MAGAZINE DE DISEÑO, CREATIVIDAD GRÁFICA Y COMUNICACIÓN

Precariedad y calidad, incompatibles


Ha sido un proceso lento de deterioro. No es fácil tratar de descubrir quiénes han tenido la culpa. Las asociaciones profesionales, las escuelas, y por qué no, también las revistas tendremos parte de responsabilidad. Aunque solo sea por no haber detectado la importancia del fenómeno, y no haber advertido con la suficiente insistencia. Fue primero en las agencias de publicidad, se dijo que cuando llegó la crisis ellas la traían puesta de casa. Pero ha ido extendiéndose a las productoras, a los estudios de diseño… Publicado en Visual 162

Ha sucedido en muchos otros sectores. El del periodismo, por ejemplo. Pero no se trata sólo de aplicar las caídas en los presupuestos y la reducción de ingresos sobre costes salariales y subcontratación, eso formaría parte de la nueva economía. Nos referimos a la impunidad con la que se ha falseado lo que en otro tiempo eran las prácticas laborales, convirtiéndolas en la alternativa a la contratación de personal cualificado. Las prácticas ya no son aprendizaje, sino “trabajar” gratis. Lo que antes era limitado en el tiempo toma ahora carta de continuidad.
Las escuelas en el mejor de los casos hacen la vista gorda, cuando no son, directamente, los inductores. No existe control administrativo, nos hemos instalado en el “todo vale”. La picaresca está a la orden del día: desde el falso autónomo como práctica habitual, a los contratos que llevan aparejado un “curso” que justifique y dé validez a lo que no la tiene. Las escuelas plantean las prácticas curriculares a la medida de las necesidades inmediatas de las empresas, cuando debería ser al revés. Agencias y estudios se están convirtiendo en ejércitos de entusiasmo gratuito o mal remunerado, una infantería que es desechada cuando deja de ser útil, y sustituida por una nueva hornada. En otros casos, al abrigo de la euforia de la emprendeduría –desconfiemos de la palabrería hábilmente alimentada por los políticos y los chamanes de la “economía del siglo XXI”–, se complementa con una subcontratación donde la nueva moneda va desde las promesas inclumplidas al “podrás ponerlo en el portfolio”. No se trata de trabajar a futuro, el mercado de las falsas expectativas ya no se sostiene. Es una mentira consensuada. Es difícil reconocer dónde está la causa y dónde el efecto, pero tiene unos resultados muy claros: la no remuneración y el desplome en los presupuestos está trayendo consigo la mediocridad. Podemos dejarnos engañar con cuatro piezas mal contadas que festejamos en premios y festivales, pero son las excepciones que confirman la regla del correctismo gris y plano. La publicidad que estamos viendo es timorata y parca en audacia. El diseño se ha instalado en el resultadismo a corto plazo.
Nunca hubo tantos queriendo vivir de decir lo que hay que hacer y cómo hacerlo, en lugar de hacerlo. La burbuja de la formación –la desesperación siempre generó negocio– ha de estallar en algún momento.
No vale pensar que esto pueda cambiarse desde arriba. El reto es individual y deberá empezar desde abajo. No sirve pretender cambiar las estructuras, estas caerán solas, no pueden mantenerse mucho más tiempo. Existe alternativa a lo que se espera que hagan los que entran en esta espiral. Es el momento de aplicar aquello de que si haces lo que está previsto, los resultados serán los previstos. Es cierto que cuesta pensar que pueda incorporarse uno al sistema sin pasar por los mecanismos establecidos… Pero no hay que olvidar una premisa imprescindible: esos mecanismos los establece el propio sistema, no porque sean mejores, sino porque garantizan –pretenden garantizar– que éste se mantenga inalterable.

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