MAGAZINE DE DISEÑO, CREATIVIDAD GRÁFICA Y COMUNICACIÓN

Crónicas de pseudo/nimma. Don Rodolfo Carpintier, el inventor del siglo XXI


Rodolfo Carpintier, que se define en su perfil como gurú de Internet y las redes sociales, acaba de sufrir un tropiezo en su dilatada carrera como emprendedor. La plataforma de talento online Adtriboo, de la que es fundador y presidente, ha entrado en concurso voluntario de acreedores. (del artículo La criticada plataforma de talento online, Adtriboo, fundada por Rodolfo Carpintier, suspende pagos publicado en www.lacelosia.com) Publicado en Visual 172

Ha sido una batalla larga, pero la inminente desaparición de Adtriboo –están vendiendo los muebles– será una buena noticia.
Desde esta revista hemos tratado en varias ocasiones el tema de las plataformas de crowdsourcing. Sin ir más lejos en esta misma sección escribí un artículo que mereció la respuesta de Carpintier, en un post que tituló los enemigos del crowdsourcing.
Con la falsa autoridad moral de quienes viven de decir lo que los demás tienen que hacer –pero que no hacen nada– el inventor del siglo XXI (cruce ‘Carpintier’ y ‘siglo XXI’ en google y échese unas risas, amigo lector) se refería así a aquel artículo: Acabo de leer un post en Internet sobre las fatalidades del crowdsourcing. Nosotros tenemos una plataforma adtriboo.com que se dedica a ello y contra ella iba precisamente el post. Los enemigos de esta modalidad no tienen más argumentos que el de la explotación y, la verdad, no existe. Típico español, lo más fácil criticar sin entender. Da la casualidad que, como ya he explicado muchas veces, cada vez hay más talento perdido, deambulando por los pasillos de multitud de empresas que no lo usan. Ese talento busca el hogar de comunidades de crowdsourcing para sobresalir y poder dedicarse a lo que realmente les gusta.
El argumento del talento perdido que deambula es de lo más surrealista. Sobretodo si la conclusión que se deriva es que, como es perdido y deambulante, no hace falta pagar por él. Y otro argumento recurrente es el de que como nos dedicamos a lo que realmente nos gusta, la remuneración no es importante.
Hoy ya sabemos que nosostros teníamos razón. Carpintier pretendía, como tantos, vivir de su falta de talento a base de expropiar el talento a los demás.
Pero no quedaba ahí, era consciente de ello y se vanagloriaba: Entiendo que, con frecuencia, profesionales que se ganan la vida con ello les parezca injusto, lo es. El mundo es injusto y cuando antes lo entiendan mejor les irá porque aprenderán a usarlo en su favor. Analizada hoy, esta aseveración es escalofriante. Era consciente de que la situación no era justa, y creía saber cómo utilizarla en su beneficio. También es injusto desarrollar software en un país del tercer mundo o tratar de hacer “outsourcing” de todo tipo de recursos pero eso no impide que se tenga que hacer para ser competitivos. Es injusto el pagar impuestos sobre los que no podemos opinar o que unos paguen alquileres altos y otros mucho más bajos. Adtriboo, Carpintier, no solo son unos caraduras, creyeron haber encontrado la manera de hacer dinero con ello.
¿Cómo ha sido la evolución de Adtriboo hasta llegar aquí? Veamos algunos puntos de inflexión en la plataforma. El primero fue cuando la compañía de comida rápida Telepizza ofreció mil euros (sí, no es un error, 1.000€) en un concurso de Adtriboo para renovar su logotipo. Se presentaron 916 propuestas, es decir, que cada una costó un euro. Adtriboo hizo bandera del caso, pero pronto se demostró que el trabajo ganador era un fiasco. Hubo que rediseñar y cambiar la tipografía de la propuesta elegida, eliminar el elemento gráfico, un enorme círculo que rodeaba las primeras letras, y sustituirlo por una hojita verde que actúa como punto de la i… Eso sí, se conservó el color rojo de la propuesta. Claro que era el mismo rojo que ya tenían antes. 915 diseñadores habían trabajado en vano, y Telepizza había tirado sus mil euros.
Ante las críticas, mofas y campañas en redes sociales por parte de los diseñadores, y que estaban minando la imagen de Adtriboo, decidieron tener un “gesto”: los clientes podrían escoger entre la modalidad “batalla de talento” y una nueva, en la que no existía trabajo especulativo, el cliente valoraría portfolios y ofertas económicas y elegiría al diseñador que desarrollaría el encargo. La sorpresa fue que los clientes, que eran los que decidían, optaron mayoritariamente por esta segunda opción. O lo que es lo mismo. La fórmula mágica ideada por Carpentier y su gente, que muchos trabajaran y solo pagar a uno, no era la que los clientes querían, ellos preferían la de toda la vida, la del siglo XX: comparo entre diseñadores, elijo uno y a ese le hago el encargo. De hecho, a día de hoy, la totalidad de los proyectos en marcha pertenecen a esa modalidad. Pero claro… ¿Qué ofrece entonces Adtriboo a los clientes? Para ver portfolios no hay que pagar, hay miles en internet, y cientos de webs que se dedican a ello sin cobrar nada. El modelo acaba de morir.
¿Cuál es la situación actual de Adtriboo? Evidentemente, el modelo de negocio ha desaparecido. Unos pocos proyectos a la semana, no dan para mantener el tinglado. Si la intención era colocar el jamelgo antes de que se le rompieran las costuras –esa fórmula tan del siglo XXI– o nadie lo quiso, o no llegaron a tiempo. Adtriboo languidece desde hace tiempo. Sólo ha publicado veinte entradas en twitter desde agosto, la última el 18 de septiembre. Lo mismo en Facebook. En el blog el último post es del 29 de mayo, y ya no hay en la página un enlace a él. Triste en una empresa que se posiciona como “comunidad”. Llama la atención que han desaparecido muchas partes del website: el enlace al blog, la página “sobre nosotros”, el formulario de contacto… La web de Adtriboo es hoy una ciudad fantasma.
Hoy desaparece Adtriboo, pero el gurusete que se inventó el cotarro seguirá engañando a la gente. Vendiendo sus libros, el último titulado Internet puede salvar tu empresa… o hundirla, toda una premonición. No quiero acabar sin una cita de este vendedor de espejillos y lentejuelas: El siglo XXI es el del final de la intermediación que no añada valor percibido. Sin embargo, aparecerán nuevos formatos de intermediación que serán claramente de nuestro siglo. Lo que yo les decía, el inventor del siglo XXI.

Plausive