MAGAZINE DE DISEÑO, CREATIVIDAD GRÁFICA Y COMUNICACIÓN

Javier Jaén. La importancia…


No son muchos los diseñadores españoles que trabajan para importantes
clientes internacionales. De ellos, pocos pueden decir que sus trabajos han
servido para desatar debates sobre temas espinosos. Javier Jaén ha hecho
ambas cosas gracias a unos trabajos en los que el qué es tanto o más
importante que el cómo, y eso que el cómo es espectacular.
javier jaen

¿Qué quiero quemar?
Esta fue la pregunta que se hizo Javier Jaén cuando la comisión Mossén Sorell-Corona de Valencia le propuso diseñar una falla. La respuesta no se hizo esperar:
Tardé un minuto en decidirme. Quería quemar todas las banderas. Pero, una vez tomada la decisión, estuve seis meses hasta conseguir darle forma, explica Javier Jaén.
Durante ese tiempo, Jaén barajó mil y una posibilidades. ¿Debían estar las casi doscientas banderas reconocidas por la ONU físicamente? ¿Bastaba solo con algunas? ¿Cabrían todas en la plaza donde se iba a erigir la falla? ¿Supondría eso un problema de seguridad?
Al final decidí hacer una sola. Una gran bandera blanca sobre la que se proyectaban todas las banderas del mundo a través de Video Mapping. Esa bandera resumía aquello de lo que quería que hablase el proyecto. Repensar la obsesión por delimitar el espacio, la identidad compartimentada, la frontera que nos separa con el que consideramos diferente. Evidentemente,  existen diferencias en el mundo, pero me gusta pensar que no tienen por qué vivir separadas, sino que podemos disfrutar de una pluralidad armónica.
Javier Jaén está convencido de que es más importante buscar los nexos y abrazar las diferencias que aumentarlas. Solo de esta forma es posible que oficios tan aparentemente alejados como el de maestro fallero y el de diseñador gráfico se unan para dar lugar a un trabajo coherente en forma y fondo.
Tal vez la explicación a todo eso esté en que, aunque trabaje como diseñador gráfico e ilustrador, en lo que estoy interesado en realidad es en la comunicación. No en la comunicación visual, sino en general. Hoy en día la comunicación tiene tantas ramas y formas de manifestarse que ¿Por qué no utilizar todos aquellos elementos que están a nuestro alrededor? ¿Por qué limitarse a utilizar solo los lenguajes del diseño o la ilustración?
La variedad de herramientas que se manejan en el campo de la comunicación obliga al diseñador, hoy más que nunca, a no perder de vista lo realmente importante en su trabajo: encontrar la esencia de lo que se desea contar.
Hay que ser capaz de saber qué tienes que explicar y dar con el tono exacto. En mi opinión, en ilustración o diseño, no es tan importante la imagen en sí misma como la idea que representa. Si pretendes que el texto y la imagen cuenten exactamente lo mismo, es fácil fallar en el intento.Son dos lenguajes distintos.
El método que propone Jaén sirve tanto para una ilustración editorial de prensa como para la portada de un CD, la cubierta de un libro o un monumento fallero. Teniendo la idea, el modo de ejecución es relativamente lo de menos.
En mi caso, mis limitaciones han sido las que han ido construyendo mi lenguaje. Hay mucho de supervivencia en nuestra profesión. Habitualmente nos enfrentamos a cosas que no sabemos o temas que desconocemos, pero hay que encontrar la manera de llevarlo a cabo. A menudo es más por inconsciencia que por valentía, pero hay que atreverse a experimentar. Aunque intento colaborar con otros profesionales, a menudo hago de hombre orquesta. Algunos proyectos lo requieren por presupuesto y otros por velocidad.
A pesar de que las buenas ideas precisan de meses de cocción, no siempre se dispone de tanto tiempo. Especialmente cuando se trata de sectores como la prensa, en el que Javier Jaén ha desarrollado algunos de sus mejores trabajos. En su caso, a esos plazos breves se suma el alto grado de exigencia de los clientes norteamericanos, que en este momento conforman el grueso de su clientela.
En ocasiones he llegado a hacer hasta quince versiones finales de una misma imagen. La figura del director de arte es primordial en los medios americanos. Cuando ves que al otro lado hay gente que quiere que tu trabajo sea lo mejor posible, me costó entenderlo, pero es un lujo. Es muy sano querer mejorar el trabajo sin tomarse los cambios como algo personal.
Colaborar con clientes extranjeros aporta satisfacciones, mayor repercusión y, en ocasiones, alguna que otra sorpresa. De la noche a la mañana, Javier Jaén vio que su nombre y su trabajo copaban la atención de los informativos y los programas de debate de Estados Unidos. ¿La razón? Una portada para la revista Ebony que hacía referencia a los presuntos casos de violación cometidos por el actor Bill Cosby.
Creo que fue la editora de Ebony la que, a raíz de todo ese escándalo, dijo que mi ilustración había sido más polémica que si en los años 70 hubieran puesto a los Panteras Negras en la portada, –comenta Jaén, incapaz de encontrar un símil europeo que explique la magnitud del conflicto desatado–. En Europa con lo de la postmodernidad, con eso de que ya no creemos en nada ni en nadie, es muy difícil poner un ejemplo semejante a el de Bill Cosby, en el que se mezclan elementos como el icono, la clase social… Aunque en un primer momento me sorprendí, porque la gente a la que no le gustan las cosas suele hacer más ruido que aquella a la que le gustan, luego comprendí que la gente de Ebony sabía lo que hacía. Eran conscientes de que era un tema espinoso, pero también de que había que ponerlo sobre la mesa y ser lo suficientemente valientes como para hablar de él. Después de esa primera polémica, cadenas como CNN también apoyaron la decisión.
A pesar de este hecho puntual, los trabajos de Javier Jaén acostumbran a ser muy bien recibidos a nivel internacional. Si algo bueno ha tenido la globalización ha sido el acortar las distancias entre culturas y hacer que una gran parte de la población mundial maneje los mismos códigos y referentes.
Cada vez nos parecemos más. Muy pocas veces me he encontrado con cosas que no funcionan debido a una brecha cultural. En alguna ocasión puede suceder con expresiones o frases hechas, convertidas en imagen, casos como “lágrimas de cocodrilo” o “apretarse el cinturón”.
Visto lo visto, la dificultad para el diseñador actual no radica tanto en la brecha cultural, como en la tecnológica. Dominar los diferentes dispositivos y lenguajes en los que será reproducido su trabajo. Formatos que, a pesar de ser más efímeros que los tradicionales, adquieren una gran importancia gracias a la novedad y las modas.
Las redes sociales ponen nuevos marcos con nuevas lógicas para producir o consumir imágenes. Creo que no debemos vivir obsesionados con esos cambios, pero no deberíamos darle la espalda cuando pueden enriquecer el lenguaje con el que trabajamos.
De nuevo, Javier Jaén hace referencia al fondo, al concepto. A ese andamio que sostiene todo el trabajo de diseño y lo hace interesante más allá de la ejecución que se elija para desarrollarlo, por muy novedosa o interesante que resulte.
Hay una frase de Paul Rand que me gusta mucho, que dice algo así como que lo importante no es intentar ser original sino intentar hacerlo bien. Por querer ser originales es por lo que muchas veces contamos mal las cosas.
Cuando “la originalidad” es el único valor, se puede convertir en fuegos artificiales que a menudo no lleven a ningún lugar interesante.
¿En qué se debe basar entonces el trabajo de diseñador? ¿Cómo verbalizar todos esos elementos que entran en juego en una ilustración o en una portada? ¿Cómo explicar a los demás algo que, en ocasiones, ni el propio diseñador sabe por qué es así?
Cuando comencé a dar clases como profesor me di cuenta lo difícil que era contar a los demás lo que tenías en la cabeza. Cosas que tú dabas por hecho que eran así, sin haberte parado nunca a pensar por qué. En mi trabajo hay una parte muy intuitiva, pero cuando llegas a una clase y te preguntan por qué en un proyecto el amarillo es mejor que el azul, tienes que saber decir por qué uno es mejor que otro. Si no lo sabes, también tienes que decir que no sabes explicarlo. Esto me ha enseñado a entender que la labor del diseñador es minimizar la indeterminación que hay en todo mensaje. Sin olvidar que hay parte de tu trabajo que el lector interpretará siempre a su manera, un comunicador tiene que tener claro que, si quiere decir A, no se puede entender B.

Texto: Eduardo Bravo

Publicado en Visual 184

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