MAGAZINE DE DISEÑO, CREATIVIDAD GRÁFICA Y COMUNICACIÓN

Crónicas de pseudo/nimma.
No es plagio. Es peor


Veamos las dos imágenes que acompañan este texto. Una de ellas es el identificativo de Monocle, una revista lanzada en 2007 reconocida a nivel mundial como referencia en eso que hamos dado en llamar “tendencias”. No es un producto local y desconocido. El otro, la recién estrenada identidad visual de los aceites variedad cornicabra para la Fundación Consejo Regulador de la D.O. de Aceites Montes de Toledo
¿Plagio o coincidencia?, ni hay manera de demostrarlo, ni nos interesa aquí ese debate. Mejor es ceñirse a los hechos. Cuando el proceso de creación y selección de un diseño es erróneo, los resultados a menudo lo son también. Publicado en Visual 164

¿Un concurso abierto y en el que los participantes especulan con su trabajo es la mejor manera de escoger un diseño? A estas alturas, son cientos los ejemplos que nos dan la razón a quienes opinamos lo contrario.
¿Es una buena idea que las escuelas comprometan resultados profesionales organizando para clientes concursos entre sus alumnos? Ciertamente no. Las escuelas están para formar profesionales, no para convencerles de que ya lo son. Pretender que cualquiera puede llegar a un buen resultado al margen de su conocimiento y su experiencia es una premisa que las escuelas no deberían alentar.
¿500€ de premio es una remuneración justa? No lo es, no es un precio que esté en el mercado. Porque evidentemente esta práctica no lo está tampoco. Cuando sale bien la jugada, la escuela se apunta un tanto –“nuestros alumnos están capacitados incluso antes de dejar la escuela”– que normalmente rentabilizan a través de sus departamentos de autobombo. El cliente consigue que decenas de estudiantes trabajen sin compensación, más allá de la ridícula recompensa al ganador. Que se ahorra un buen pico, vamos. El estudiante ganador tendrá su momento de gloria, pero no servirá para empujar su carrera. Aunque eso sí, se corre el riesgo de que un error –la etapa de estudiante está, entre otras cosas, para eso, para cometer errores– pueda marcar su trayectoria en el futuro.
Ignoramos en qué condiciones se han cedido los derechos, pero no tendría gracia que se hubiera colado una cláusula de responsabilidad legal contra el autor en caso de litigio por terceros. Suele incluirse en todos los concursos. ¿Es realmente responsable el alumno, quien sólo estaba realizando un ejercicio de asignatura? ¿No lo sería acaso la escuela –el IED de Madrid, en este caso– o el profesor que coordinó y supervisó el proceso –aquí, Alberto Salván, del estudio Tres Tipos Gráficos–? Cuidado, no estamos hablando de una disputa por la autoría del grafismo en cuestión. Los fabricantes adscritos a esta denominación de origen habrán de incorporar la M de Monocle a la producción, envasado y comunicación de su aceite, hablamos de mucho dinero si dentro de unos meses hay que dar marcha atrás. Los profesionales del diseño siguen un proceso de documentación y precaución para evitar estas cosas –no así sucede cuando se trata de un concurso, donde los plagios y coincidencias están a la orden del día– y suelen además tener contratado algún tipo de seguro de responsabilidad en el caso de que haya problemas.
Haría bien el Consejo Regulador en dar por finalizada aquí la aventura, y contratar a un estudio o a un profesional para disponer de un identificativo nuevo. Y las escuelas, –hoy es el IED, pero no se salva casi ninguna– deberían realizar un ejercicio de reflexión y autocrítica… Antes de que tengamos un disgusto.

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No es plagio. Es peor

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