Cartelista, diseñador gráfico, autor de cómics… Bendik Kaltenborn ha visitado Madrid para inaugurar una exposición, presentar su último libro titulado Me gustas mucho, Bendik Kaltenborn, publicado por la editorial logroñesa Fulgencio Pimentel, y hablar de su estupendo trabajo. Publicado en Visual 177
Nacido en Noruega en 1980, Bendik Kantelborn hace tiempo que ha dejado de ser una joven promesa de la ilustración para convertirse en un profesional de prestigio con una vasta trayectoria en la que se incluyen varios libros de cómic, decenas de portadas de discos y carteles, entre otros muchos proyectos relacionados con el mundo del diseño.
Desde sus primeros trabajos, Kantelborn ha logrado desarrollar algo que resulta clave para cualquier profesional del campo visual y narrativo: un estilo propio muy reconocible, basado en un trazo ágil, rotulaciones a mano y una paleta de color muy optimista y potente. Características que, a pesar de todo, no son infalibles. Una revista a la que se le ofreció recientemente una entrevista con Bendik Kantelborn la rechazó porque no era “suficientemente gamberro”. Es evidente que habían mirado los dibujos pero no habían leído sus historias.
“Es cierto que mis dibujos no son muy punk o gamberros pero las historias sí que tratan temas más fuertes. Por ejemplo los tres hombres de la serie ‘La hora del lobo’ son tres viejos comportándose como adolescentes salvajes”.
La hora del lobo es una serie que Kantelborn realiza para la revista literaria Bokvennen en la que unos amigos de edad madura mezclan referencias de la alta cultura con comportamientos lúbricos, ebriedad y provocaciones. Unas historias trufadas con citas de Shakespeare, Casavettes, Bergman, Joy-ce, Conrad o Hemingway y que dan un nuevo matiz a la advertencia “cómic para adultos” a la vez que lo entroncan con la tradición cultural más europea.
“Evidentemente mis cómics son para adultos. No tanto por las situaciones sino por los contenidos que se pueden entender sin necesidad de las notas que incluyo al final de mis libros, pero que me gusta ponerlas para explicar cómo surgieron las historias o los personajes. En cuanto a lo de que sean muy europeos, ahora se va a publicar mi primer libro en Estados Unidos. Ha tardado un poco y ha llegado después de haber publicado en Francia, España y Alemania pero no sé cuál es la razón. De hecho, tengo un colectivo de ilustradores con un grupo de amigos, Dongery se llama, con el que, entre otras cosas, hacemos un fanzine. Cada año viajamos a Estados Unidos a las ferias de cómics. Allí a la gente le gustan mucho. Los miran, les encantan. Los vendemos todos”.
Es difícil imaginarse de dónde obtiene Kantelborn la materia prima para crear sus historietas. Él dice que surgen de ser un buen observador y estar atento a lo que sucede en la cola del supermercado, de los diálogos de los adolescentes, de anécdotas que le cuentan sus amigos. Sea como fuere, lo cierto es que su trabajo está plagado de personajes peculiares que caminan entre lo inusual, lo heroico y lo ridículo.
“Hay que estar atento a lo que sucede a tu alrededor. Escuchar cómo habla la gente. También funciona muy bien coger determinadas personas y ponerlas en contextos diferentes, como grandes hombre de negocios hablando de temas absurdos”.
Es inevitable que se venga a la cabeza una de sus historietas en la que un hombre aparentemente respetable y muy ocupado habla por teléfono. El personaje cuenta con una verborrea desbordante una anécdota sobre una obra doméstica y un grupo de obreros polacos a los que el protagonista invita al cine por una razón que el lector no acaba de entender. La película, evidentemente, no gusta a los polacos.
“Sí, es justamente eso. Ese diálogo se me vino a la cabeza de una forma torrencial. Casi no me daba tiempo a escribirlo porque lo iba escuchando en la cabeza y no paraba. Luego, la anécdota de los obreros no está tan lejos de la realidad como pudiera parecer. En realidad me la contó un amigo que tenía un obrero trabajando en casa en la época de Navidad y decidió hacerle un regalo. ¡Le regaló un cuchillo para el pan! ‘Hola, feliz Navidad, te regalo un cuchillo para el pan’. La vida es así”.
Ante semejante elenco de personajes, surge la pregunta de qué es lo que piensa Bendik Kantelborn sobre la Humanidad. De hecho, salvo dos personajes, una madre y un niño implicados en el robo de un banco, el resto no salen muy bien parados de sus historias.
“No odio a la humanidad, pero sí es cierto que mis personajes son muy raros. No sería gente con la que me relacionaría. Mi entorno no es así ni me gustaría que lo fuera, pero es curioso eso que comentas del personaje de la madre y el niño. La primera viñeta de esa historia, en la que la madre sale cortando una pizza y está hablando con el niño es una escena sacada directamente de mi infancia, de ver a mi madre hacer exactamente eso. El resto, lo del robo del banco, no, claro”.
Es de agradecer la aclaración. A la vista de ciertos trabajos de Bendik, especialmente sus acuarelas con extraños personajes, alguno podría pensar que esas locuras podrían ser biográficas.
“Las acuarelas las suelo realizar en una cabaña que tengo en la montaña. Está toda aislada y allí dibujo lo que me apetece, sin que medie encargo alguno por parte de un cliente”.
Entre las diferentes cosas que dibuja en esas acuarelas se encuentra una especie de lobo-araña, una criatura monstruosa que aglutina sus dos animales más temidos.
“Sí, me dan mucho miedo las arañas y los lobos. No sé por qué y no es porque en la zona de la cabaña haya muchos lobos. Lo que hay son pájaros y también son peligrosos. Una vez soñé que un pájaro entraba en la cabaña, me perseguía, me golpeaba y me mataba. Mientras estaba tirado en el suelo el pájaro estaba ahí y en la pared había una especie de cronograma en el que se resumía toda mi vida. Se puntuaban las cosas buenas y malas que había hecho. Una cosa un poco rara…”.
Lo raro es cómo todo ese universo extraño surgido de esa mezcla que producen las pesadillas y el humor de los Monty Python, lejos de resultar terrorífico o derrotista, es altamente adictivo y optimista.
“Creo que sucede un poco como con los dibujos de Jim Woodring. Son personajes aparentemente infantiles, que dan bastante miedo, pero que te gusta seguir leyendo”.
Ese toque amable, en el caso de Bendik radica en buena parte al empleo de generosas manchas de color y una paleta muy contundente que nadie pensaría que surge de escenarios y ambientes tan monocromáticos como los del norte de Europa.
“No creo que mi paleta sea tan potente. De hecho creo que una gama de colores excesivamente llamativa para lo único que sirve es para desviar la atención de lo que quieres contar. Suelo utilizar amarillo, azules, rosas pero de una forma bastante equilibrada”.
El estilo que Kantelbon desarrolla en sus cómics es prácticamente el mismo que emplea a la hora de desarrollar su faceta como diseñador gráfico. Sus carteles para cine, sus portadas de discos son una especie de viñetas gigantes, llenas de color, con estupendas rotulaciones, capaces de combinar la excelencia artística con las necesidades de comunicación de los clientes.
“En Noruega es habitual la ilustración para los trabajos de diseño. Hay bastante cultura de la ilustración, existen muchas agencias de ilustradores, muy potentes y que funcionan muy bien. Además, las agencias de publicidad y los clientes son muy receptivos a usar ilustraciones. Para nada se plantearían utilizar una fotografía de banco de imagen. ¿Aquí en España no sucede lo mismo?”. Texto Eduardo Bravo