Empecemos este relato con un flashback. Conocí a Andrew Pommier a finales del año pasado, cuando viajó a Málaga para presentar la exposición The Difference Between en la Alianza Francesa y aprovechó su estancia en tierras andaluzas para impartir un taller de ilustración en la segunda edición del Moments Festival. La respuesta del público superó las expectativas de la organización y entonces tuve la oportunidad de adentrarme en la obra de un artista que se debate entre expresar su imaginario más personal mediante cuadros de gran formato y mantenerse fiel a unos ideales alternativos con sus ilustraciones comerciales. Dos caras de una misma moneda que nos hacen reflexionar sobre los claroscuros de la realidad desde una perspectiva minimalista, aunque los retratos acaben tomando el protagonismo absoluto porque se alejan de los convencionalismos del género y subvierten las normas gracias a una iconografía a base de pájaros, máscaras, cigarrillos, conejos y toda clase de elementos que nos alejan descaradamente de los personajes representados. Esta entrevista está formada por las preguntas que me habría gustado hacer cara a cara a Andrew Pommier cuando nos conocimos en la ciudad natal de Picasso y el artista canadiense dejaba volar su imaginación en los instantes más insospechados del día, incluso dibujando en los manteles de papel que adornan las mesas de los restaurantes de barrio. Sin embargo, el paso del tiempo y las nuevas tecnologías han puesto las cosas en su lugar. Todo lo demás son bocetos efímeros de ciudades y recuerdos que se desplazan en bicicleta bajo la lluvia a modo de flashforward.
Te propongo empezar esta apasionante historia por el principio: ¿Qué recuerdos tienes de tu adolescencia en Canadá en la década de los 80 y cuándo descubriste tu pasión por el arte?
Crecí en el este de Canadá, en una pequeña ciudad minera llamada Sudbury que se encuentra al norte de Ontario. Era un buen sitio, pero había muy poca vida cultural debido a la enorme actividad industrial y a que todo giraba entorno a la explotación de depósitos de níquel. Mi primera influencia artística fueron los cómics y después el skate. Entonces decidí matricularme en la escuela de arte y eso me permitió salir de la ciudad, aunque no sentí una gran pasión por la pintura hasta el final de mi época como estudiante. Como puedes ver, llegué bastante tarde porque el mundo del arte tuvo que luchar contra mi idea preconcebida de que la creatividad era, básicamente, un trabajo comercial. Sin embargo, mis padres habrían apoyado cualquier camino que mi hermano Scott y yo hubiéramos elegido.
Mucha gente afirma que la ilustración no puede enseñarse en una clase porque es algo innato. ¿Cómo valoras tu experiencia en el Ontario College of Art and Design y el año que estudiaste en Florencia?
Estuve en Italia durante el último curso de la carrera y allí descubrí mi pasión por el arte. Entonces estábamos bastante aislados en la ciudad porque nuestro apartamento no tenía televisión ni teléfono, así que nos comunicábamos con los amigos y la familia mediante cartas y llamadas desde cabinas telefónicas. Vivíamos en nuestra propia burbuja y era genial. Los alumnos disponíamos de un espacio reservado en el estudio de la escuela y recuerdo que cada día iba allí a trabajar, pasar el rato o no hacer nada en los bares de la zona. También viajé bastante porque era mi primera vez en Europa y todo me parecía fantástico. Eso me motivó a recorrer el mundo. Allí aprendí que debes ser muy disciplinado en el estudio y me di cuenta de todo lo que puedes lograr en términos artísticos si le dedicas tiempo a algo que todavía es importante para mí. En lugar de estar en casa sin hacer nada, ahora puedo ir en bici a mi estudio de Vancouver para intentar plasmar alguna idea.
Tu carrera profesional despegó gracias a los gráficos que hacías para tablas de skate. ¿Cómo afrontabas la creación de esas ilustraciones comerciales para un soporte tan específico?
Al descubrir la tradición de los gráficos de skate, quise convertirme de inmediato en uno de esos artistas. La idea inicial era que las ilustraciones fueran para mi modelo pro de tabla, aunque eso no estaba escrito en el destino. Sin embargo, pasé la mayor parte de mi adolescencia imaginándome ese tipo de gráficos. Para mí no existe una gran diferencia entre pintura e ilustración porque disfruto ambas disciplinas por igual, a pesar de que implican distintas formas de compromiso y de libertad creativa. Cuando hago gráficos para skate, debo tener en cuenta la estética de la marca y, normalmente, colaboro con el director de arte. Cuando estoy pintando cuadros para una exposición, tengo que pensar en cómo se verá el conjunto una vez en las paredes.
Un elemento esencial de tu proceso creativo es dibujar bocetos e ideas en sketchbooks. ¿Cuándo empezaste a plasmar tu universo visual en ese tipo de libretas?
Los sketchbooks fueron el primer soporte en el que hice arte. Mis padres me daban una libreta y un bolígrafo para mantenerme ocupado durante los viajes familiares; Además, en clase tenía amigos a los que les gustaba mucho dibujar. Supongo que entonces me entró el gusanillo. Ahora, los sketchbooks son una constante en mi vida y se han convertido en una herramienta imprescindible. Sus páginas están repletas de imágenes aleatorias que hago en momentos de tranquilidad o de aburrimiento. También los utilizo para anotar ideas de cosas que quiero pintar o plasmar en ilustración. Cuando viajo, me gusta dibujar los sitios que visito en lugar de tomar fotos. Pocas veces hago piezas finales en una libreta porque los conceptos no respiran bien en este soporte. Sin embargo, hace un par de años hice una serie de pinturas de gran formato trasladadas directamente desde los bocetos. Las páginas de los sketchbooks desprenden una armonía y una energía que me resulta complicado recrear más tarde.
Por el contrario, con tus pinturas interpelas al espectador mediante una iconografía a base de retratos, conejos, cigarrillos y pájaros. ¿Qué objetivo persigues con estas piezas cercanas al surrealismo?
Quiero liberar las imágenes de mi mente utilizando las manos. Tengo tendencia a coger los mismos temas y representarlos desde distintos puntos de vista. A veces la iconografía se repite durante un período corto de tiempo y otras veces una imagen será recurrente durante años, como sucede con los conejos y los cigarrillos. Disfruto de la energía y del conflicto que me plantea la disparidad visual, pero no veo mi obra como algo surrealista en términos formales. Para mí, ese término es una referencia histórica que no está conectada con la actualidad y sólo reside en el trabajo de Dalí, Magritte o Ernst. Reconozco la influencia de estos pintores, aunque no son mi mayor fuente de inspiración.
Por curiosidad, ¿cómo es un día de trabajo habitual en tu estudio de Vancouver y qué técnicas artísticas te gusta poner en práctica para realizar tus obras?
No hay días habituales de trabajo porque no sigo una rutina, a no ser que tenga que preparar una exposición. Normalmente llego al estudio hacia las 14h y trabajo durante unas 8 horas. El ordenador está en mi apartamento, así que las entregas siempre las preparo desde mi casa. Si no tengo nada planeado, iré en bicicleta al estudio al atardecer, me centraré en algunos cuadros o, simplemente, intentaré cambiar mi contexto… y entonces puede que algo me inspiré a pintar. A veces, el hecho de estar inactivo te lleva a estar ocupado. Mis técnicas favoritas son el dibujo en bolígrafo sobre papel y la pintura al óleo sobre paneles. Me encanta hacer ilustraciones porque es algo inmediato y siempre lo tengo a mano. Y el óleo porque es un medio con personalidad propia. Además, me gusta su posición dentro de la historia del arte y la calidad de los resultados.
En un mundo tan globalizado como el actual, tus cuadros pueden interpretarse como una reacción a la cultura de masas. ¿De dónde surge la inspiración para coger los lápices y empezar a dibujar?
La inspiración viene de todas partes, ya sea visitando exposiciones en Vancouver, yendo a museos cuando estoy de viaje, leyendo, mirando películas, escuchando música, hablando con amigos o cruzándome con cosas en Tumblr. Me gusta viajar porque me ayuda a escapar de la rutina. A veces me pongo en la situación de que no puedo ir al estudio, como si tuviera un trabajo no relacionado con el arte, y entonces encuentro la energía creativa gracias a la falta de oportunidades. Diariamente estamos bombardeados por una gran cantidad de información y eso hace que la gente no pueda concentrarse en una única cosa para valorarla con espíritu crítico. Parece que la cultura actual está basada en el espectáculo y en los titulares de prensa. Focalizamos nuestra atención en Youtube y Facebook, pero es algo tan fugaz que resulta muy complicado tener impacto. Además, pocas veces hablan de arte.
En 2015 te invitaron al Festival Moments de Málaga para una exposición titulada The Difference Between. ¿Qué mensaje querías transmitir con esa colección de cuadros tan personales?
Quería mezclar obras de gran formato que había tardado semanas en hacer con pinturas más pequeñas e inmediatas. Años atrás estaba obsesionado con que mi trabajo demostrara que puedo pintar con cierto nivel técnico, pero recientemente ha aumentado mi confianza y sé perfectamente qué estoy haciendo con la pintura y el color. Por este motivo, los acabados y la perfección ya no son tan importantes en mi obra. He aprendido mucho de la reacción de la gente y también de lo que me gusta hacer. Todavía intento descubrir qué es mejor para mí en términos artísticos, sin embargo, soy consciente de que no soy el mejor comisario de mi propia obra. Por este motivo, las exposiciones son una manera de saber qué hago bien y qué errores cometo. La experiencia en Málaga fue genial y me habría gustado tener tiempo de visitar otras ciudades del sur de España. Con un poco de suerte, habrá otras oportunidades para regresar.
Tengo entendido que eres un gran aficionado a las bicicletas customizadas. ¿Te consideras un activista urbano o esa actividad influye en tu concepción artística?
Las bicicletas custom permiten desplazarme y se ajustan a mis requisitos personales. Siempre me ha gustado montar en bici y, habitualmente, la utilizo para desplazarme por la ciudad. De un punto A hasta un punto B, pero nunca para grandes distancias. Durante años utilicé una fixed sin frenos y era divertido, incluso un poco peligroso. Ahora tengo una vieja bicicleta de carretera que funciona perfectamente por la ciudad y para ir a mi estudio. Vancouver tiene muchas pendientes y se agradece disponer de un cambio con diversas marchas. Moverme en bici hace que mis ideas vuelen con total libertad, algo muy parecido a encontrar la inspiración en la ducha. En lo único que me considero activista es que pedaleo a cualquier lugar sin importar las condiciones meteorológicas y es habitual que llegue a los sitios empapado por la lluvia. Pero eso es parte del trato cuando vives en Vancouver y no te gustan las restricciones de tránsito de coches. Como puedes imaginar, los guardabarros son muy importantes en Canadá.
¿Te has planteado alguna vez retomar tus colaboraciones con bandas de rock o alejarte de los encargos comerciales para focalizarte en tus pinturas?
Me encantaría hacer pósteres para conciertos, aunque no estoy demasiado relacionado con la escena musical de Vancouver. Hace años dejé que algunas bandas utilizaran mis ilustraciones para sus portadas de álbumes y eran grupos que estaban conectados al mundo del skate. Incluso hubo un momento en el que me encargaron crear una portada para un artista famoso, pero el proyecto nunca pasó de la fase de boceto. El trabajo comercial está motivado por las necesidades de los clientes y se basa en la colaboración. Mis obras personales están marcadas por lo que yo quiero hacer y lo que quiero comunicar. Ambas aproximaciones me gustan y pueden ser frustrantes o gratificantes al mismo tiempo.
Para terminar la entrevista, una pregunta de ciencia ficción: si tuvieras una máquina del tiempo ¿a qué personaje histórico te gustaría conocer en persona?
Me encanta leer ficción cuando me acuerdo de que eso es algo que me gusta hacer, así que elegiría a Kurt Vonnegut. Me fascinan las imágenes que aparecen en mi cabeza a partir de un libro bien escrito.
Texto: David Moreu • Foto cedida por Staf Magazine & Moments Festival• Web del artista: www.andrewpommier.com
Publicado en Visual 181