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Este trabajo me mata. El subproducto llamado e-book


Durante la cena previa a la última entrega del Premio Planeta, el presidente del grupo comentó que la editorial barajaba la posibilidad de regalar la versión digital del libro al comprar el libro impreso. Cuando oí la noticia se me antojó que, o la editorial tenía un plan de marketing que escapaba a mi comprensión, o que no habían sabido entender la diferencia que hay entre ambos soportes. Si compro la versión en papel es porque no tengo un e-reader, porque quiero sentir el peso del libro entre mis manos, o porque lo voy a regalar. Si compro el e-book es porque tengo un e-reader y voy a leerlo en él, porque no quiero que la novela abulte y pese, o porque no tengo que esperar a que me hagan el envío físico del libro. Publicado en Visual 171


¿Qué idea lleva a Planeta a la conclusión de que ambos formatos son complementarios? ¿Piensan que voy a leer un capítulo en el cercanías y, al llegar a casa, voy a ponerme un té y buscar la página donde lo he dejado en el libro impreso para seguir leyendo frente a la chimenea? De llevarse a cabo el plan de Planeta, posiblemente acabe regalando uno de los dos soportes, el que no era objeto de mi compra, con lo que más les valdría regalarme un segundo libro, distinto al que he comprado y en el mismo formato que he elegido. Eso sí sería un regalo fidelizador para mí, y posiblemente aprovechase la oportunidad para rentabilizar mi dinero con otros títulos de la editorial que, de entrada, no estaban en mi lista de lectura.
El problema, en mi opinión, radica en el concepto obsoleto de estas editoriales, que consideran el e-book un subproducto de su negocio principal. Durante años han creado una infraestructura ligada al producto impreso: impresión, distribución, punto de venta… Y una vez que lo tienes maquetado, crear el e-pub está a un solo golpe de ratón. Ellos mismos devalúan con estas medidas el libro electrónico, y hacen muy poco viable que paguemos dieciocho o veinte euros por un formato que ellos están dispuestos a regalarnos.
Si compro un libro impreso, regálame una funda para protegerlo; o haz una edición tan cuidada que realmente valga la pena guardar en papel. Si compro el e-book, dame contenidos enriquecidos o posibilidades que no permite el libro impreso.
La medida parece exportada de la música, que lleva años juntando digital y analógico en el mismo paquete de compra. En este caso es lógico que quieras llevar el mp3 cuando sales, y guardar un soporte físico para cuando estés en casa, con los extras que un CD o un vinilo puedes aportar a la música que contienen. En el caso de la literatura, los formatos no son complementarios.
La estrechez de miras va más allá del la elección de analógico o digital. La ilustración es un mero adorno de la novela por lo que al ilustrador se le paga poco y mal. Olvidan que hay ediciones que hoy se compran a precio de oro por el artista que las ilustró. Algunos ilustradores han calado tan hondo en el imaginario popular que ya nadie puede pensar en el País de las Maravillas de Alicia sin ver a los personajes como los imaginó Tenniel. El Señor de los Anillos, Las crónicas de Narnia o Harry Potter han tenido que exportar a la pantalla el mundo que plasmó el ilustrador del libro, porque la imagen estaba tan arraigada en el imaginario colectivo que otra estética hubiera abocado la versión cinematográfica al fracaso.
De la dirección de arte en impreso mejor no hablemos, a pesar de ser el elemento diferenciador que permitió destacar en las estanterías a Alianza, a Minotauro o a Siruela. En digital, directamente la figura desaparece, absorbida por las limitaciones de e-readers y por la falsa idea de que no se puede aportar nada al medio.
Es cierto que estamos en una edad muy temprana de dispositivos electrónicos de lectura, que han evolucionado muy poco desde que salieran los primeros e-readers modernos hace casi diez años. Puede que la culpa la tenga la pelea de los fabricantes por saber quién ganará la pelea, si la tinta electrónica o las tablets. En los problemas técnicos de la fabricación de cada uno de ellos me pierdo, pero creo que las posibilidades que enriquecen un e-book respecto al libro impreso pueden ser compartidas por ambos.
Imagino un libro electrónico donde las ilustraciones de portadillas o interiores pudieran estar animadas. Quizás solo un detalle en el pelo del personaje, o adelantando unos segundos de la historia. Posiblemente ilustradores y animadores pudieran aportar grandes experiencias a la lectura.
Imagino un libro infantil de los de “elige tu propia aventura”, similar a los que teníamos de pequeños y que, curiosamente, no existen en un medio que se presta mucho más a ellos que el papel. Los libros infantiles y juveniles tienen en estos dispositivos un filón inagotable.
Imagino un dispositivo que te permitiera cargar distintas tipografías, para poder ajustar la lectura a personas con dislexia o con distintos problemas de visión. Poder ajustar el ancho de las líneas, el interlineado o poder visualizar los renglones para seguir el hilo de la lectura podría acabar con una gran cantidad de dificultades de personas con problemas de comprensión lectora. Como herramienta de enseñanza sería impagable.
Imagino entregar en e-pub las memorias sociales de las empresas, con globos de ayuda, gráficas animadas o enlaces a contenidos externos.
Como decía antes, no sé cómo es de difícil implementar estas funciones en un e-reader de tinta electrónica, pero que no exista ninguna prueba para tabletas –que sabemos que sí pueden hacerlo– ya prueba la falta de entusiasmo de las editoriales por el formato electrónico. El libro electrónico no acaba con la maquetación, con la dirección de arte o con los ilustradores, solo los lleva a otro nivel donde podemos ayudar a definir el libro electrónico del futuro. Pero no basta con exportar la versión impresa a pdf. Texto Nano Trias

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One comment on “Este trabajo me mata. El subproducto llamado e-book

Dasoman

No estoy nada de acuerdo. Yo hay libros que me compro porque me gusta tenerlos en formato físico, coleccionarlos, tenerlos en la estantería, poder prestarlos, leerlos en casa… Pero para leer en transporte público o llevarlos de viaje es infinitamente más cómodo un e-book. ¿Por qué he de renunciar a una cosa cuando compro la otra? Es más, ¿tengo que pagar doble si quiero ambas opciones?

Mi solución hasta ahora: si un libro me interesa en papel, lo compro así y el e-book lo pirateo. No voy a pagar dos veces por lo mismo, si puedo evitarlo.

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