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Víctor Coyote. Carteles para revitalizar la música


Victos coyoteEn el peor momento de la industria musical, Víctor Coyote continúa en la carretera, publicando discos y creando carteles que, además de informar de la fecha y lugar
de sus conciertos, funcionan como pequeñas obras de arte para coleccionar.
La cabeza de Víctor Coyote siempre ha sido un hervidero de ideas. De ella han salido canciones, discos, conciertos, cuadros, cómics, videoclips, cortometrajes, documentales… Atento a lo que sucede en otros lugares, sus propuestas sorprenden por calidad, originalidad y, en las más de las veces, por encontrar al público y a los medios de comunicación con el paso cambiado. Así ha sucedido con su nueva propuesta, un trabajo que camina en paralelo con su actividad artística y del que ha querido hacer partícipes a otros autores aunque con bastante poca fortuna. “Este proyecto se lo he ofrecido a otra gente, a algunos grupos, a Myspace, pero no les interesó, no caló mucho. Tampoco sé si yo soy el mejor vendedor del mundo, pero sí que llama la atención que una cosa con tanta presencia fuera, que lo han hecho gente como Wilco, Divine Comedy o Nine Inch Nails, no haya prosperado mucho aquí”. Publicado en Visual 152

Eso con tanta presencia en el extranjero a lo que hace referencia Víctor es una idea que aúna música con diseño gráfico. Una propuesta que, en una época en la que el sector discográfico no está viviendo su mejor momento, está devolviendo el optimismo a grupos, promotores, fidelizando a fans y que no es otra cosa que la creación de carteles en edición limitada conmemorativos de las diferentes fechas que conforman la continua gira de este artista.

“Hago carteles independientes de cada uno de los conciertos o, si es una gira por diversas ciudades, los agrupo. En Galicia he hecho uno que era ‘Marzo galego’, luego tocamos en Santander, Burgos, Logroño y quise hacer un cartel de ‘Gira Castilla La Vieja’ que hubiera tenido gracia, pero en Logroño, donde tenemos buena parroquia, dijeron que no, que querían un cartel solo de Logroño y, al final, los dividí”.
Esta iniciativa surge de esa especie de renacer de las artes gráficas y las técnicas más artesanales tras años de hegemonía del ordenador. Una tendencia que enlaza por igual con la estética vintage, el valor de hacer las cosas a mano y la estrecha relación que, desde siempre, han mantenido el diseño gráfico con la música.
“Hoy en día, hago flyers para mandar por internet o informar de los conciertos en eso que yo llamo ‘las redes sociales’, así que pasar de eso al cartel impreso es una consecuencia lógica. Solo hay que hacer una versión un poco más elegante en la cual no salga el logotipo del bar (con eso ya gana mucho en elegancia), minimizar la información, poner parte de esa información en la firma rotulando a mano el sitio, la fecha, y el resultado es una cosa que está bien. Además, estos carteles actúan como los discos, que hoy en día son para la gente como una postal, como una especie de recuerdo del concierto si le ha gustado”.
La creación de carteles es, además de un elemento imprescindible a la hora de informar de sus actuaciones, una forma de enriquecer su propuesta artística y de recuperar una de las formas de comunicación que tradicionalmente más vinculada ha estado al mundo de la música popular desde su aparición.
“Hay una relación entre momentos de la música y momentos del cartel. En los años 80 había un estilo en los carteles de punk, después en los años 90 se abandonó eso por una cosa elegante con una foto y, al lado de la mirada, un rótulo. Eso también tiene que ver con usos y percepciones que la gente tiene de las cosas. A finales de los ochenta o principios de los noventa era raro ver una ilustración como reclamo de un concierto porque eran más de fotografía, luego eran más de rótulo, y hoy, finalmente, no es tan raro que se utilicen ilustraciones. Esas cosas son muy curiosas porque de repente la gente dice ‘lo que más se ve es el rótulo. Tú pones Morfine o Los Mojinos Escocidos en rótulo y todo el mundo lo ve’. Bueno, todo el mundo lo ve si el resto de carteles que se pegan por la calle, uno al lado del otro, son fotografías. En el momento en que todo el mundo pone el nombre del grupo en letras grandes, lo que destaca es lo contrario, la fotografía”.
Esta necesidad de ofrecer algo más a su público no ha pasado desapercibida a las grandes discográficas que, para capear el temporal y luchar contra la piratería, han optado por el lanzamiento de ediciones especiales, imposibles de copiar por sus altos costes de producción en comparación al clásico CD, caras en el precio final y repletas de recuerdos como camisetas, reproducciones de entradas, llaveros y pósteres. Una filosofía que aunque similar, nada tiene que ver con el planteamiento de Víctor.
“No me gustan todas esas ediciones especiales. Suelen ser una cosa muchísimo más aparatosa que bonita en sí. Son horteras, entendiendo hortera como cosa aparente y suntuosa, pero cuyo contenido es un poco decepcionante. Incluso muchos disco-libros han estado llenos de contenidos huecos. Si haces una cosa de gráfica más un disco, lo que yo entiendo es que tiene que estar bien el libro y el disco. Si hago un libro y hay doscientas páginas de relleno o de los dibujos que hace mi primo, me parece que es una cosa un poco vacía.
Esto sucede porque las compañías enfocan la cosa hacia el objeto y no hacia el contenido. No soy nada fetichista respecto del objeto, me gusta el objeto si está bien pero no me gusta más porque tenga una caja de un grosor determinado. Valoro mucho la edición pero no creo que deba ser un repertorio de las tintas que puedas poner, del papel más gordo que puedas interpretar… Eso se parece más al catálogo de una imprenta”.
En la propuesta de Víctor Coyote no hay ni trampa ni cartón. Salvo algunas mejoras estéticas ya mencionadas, los carteles son los mismos que los utilizados para anunciar sus conciertos, solo que impresos en buenos papeles, intervenidos cuando así lo precisan y con tiradas muy limitadas.
“Los carteles más usados hoy en día son los de formato de bar, tamaño A3. Esos son justamente los que estoy haciendo, es decir, que es una cosa realista, que no es una reducción o una adaptación de un cartel grande. Suelo imprimirlos en digital porque es lo más sencillo pero acostumbro a rotularlos a mano, no lo puedo hacer en todos porque no siempre puedes rotularlo todo a mano, no te vas a hacer cincuenta carteles con la Comic sans, bueno, la Comic sans es muy fácil de hacer a mano pero la pregunta es quién quiere hacerla. Unas veces es así, otras incluso hago cosas con collage, con plantillas, mixtas, mezclando fotocopias e intervenidas posteriormente”.
En ocasiones también emplea serigrafía, pero suelen ser las menos porque el proceso de emulsionar las pantallas y las impresiones no suele ser compatible con los plazos, mucho más inmediatos. Este tipo de técnicas más artesanales y laboriosas, suelen reservarse para ocasiones especiales, como el single de adelanto de su último disco, Dos años luz y cuarto.
“El single de adelanto lo sacamos con una serigrafía. Fueron 250 ejemplares y los hemos vendido enseguida porque, si te gusta la música y el diseño, matas dos pájaros de un tiro gracias a que tiene el valor del disco y de lo gráfico. Es cierto que es un negocio pequeño, pero tal y como están las cosas, los negocios pequeños no se desprecian. Actualmente estamos trabajando a dos niveles, por un lado los negocios que se mueven a nivel de webs, de red y muy tecnológicos y, por otro, los que se mueven a nivel de pico y pala que es donde estamos nosotros”.
A diferencia de la serigrafía, de la que se estamparon más de doscientas copias, las tiradas de los carteles suelen ser muy pequeñas, entre cincuenta y cien unidades. Suficientes para satisfacer la demanda de los seguidores y las justas para que se agoten en un plazo de tiempo razonable. Solo así se podrán ir haciendo nuevos carteles y dar paso a la siguiente fase del proceso.
“A corto plazo, los carteles están pensados para que se vendan, pero a largo plazo, uno de los atractivos de este trabajo está en la acumulación. Que llegue un momento en el que exista una serie de carteles que funcionen como un recorrido de todo lo que ha pasado en esa gira. Con el tiempo este trabajo tendrá otra dimensión, igual que cuando Miguel Trillo comenzó a hacer las fotos de las tribus urbanas y que con el paso de los años ha acabado siendo todo un documento de ciertos sectores de la juventud de este país”.
Mientras que Víctor prefiere que su trabajo derive hacia la acumulación y se valore en conjunto, otros autores que también experimentan con el formato cartel se han decantado por aplicarlo a otras disciplinas.
“Hay gente que está haciendo una revisión de carteles de cine que ya existen como Pulp fiction. Aunque esté en la misma línea, a mí eso ya no me interesa tanto porque, si hay un magnífico cartel de Pulp fiction, ¿para qué hacer otro? ¿Para qué hacer el cartel de Vértigo si ya hay un gran cartel? En ese sentido, a mí me gustaría más ver el cartel artie de, por ejemplo, Dos rubias de pelo en pecho”.

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