MAGAZINE DE DISEÑO, CREATIVIDAD GRÁFICA Y COMUNICACIÓN

Error! Design


Para descubrir la magia de ciertas historias, lo mejor es remontarnos al pasado y proyectarnos hacia el futuro. Conocí a Xavi Forné en la última edición del Festival Moments de Málaga, cuando expuso una selección de sus pósteres en la Matraca Gallery & Store. Sin embargo, debo reconocer que hacía varios años que estaba familiarizado con su asombroso trabajo al frente del estudio barcelonés Error! Design. Cualquier aficionado a la música que vaya habitualmente a conciertos se ha cruzado alguna vez con sus carteles surrealistas en los puestos de merchandising y se ha preguntado por qué no se ven más obras de estas características como reclamo para descubrir a bandas
de rock que están de gira por España. Se trata de la gran paradoja de un negocio minoritario que ha logrado convertir unos diseños con ecos de leyenda en piezas de coleccionista. Bienvenidos a este universo visual inconfundible, con una banda sonora de excepción.

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Los escritores beat afirmaban que el viaje era el destino porque no importaba tanto donde llegabas, sino las experiencias que vivías por el camino. Visto desde esta perspectiva, ¿qué te influyó antes, el arte o la música?
Creo que fueron las dos cosas al mismo tiempo, pero entonces no era consciente de ello. Siempre había apreciado el arte porque me gustaba dibujar y crear cosas sin pensar que era algo artístico. Lo hacía porque me gustaba. Sin embargo, la música también tuvo un peso muy importante. Desde bien pequeño me gustaba poner canciones y bailar. Puede que la música apareciera antes porque lo visual todavía no se había desarrollado al nivel de coger un bolígrafo y dibujar pensando: “¡Quiero crear algo original!” El arte se consolidó cuando fui adolescente y miraba las portadas de los discos. Todo venía de dentro y acabó uniéndose en algún punto.
Mucha gente cree que el arte no puede enseñarse en una academia porque es algo innato. ¿Qué recuerdas de tu experiencia como estudiante y qué cosas te han servido después en tu carrera?
Al terminar la secundaria, quería estudiar algo relacionado con el diseño gráfico. Tenía claro que quería dedicarme a lo visual, pero iba muy perdido. Era mal estudiante, así que no sabía muy bien por dónde encaminar mi futuro. Resulta que se me pasó la matrícula para el bachillerato y me apunté a la Escuela Joso de cómic en Barcelona porque fue lo más parecido que encontré a mis intereses, aunque no era demasiado aficionado a las viñetas. Estuve sólo unos meses y tomé la decisión de dejarlo porque, al año siguiente, entré al bachillerato artístico. Sin embargo, tampoco lo terminé porque pasé a un módulo de grado superior. Fue allí donde descubrí el Photoshop y otros programas que me abrieron un campo creativo nuevo que me motivó mucho dentro del diseño gráfico. Resulta que tampoco terminé ese módulo y acabé siendo autodidacta, casi como un artista punk.
Algunos géneros musicales se han convertido en la banda sonora de momentos concretos, tanto históricos como personales. ¿En qué órbita musical te encontrabas sumergido en aquella época?
Yo vengo del hardcore y del punk, pero después encontré muchas ramificaciones porque el rock se expande hacia todo tipo de géneros. Me ha influido mucho el cartelismo punk, a base de fotocopias y de tipografías destrozadas. Gracias a esa base y a mucha práctica, conseguí un estilo más limpio porque empecé a conocerme mejor. Incluso hay momentos en los que te preguntas: “¿En qué estilo quiero encasillarme?”. La suerte de tener varios clientes, aunque no estuvieran relacionados con la música, me permitió seguir avanzando. Canalizaba la vertiente musical a través de mis bandas y de mi sello discográfico, mientras lo compaginaba con el trabajo de diseñador y con otros empleos a media jornada.
Supongo que la gran pregunta que deben hacerte es: ¿En qué momento decidiste unir el arte, el diseño gráfico y tu pasión por la música con el objetivo de crear obras originales?
Fue al empezar a tocar porque yo me encargaba de hacer los logos de mis grupos y los flyers de los conciertos. Eran tonterías, aunque me motivaban mucho y lo pasaba en grande. Entonces me di cuenta de que el diseño era importante en la música y deseaba explorarlo más a fondo. Pensaba que era muy difícil ganar dinero haciendo algo que me apasionaba, pero con el paso de los años me di cuenta de que podía ser una profesión. Lo más importante para dar el salto es haber dedicado tiempo a crear carteles, tanto para tus proyectos como para otra gente. En 2007 conocí a un promotor que traía a las bandas extranjeras que me gustaban y me propuso hacer los pósteres. Yo acepté, a pesar de que no era remunerado, porque estaba feliz yendo a los conciertos. Sin pretenderlo, eso me dio visibilidad, llegaron otros encargos y entré en el negocio.
¿Cuándo te diste cuenta de que este trabajo creativo que realizabas en paralelo podía convertirse, definitivamente, en una manera de ganarse la vida?
Lo tengo muy claro. Fue en 2012, mientras estaba de gira con uno de mis grupos y me llegó un mail en pleno viaje en furgoneta. Era el mánager de Black Keys que me proponía hacer dos pósteres. Pensé que las condiciones no eran demasiado buenas porque todavía no estaba familiarizado con el trabajo para bandas tan grandes y resulta que debía avanzar una cantidad de dinero. Pero acabó siendo algo muy bestia. Lo hice en noviembre, funcionó genial en cuanto a ventas y me di cuenta de que con un encargo como ese cada mes podría vivir. Al cabo de unas semanas me llamaron para hacer el line-up con ilustraciones del Primavera Sound y había un presupuesto bastante majo. Entonces dejé el estudio que compartía con un colega para trabajar a media jornada en Error! y la otra media en la discográfica Bcore. Era la situación perfecta para lanzarse a la piscina.
Los carteles de conciertos han dejado de ser simples elementos informativos para recuperar su estatus artístico, como sucedía a finales de la década de los 60. ¿Cómo definirías esta magia?
Lo que interesa a los promotores es que se vea el nombre del grupo, las fechas y el precio de las entradas. La gente se acostumbró a que no prestaran demasiada atención a la parte visual y es cierto que se perdió el efecto de los años 60, cuando esas obras psicodélicas llamaban tanto la atención y hacían que la gente se parara en medio de la calle. Con el paso del tiempo y gracias a la lucha de muchos de nosotros (como Branca Studio y Münster Studio), hemos inculcado a las bandas el valor de hacer un merchandising especial. Tener el disco y la camiseta del grupo está muy bien, pero también puede haber un punto extra con serigrafías limitadas, firmadas y numeradas para enmarcar. En el extranjero es algo que funciona genial e incluso se organizan festivales, ¿por qué no en España? El enfoque es crear piezas de coleccionista que se venden en los conciertos para que sean recuerdos especiales.
Por curiosidad, ¿podrías explicarnos cuál es tu proceso creativo y qué técnicas utilizas habitualmente para hacer tus piezas?
Empecé hablando con la banda o con el promotor para saber si querían algún concepto específico. Después escuchaba el disco, hacía muchos bocetos y, cuando lo tenía todo claro, pasaba al ordenador. Sin embargo, me di cuenta de que me funcionaba mejor improvisar sobre la marcha. Pongo la música del grupo, me quedo un rato mirando la pantalla del ordenador y empiezo a mezclar elementos sin sentido. Los pongo en el Photoshop a ver qué construyo, y puede que pasen tres horas sin haber servido de nada, pero ya estoy visualizando cosas. A partir de ahí surge una idea, y es un poco paranoico puesto que requiere cierta abstracción. En otras ocasiones te dicen que quieren a un grupo de personas en un globo, así que eso es lo que hay. Obviamente me motiva, aunque lo paso mejor creando una imagen desde cero. Me gusta que me hagan encargos y que me dejen un par de semanas para pensar.
Una de las cosas que más llama la atención de tus carteles es el uso de imágenes descontextualizadas, con una fuerte carga surrealista. ¿Por qué te gustan tanto estos elementos?
Yo hago collage digital de ilustraciones antiguas que están libres de derechos. Con el paso de los años he generado un archivo enorme, aunque hay algunos elementos que acabo repitiendo, como son la luna, los ojos, ciertas formas geométricas o animales que se han convertido en señas de identidad. Esto va a temporadas y, al final, las obras siempre son únicas porque les doy un aire distinto. A veces encuentro las imágenes que quiero y, en otras ocasiones, aparecen elementos que no sabía que tenía y que mejoran la idea original por completo. Por este motivo es importante saber improvisar. En ese punto puedo crear personajes o escenas, que muchas veces son imposibles de encontrar en la realidad.
La impresión en serigrafía aporta un valor añadido a este tipo de carteles y contribuye a crear cierta mística gracias a las ediciones limitadas. ¿Cómo gestionas la impresión de tus creaciones?
El fenómeno de los pósteres de conciertos es enorme en los Estados Unidos. Yo tenía claro que la diferencia era imprimir en serigrafía y entrar en ese mercado, pero no sabía dónde hacerlo. La primera vez que lo conseguí fue en 2010, con un cartel para Russian Circles, y encontré a un chico en Italia que lo imprimió, aunque el presupuesto sólo me llegó para hacer veinte copias. Desde entonces ya no he podido parar porque encontré una imprenta en Mallorca (Rock & Merch) y empecé a vender más carteles. Cada mes hacemos dos o tres trabajos y es un no parar. Además, gracias a iniciativas como la feria Flatstock que organiza cada año el Primavera Sound, la gente ha podido descubrir el trabajo de artistas de otras partes del mundo y ha perdido el miedo a comprar este tipo de obras.
La unión del rock y del arte ha dado como resultado algunas de las portadas de discos más famosas de todos los tiempos. ¿Te has planteado alguna vez adentrarte en este terreno creativo?
Para mí son más importantes que los carteles. Los discos te permiten mirar la portada, la contraportada y, además, escuchar la música. Son piezas brutales. Los pósteres aportan algo, pero muchas veces las bandas ni se enteran de que existen. En cambio, los discos son fruto de su trabajo y se preocupan por el envoltorio. Tiene que significar mucho para los miembros del grupo y esto hace que haya mucha más presión para el diseñador. Es un desafío y, una vez lo has terminado, te da mucha satisfacción. Sin embargo, es muy difícil que salgan este tipo de encargos porque tienes que pedir más dinero, puesto que es más importante que un cartel para un concierto. He hecho portadas para Pelican, Russian Circles, todas las de Niña Coyote eta Chica Tornado y una de las últimas ha sido la de He matado al ángel de Pájaro.
Me parece un detalle muy original que hayas bautizado tu estudio como Error! Design en esta época tan marcada por la perfección artificial de las redes sociales y del arte digital.
Primero monté Error! Records, un sello para editar vinilos y casetes de hardcore y de punk. Entonces ya hacía diseños para mis bandas, pero no tenía ningún nombre para el estudio. Y como la gente me conocía por la discográfica, decidí utilizar el mismo concepto: Error! Design. Con el paso del tiempo le das un sentido que antes no tenía. Para mí significa que nadie es perfecto y que en el error está lo humano. A medida que avanzas, vas aprendiendo cosas nuevas y siempre habrá un mínimo error, tanto en el trabajo como en la vida personal. Ahora estoy en un momento de crecimiento profesional porque colaboro con otras empresas que están interesadas en mis diseños para usarlos en etiquetas de vino, de cerveza y de licores. Es como haber creado una imagen artística, aunque no me guste este concepto.
Para terminar la entrevista, una pregunta de ciencia ficción: Si tuvieras una máquina del tiempo ¿a qué época te gustaría viajar y a qué personaje histórico te gustaría conocer en persona?
Viajaría a dos períodos distintos. Iría a los años 90 para ver en directo a bandas que no pude apreciar en su momento. Me encantaría estar en un concierto de Nirvana e intercambiar unas palabras con Kurt Cobain para saber qué coño le pasaba por la cabeza. También me gustaría volver a ser yo mismo en los años 80, con la inocencia de esa época, y disfrutar de las películas que tanto me gustaban. Lo que viví entonces sigue marcando lo que hago ahora con mi trabajo y sería genial volver a experimentarlo. Publicado en visual 191

Texto: David Moreu. Web del artista: http://error-design.com

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