Llama la atención la premura con que políticos, instituciones y administraciones se apuran en celebrar centenarios del nacimiento o la muerte de un autor. O de la primera edición de una obra. Bien está, pero, ¿qué cambia con respecto al día anterior o al siguiente? ¿en qué afecta a los ciudadanos, a la cultura y a su disfrute? En nada. Y sorprende también la poca repercusión que tiene el que la obra de un autor, pasados ochenta años de su muerte, pase al dominio público. Quizá unas pocas reseñas en medios, un minuto de relleno en los informativos de los primeros días de enero… pero eso sí cambia las cosas.
El paso a dominio público no significa que los derechos “no son de nadie”, muy al contrario, ahora son de todos. Eso supone tratar la obra con respeto y cariño, es lo que hemos intentado hacer. Y significa también que la obligación de difundirlas y velar por su proyección nos correponde a todos, y esto incluye a las administraciones y organismos públicos. Queremos llamar la atención sobre ello también.
Cuando las obras pasan a dominio público, pueden a partir de ese momento ser representadas, impresas y editadas, digitalizadas y compartidas, sin que para ello haya que pedir permiso a nadie y sin que se generen devengos por los derechos patrimoniales. Esa debería ser la gran fiesta de la cultura. Quizá algún día se entienda así.
Y esa es la intención de Mil Coeditores, celebrar que esto suceda. Somos un colectivo que nació al amparo de las redes, como sucede ahora. Ilustradores, diseñadores, fotógrafos y artistas que queremos celebrar poniendo nuestro granito de arena en la difusión de esos contenidos, y hacerlo como mejor sabemos: interpretándolos gráficamente.