pero es llamativo que fuera publicado precisamente en el perfil de Un mundo feliz, el estudio de Sonia Díaz, la tesorera de la Fundación.
Que la polémica se resuelva llamando burros a los demás en lugar de dar explicaciones, da una idea del nivel del debate. Tampoco hemos de molestarnos mucho, al contrario, la alegoría nos sugiere interesantes interpretaciones.
El burro “apropiado” por Sonia corresponde a uno de los Caprichos de Goya, grabados que el pintor realizaba como una crítica a la sociedad y al poder de su época; concretamente se trata del número treinta y nueve, bajo el que aparecía –aunque no se aprecie en ese encuadre– una leyenda que rezaba “hasta su abuelo”. Sí, se diría que se refiere al tiempo que Manuel Estrada quiere permanecer en el cargo: de por vida.
Pero el burro que lee es también un personaje esencial, Benjamín, en la obra de Orwell Rebelión en la Granja. Cuenta la wikipedia que con el paso del tiempo los cerdos, que se habían autoerigido como líderes por su inteligencia, empiezan a abusar de su poder y manipulan los mandamientos [ESTATUTOS] en su favor. El cerdo Napoleón se erige como único líder. Los cerdos se constituyen como una élite dentro de la Granja, y los demás animales se mantienen bajo su dictadura.
Al final de la novela, la dictadura de Napoleón y sus seguidores se consagra de modo absoluto cuando los animales preguntan al burro Benjamín (que sabía leer) sobre cuál es el único mandamiento que queda escrito: “Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”.
Pueden los señores de la Fundación mantenerse en la descalificación para no entrar en los argumentos. Nosotros no pensamos movernos un ápice de nuestro lugar. Porque esta historia no va de diseñadores ni de asociaciones, esta historia va de ciudadanos, de equipamientos y recursos públicos que pagamos los madrileños y que a escondidas, una vez firmados los convenios, cambian de titularidad vía modificación de los estatutos de la Fundación que recibió el mandato de gestionarlos. Nuestro papel, en tanto que medio de comunicación, está cumplido. Toca ahora a los políticos como representantes de los ciudadanos jugar las siguientes bazas.
Nuestro artículo en Visual acababa con una serie de preguntas, las que no han sido contestadas. No está de más recordarlas:
¿Fueron los socios de Dimad suficientemente informados y consultados para ese cambio de estatutos? ¿Tiene sentido que una Fundación creada para gestionar un equipamiento público esté en manos de una sola persona, por tiempo indefinido, y cuyo único mérito fue modificar unos estatutos cuando era presidente de la Asociación? ¿Sabe el Ayuntamiento de esta nueva situación, y es connivente con ella? ¿Existe alguna posibilidad –y voluntad para ello– de que desde Dimad esta situación sea revertida, devolviéndole a los diseñadores el control de la Fundación y con ello el del espacio público que en su día les fue concedido?

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