MAGAZINE DE DISEÑO, CREATIVIDAD GRÁFICA Y COMUNICACIÓN

La Yenka


Consideremos el lenguaje gestual como exclusivamente visual –un ciego no ve si un antidisturbios está a punto de atizarle un porrazo, si acaso lo intuye; un sordo o un mudo ya estarán lejos cuando el ciego se reponga y note que tiene la frente húmeda de un líquido denso.
Los italianos hablan, ya se sabe, con las manos: “Am’me frega’n cazz!” (pasándose el dorso de la mano por debajo del mentón). Las respuestas radicales son gestos más que palabras según como la mano “dibuja” la puntuación de un diálogo, una discusión, un debate. O una amenaza (aunque no sé de ningún capomafia ciego). Pero no son solo los italianos los que se expresan con las manos, todos hacemos gestos y los psicólogos los interpretan, sobretodo los comportamentistas: “se rasca la oreja, está mintiendo”, “anda con las puntas de los pies cerradas, es maricón”, “anda con las puntas de los pies abiertas, le gusta que la follen”. Publicado en Visual 166


Al igual que sucede con algunos símbolos gráficos, el gesto se universaliza. El que más, hoy en día, el anglosajón de dedo medio enhiesto: “Fuck you!” (en español, la “peineta”). Combinado con el superoptimismo de Churchill al levantar dos dedos haciendo la “V” de la victoria, gesto recuperado por el movimiento hippy que sirve para cualquier causa, ya sea individual o colectiva –es frecuente que un corrupto entrando en el trullo lo exhiba delante de las cámaras.
Hay muchos más. Ofensivos: los cuernos (italianos), la mano en el paquete (los huevos de oro), el corte de mangas (en catalán “botifarra”)… Coloquiales: torcer la oreja hacia adelante (no oigo), bajar con el dedo el párpado de un ojo (te he pillado), señalar con el índice (que es de mala educación), llamar al camarero con un chasquido del medio y el pulgar (en Francia puede que te obsequien con un escupitajo en el plato), el pulgar alzado con la mano cerrada (OK!), o el mismo con el índice extendido (disparar con un arma corta)… Este último popularizado hasta la extenuación por el mal rollo gansgta rap de los EEUU: no hay rapero en el mundo que en el idioma que sea no acompañe sus pobres rimas con el gesto a dos manos, aunque no cuente en sus letanías que se ha cargado a tiros a un rival, sino que le gustan las margaritas.
Algunos de los gestos necesitan simultaneidad: dar la mano, por ejemplo, cerrando un acuerdo de palabra, un pacto. O el de ¡chócala! heredado del basquet de los negros norteamericanos. En África sería inconcebible iniciar una conversación sin los gestos rituales de rigor (y no terminarla, aunque sea una declaración de guerra). Hay gestualidad entre dos aguas: en el baile flamenco, en el tailandés, en el kathakali de la India, en el teatro No japonés, y ¡cómo no! en la Commedia dell’Arte.
¿Y en la simbología política de masas?
Por un lado está la fantasía, el saludo romano, eructo de Gabriele d’Annunzio que había tragado toneladas de opio neoclásico, pedo de Benito Mussolini que lo plagió, y diarrea de Adolf Hitler que plagió a los dos con toda la patilla (o el bigote), sin pagar derechos de autor. O el gallego que copió a los tres durante una eternidad.
Por el otro, el puño alzado.
Hace unos años, buscando fotografías de archivo de agencia para una cubierta de libro sobre los campos de concentración franceses después de la victoria de los rebeldes en España, me topé con una imagen de Argelès, el más grande de todos. La imagen impresiona; de autor desconocido, subido a una altura considerable (seguramente una torreta de vigilancia) abarca todo el campo con millares de milicianos y soldados republicanos que “posan” para el fotógrafo, perdiéndose a medida que se confunden en la perspectiva del enjambre. Una conversación con mi padre, combatiente de la quinta del biberón quien, depués de la derrota en la batalla del Ebro y del exilio, estuvo internado en Saint Cyprien y en Barcarès: “Aquí pasaba esto, y allí lo otro, y ya ves que estaban construyendo las letrinas y las columnas de humo eran de los fuegos para calentarse por turnos; hacía un frío que pelaba…”. Pregunta siguiente: “¿Por qué unos saludan con el brazo derecho y otros con el izquierdo?”. Respuesta: “Pues déjame pensar…”.
Consultado el padre de un amigo, alguien que fue pieza clave del comunismo en la guerra y en la oposición clandestina al franquismo, la respuesta era igual de ambigua: “Sí, había quién lo hacía así, quién lo hacía asá”.
Mosqueo. Búsqueda de documentación, resumo: En 1922, John Heartfield, artista comprometido con la cultura política del Kampf de Weimar, miembro del Kommunistische Partei Deutchlands (KDP), recupera un dibujo de Georges Grosz del mismo año, de título Über den Gräben des März: Hütet euch! Un hombre que alza el puño. En 1924, el Roter-Front-Kämpferbund (RFB), rama militar del KPD lo impone como gesto soldadesco, ritual de combate en las manifestaciones. En 1927 Heartfield crea el logotipo para el RFB: un puño cerrado, estilizado, dentro de un círculo que contiene el nombre del Frente Rojo. El puño es el de la mano derecha.
Presionándole un poco, el padre de mi amigo acabó confesando: “Sí, los anarquistas y los del POUM saludaban con el brazo izquierdo, nosotros con el derecho. Pero piensa que había mucho analfabeto que no sabía discernir entre la derecha y la izquierda”. Texto: Albert Romero

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