MAGAZINE DE DISEÑO, CREATIVIDAD GRÁFICA Y COMUNICACIÓN

El arte y la mordaza de guante blanco


Malos tiempos para la lírica. No está siendo esta una época de bonanza para la libertad creadora. Al final, uno tiene que conformarse con que la justicia lo sea, y confiar en que los revolcones amedrenten a los que quieren callar a los demás. Tuiteros, raperos, titiriteros, y tantos otros tienen que pasar por el trago. No estaría mal que los jueces no les hicieran el juego a quienes –a golpe de abogado pagado a golpe de talonario, ellos pueden– quieren decidir y controlar lo que los demás pueden expresar. Pero no siempre sucede. Para el creador, el opinador, el artista, normalmente el proceso es en sí mismo la pena. Sin ir más lejos, el libro Fariña secuestrado recientemente es un caso claro. Que con una fianza de 10.000€ pueda quitarse de la circulación “preventivamente” un libro incómodo, es un precio demasiado bajo para la privación del acceso a la cultura, un concepto que de no existir habría que inventarlo. Si además, la petición a la pequeña editorial y al autor es de medio millón de euros, algunos podemos pensar que se les deja en situación de indefensión, van a tener que aceptar cualquier pacto que se les ofrezca, aunque no se consideren culpables.
Pero hay una mordaza de guante blanco que no pasa por los juzgados. Cuando el arte está tan aprisionado por los brazos del poder institucional como ahora, no hacen falta denuncias. Estamos hablando, por ejemplo, de la pieza del artista Santiago Sierra retirada en ARCO. IFEMA es una institución pública, y por tanto y en mayor o menor medida sometida a un control político. Organiza ARCO que es una feria con participación de galerías privadas con artistas que son ciudadanos particulares, como cualquier hijo de vecino. Cuando la potente maquinaria del engendro IFEMA “sugiere” al galerista que una obra debe ser retirada, no se está condicionando el derecho de expresión. El desequilibrio de fuerzas es tal que se está produciendo una flagrante violación de los derechos humanos. Creemos firmemente que es así. Los reyes del absolutismo no ordenaban, les bastaba con realizar sugerencias, ni se les pasaba por la cabeza que no se cumplieran. Y aquí, en la cultura y fuera de ella, está sucediendo lo mismo. El ejercicio del poder en el Estado de Derecho consiste en garantizar las libertades, no en disponer de ellas a su antojo.
Es interesante analizar el comunicado que el presidente de IFEMA hace público ante la polémica generada: “Lamentamos y pedimos sinceras disculpas ante la controversia que se ha producido consecuencia de la petición a una galería para la retirada de una obra, que en ningún caso perseguía ejercer ninguna censura a la creación, aun cuando la percepción pública haya sido ésta. No hubo mala fe en esta acción, y aceptamos las críticas recibidas”.
No tiene desperdicio. “Lamentamos y medimos disculpas ante la controversia (…) aun cuando la percepción pública haya sido ésta”. El problema no es el carácter autoritario –por llamarlo de alguna manera– de la decisión, sino la controversia y la percepción de los demás. El problema es que les malinterpretamos, que no les comprendemos. “No hubo mala fe”, como si fuese un tema de intencionalidad. Pero ahí radica el auténtico problema, que ellos no pensaron que estaban cercenando las libertades del creador, el promotor y el público, que entendieran que dentro de sus atribuciones está la de decidir que lo que no les agrada pueden quitarlo de en medio. Del mismo modo que usted elige qué cuadro pone sobre la chimenea de su casa, ellos creen que tienen que elegir qué cuadros sí y qué cuadros no. Porque para ellos lo público es su casa, su cortijo. Nos dicen que llueve. Publicado en Visual 191

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