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Este trabajo me mata. El jersey de Cayetana


La noche de las elecciones generales cientos de personas se juntaban en Ferraz a celebrar la victoria del partido socialista. En todos los medios aparecía una masa de color rojo, en parte por las banderas, pero principalmente por los proyectores que teñían de rojo las paredes de la sede socialista. Cada poco, el tono rojizo variaba ligeramente hacia un púrpura con reminiscencias más feministas, a tono con Carmen Calvo y su camiseta de “Yes, I’m a feminist”, para volver al poco al rojo del partido.
Podrían haber puesto focos blancos, pero ahora en nuestras retinas, independientemente de afiliaciones, la victoria es roja. Saldrá en rojo en la videoteca, en las hemerotecas y cada vez que los medios rememoren la fecha. Y de paso, el color rojo es un poco más socialista desde esa noche.
Con el fin del bipartidismo ha comenzado la lucha por trocear el círculo cromático y afianzar en la mente votante el color que cada grupo trata de fagocitar. Y para un político eso no es fácil, porque la iconografía les lleva una importante ventaja.
Así, Susana Díaz salía el día de las elecciones andaluzas con una chaqueta verde, muy Vox, aunque hasta esas elecciones era el color de Andalucía. También lo era de los ecologistas con sus distintos nombres, y lo fue de Equo hasta que se integró en el morado; también es el color del Islam, y con distintos tonos, también se lo disputan los dos principales partidos vascos. El morado es Podemos, pero también es feminismo, republicanismo y el color de Castilla. Y así sigue la rueda de color, que tampoco da para tanto, prestando colores a causas de todo tipo.
Parece que la culpa de que el color sea tan importante la tiene el modo en que nuestro cerebro almacena la información. Según algunos estudios del BCBL y de algunas universidades europeas, tendemos a usar el color como una supercategoría en la que englobamos recuerdos, objetos y conceptos. De ese modo, nuestra mente es capaz de asociar conceptos abstractos, como la justicia, la economía o la sinceridad a cierto color, y rememoramos ideas o sensaciones al verlo con mayor facilidad de lo que lo hacemos con las formas u otras características físicas.
El mejor ejemplo lo hemos tenido en el independentismo catalán durante el último año. No recuerdo a nadie en este país que se hubiera apoderado anteriormente con semejante fuerza de un color. El amarillo convertido en la lucha de un pueblo por su libertad, según unos; el color de los golpistas anticonstitucionales según otros; pero nadie tenía duda de cual era la carga icónica. Los medios comenzaron a expandir la simbología, analizando a diario quién lucía lazos, complementos y reivindicativas prendas amarillas. Tanto bombo le dieron que cualquier vestido, camiseta o complemento amarillo te significaba para siempre, por lo que los no independentistas comenzaron a guardarse mucho de usar sus prendas de ese color.
Hasta el 24 de abril. Ese día se celebraba el debate electoral en TV3. Laura Borrás acudía por Junts per Catalunya, y mucho antes de verla estaba claro que el amarillo formaría parte del outfit. Y así fue: chaqueta negra sobre un vestido amarillo que portaba todo el simbolismo almacenado durante más de un año, triunfante, valedora de millones de independentistas.
Pero los símbolos sólo lo son mientras guardan la carga, mientras la gente entiende y respeta el significado. Que Cayetana Álvarez de Toledo apareciera con un jersey amarillo fue un golpe mortal. Tu mente luchando entre el color que evoca todos los valores que te representan y Cayetana, mancillándolo, haciéndolo suyo, manifestando que encarcelará a todo el Parlament vestida de amarillo, aplicando el 155 vestida de amarillo, asegurando que le encanta tu amarillo y que tiene más prendas amarillas que usará cuando vaya a debatir contigo.
Como ver entrar a Juan Carlos Monedero con blazier azul oscuro en una cena de FAES, como Aznar con una corbata roja el Día del Trabajador, como Bertín Osborne vestido de morado el 8M. Tus principios violados, y tu relación cromática con el amarillo nunca jamás volverá a ser la misma. No te lo perdonaré jamás, Cayetana ¡Jamás! (Publicado en Visual 198)

Texto: Nano Trias (www.obaku.es/zenblog)

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