MAGAZINE DE DISEÑO, CREATIVIDAD GRÁFICA Y COMUNICACIÓN

El silencio de los corderos


En esta revista denunciábamos hace meses cómo mediante un cambio de estatutos la cúpula de la Fundación Diseño Madrid había usurpado el control de ésta –y con ello, el de la nave del Matadero que los madrileños le tenemos encomendada– en favor de Manuel Estrada, su presidente. Ello, con la connivencia de la junta directiva de Dimad, que prefiere mirar hacia otro lado en lugar de recuperar lo que es de sus asociados e indirectamente de todos los diseñadores madrileños. De un tiempo a esta parte, la nave es en realidad un espacio que la Fundación realquila a quien pueda pagarlo, ha dejado de ser un espacio para la cultura y es en realidad una concesión administrativa para la explotación privada. Muy en la línea de las políticas de gestión de quienes gobiernan la ciudad. Publicado en Visual 170

Como pasa tantas veces, aquellas acusaciones, precisas y documentadas, no han obtenido respuesta más allá de algún desafortunado exabrupto gráfico a modo de insulto. Lo que no significa que no se haya conseguido nada. Ahora los estatutos de la Fundación y la lista de quienes conforman su Patronato son públicos y están en su web, descubierto el pastel no tenía sentido seguir ocultándolos. Eso es más transparente y es bueno.
Pero que no haya existido desmentido o argumentación alguna en contra –y las acusaciones eran sustanciales–, no quiere decir que no se maneje en ámbitos reducidos y nunca por escrito un argumentario. Como quiera que además es falso, trataremos aquí de rebatirlo.
A todo el que lo quiera escuchar, desde la Fundación y desde Dimad se dice que no es cierto que la Asociación haya perdido el control de la Fundación, y para ello se argumenta que en los estatutos se especifica que además del presidente, el tesorero y el secretario de Dimad –que son patronos de la Fundación por ostentación del cargo– la junta directiva de la Asociación Dimad designa un máximo de siete patronos más, y que sumados conforman una mayoría –diez frente a nueve– en el Patronato. Y eso es cierto. Lo que no se dice es que esa mayoría de patronos, una vez constituida, no puede ser modificada ni revocada desde la Asociación Dimad. Es solo la Fundación quien tiene potestad para renovar esos cargos. O lo que es lo mismo: Diez de las diecinueve sillas del Patronato han de ser ocupadas por socios de Dimad, pero Dimad no puede disponer de ellas a su antojo, es el propio Patronato de la Fundación quien lo hace. Esto no será un problema mientras haya sintonía entre ambas instituciones, pero en el caso improbable de que en Dimad se produjera una renovación, esta no se trasladaría a la Fundación, que podría hacerse fuerte y mantener la composición antigua del Patronato, sin que desde Dimad pudiera hacerse nada. Este blindaje deja poquísimo espacio para que quienes están hoy, quienes redactaron unos estatutos a su medida, puedan algún día ser desbancados.
¿Cómo pueden ser renovados los patronos en la Fundación? El artículo 15 de los estatutos especifica que “la duración del cargo de patrono será de cuatro años, sin perjuicio de sucesivas renovaciones, que tendrán que acordarse, en todo caso, de forma expresa”. Esto es, el Patronato se renueva a sí mismo sin ningún proceso de elección democrática fuera de sí mismo, y sin que la Asociación Dimad, ni su junta directiva ni los socios, pueda intervenir en la designación de sus miembros. Abundando en el asunto, el artículo 16 concreta que “para supuestos excepcionales que pudieran afectar negativamente al cumplimiento de los fines fundacionales, el Patronato [de la Fundación], por mayoría absoluta, podrá acordar el cese en el cargo de algunos de sus miembros”.
Resumiendo, Dimad y sus socios hace tiempo que han perdido el control de la Fundación que ostenta el contrato con el Ayuntamiento. Esa Fundación que se constituyó con una aportación de 30.000 euros de los socios, y que mantienen con sus cuotas y con los recursos de la Asociación, pero de la que hoy son simplemente unos realquilados. Es más, como quiera que las subvenciones y dineros para proyectos llegan a través de la Fundación, es ésta quién decide ahora cómo se gestionan en cada caso, si se quedan ahí, o pasan a control de la Asociación. Valga como ejemplo el estudio que recientemente la Comunidad Autónoma de Madrid encargó y pagó a la Fundación, de cuyos resultados disparatados ya hablamos en el número anterior de esta revista, y que a diferencia de lo que venía sucediendo –que la Fundación derivaba los proyectos a la Asociación– esta vez se quedó, el encargo y el dinero, en la Fundación. Cuando menos, un incómodo precedente.
Y si hoy esto aun no supone un problema mientras exista continuismo y afinidad entre la junta directiva y el Patronato de la Fundación, es una situación anómala y que desde la Asociación debería presionarse para corregir. Y decimos presionarse, porque aunque parezca increíble, no tiene ya poder para hacerlo: lo perdió cuando el entonces presidente cambió los estatutos unilateralmente para blindarse en el cargo sin limitación de tiempo. Que en el fondo, de eso se trataba.
Podría entenderse que estas son cuitas que se limitan a la organización interna de una Fundación y una Asociación… Nada más lejos. Dimad representa al colectivo del diseño en Madrid, es el interlocutor con la Administración, y además, se supone que ostenta (mucho suponer, pues lo hace a través de una Fundación que ya no es suya) la cesión de un espacio que se paga entre todos los madrileños, y que el Ayuntamiento cree haber cedido al colectivo. En su día pudo ser cierto. Hoy está en manos de un grupo de amigos. Confiemos en que sean los diseñadores a través de la Asociación quienes restituyan al origen esta situación. Se corre el riesgo de que, con una más que probable composición distinta en el gobierno municipal dentro de unos meses, sean los políticos quienes tengan que devolver al diseño lo que nunca debió dejar de ser suyo. El ridículo sería espantoso, y no es descabellado que suceda.

Plausive