Nuestro abecedario tiene una clara ascendencia latina, entiéndeme, aunque sus contornos sean tan esbeltos como la silueta de Jennifer López no se trata de ese tipo de ascendencia latina sino que me vengo a referir a latina en relación con la lengua de la antigua Roma. Basta con ir a cualquier ciudad o museo que conserve vestigios del Imperio Romano para darnos cuenta de que las inscripciones lapidarias llevan caracteres que son perfectamente reconocibles dos milenios después y no es solo que podamos identificarlos todos sino que nos parecen incluso contemporáneos por la sencilla razón de que utilizamos muchas fuentes inspiradas en ellos. Es el caso de las familias llamadas precisamente Roman o romanas porque su diseño obedece a aquellos perfiles clásicos. Los mismos glifos que entonces cincelaban los escultores sobre mármol de Carrara los viene trazando el ordenador con la tecnología ATM implantada por Adobe Systems en los años 80 y desarrollada por el equipo de diseñadores gráficos que tenían en plantilla.
Uno de ellos era Carol Twombly, esta tipógrafa y calígrafa norteamericana dominaba el oficio tradicional antes de adquirir los conocimientos de postcript que le permitieron especializarse en la vectorización del alfabeto latino, por su aportación pionera en el ámbito de la infografía fue la primera mujer en recibir el premio Peignot de la Asociación Tipográfica Internacional en reconocimiento a la creación de tipos tan populares como Adobe Caslon, Myriad, Charlemagne y Lithos, aunque el mejor ejemplo de lo que decíamos es la fuente que sacó en 1989 con los últimos adelantos del lenguaje vectorial y nombre de emperador hispano: Trajan. Entiéndeme bien, no hispano porque bailara reguetón sino porque nació en la Hispania tarraconense allá por el siglo I dC.
Pues bien, la Trajan, que la vemos utilizada en cubiertas de best sellers y en la cartelería de películas de gran éxito, está directamente tomada de una lápida macilenta y descantillada del año CXIII, lo escribo en números romanos para subrayar su antigüedad y de paso, señalar que no incluye minúsculas al ser una grafía inexistente en aquella época. No es exagerado decir que estamos viviendo una trajanomanía muy próxima a la saturación, al menos en lo que respecta al cartel de cine; a su rueda saltaron otros tipos basados en Trajan que se han puesto a libre disposición en Internet, la Requiem de Jonathan Hoefler (1992) Cinzel de Natanael Gama, incluida entre las Google Fonts usables en la red y finalmente la fuente Traiano de la agencia italiana Studio Di Lena que incorpora las minúsculas siguiendo las recomendaciones del libro Roman lettering. A study of the letters of the inscription at the base of the Trajan Column publicado por Leonard Evetts en 1938. ¿Y dónde está la lápida con esa inscripción tan atractiva? Donde estuvo siempre, en Roma. Entre las bibliotecas griega y latina del Foro de Trajano hay una torre atalaya del arquitecto Apolodoro de Damasco. El propio emperador la mandó construir en conmemoración de sus victorias y fue el lugar destinado a conservar sus cenizas, por lo cual se conoce como Colonna Traiana. Concretamente, la lápida está justo sobre la puerta de entrada, por ahí se accedía a una escalera interior de caracol que sube a lo alto del monumento para poder contemplar la ciudad eterna desde un privilegiado mirador; Goethe subió esos 185 escalones en 1787 y pudo disfrutar de unas vistas incomparables desde el balcón elevado a unos 35 metros. Por la parte exterior la Columna Trajana lleva un friso dispuesto en espiral que es como un inmenso cómic en bajorrelieve donde se narra la conquista de la Dacia. Debido a su importancia turística y documental ha recibido una especial atención en diferentes épocas de la historia.
La última rehabilitación del monumento coincidió con la aparición de la fuente de Adobe, es posible que la diseñadora estadounidense se sintiera motivada por las publicaciones del romanista escocés Jon Coulston, que aprovechó el andamiaje para estudiar la iconografía de los bajorrelieves. También en 1939 se habían colocado andamios para sacar réplicas de las figuras, en aquella ocasión coincidió con la aparición de la tipografía Trajanus del calígrafo virginiano Warren Chappell, cuyas mayúsculas se ciñen a los diseños romanos aunque propuso unas minúsculas de aspecto medieval claramente anacrónicas. Frederic Goudy sacó en 1930 la fuente Goudy Trajan y publicó The Trajan Capitals (1936) y los Principios de rotulación (1942) con múltiples variantes caligráficas de cada una de las letras. Otro estudio específico es el que realizó Edward Catich con el propósito de explicar cómo se pudieron trazar unos tramos de letra más gruesos que otros sobre una superficie de mármol; ello presupone que las letras cinceladas en la piedra se habían distribuido cuidadosamente entre líneas paralelas, luego rotulado con un utensilio plano que garantizase un trazo de grosor variable en función de su trayectoria, y finalmente se procedía al vaciado de la letra respetando esa modulación tan característica del alfabeto latino. El padre Catich lo publicó en dos trabajos titulados Letters Redrawn from the Trajan Inscription in Rome (1961) y The Origin of the Serif (1968)
Metidos ya en aquellos años anteriores a la informática entramos en los dominios de Letraset, que suministraba hojas de letras transferibles con una gran cantidad de modelos previamente diseñados para las imprentas mecánicas y entre ellos figuraban muchos que la lápida ha inspirado, ya fuera exactamente como la Weiss cortada por Emil Rudolf Weiss en 1926, o de forma aproximada como la Optima que diseñó Hermann Zapf en 1955 con los terminales insinuados.
La verdadera importancia de la lápida no estriba en el lugar donde está situada ni tampoco en el contenido de su mensaje que, como en otros rótulos, comienza con la denominación oficial del imperio: SENATVS POPVLVSQVE QUE ROMANVS (Senado y pueblo de Roma) que da origen al acrónimo SPQR; el secreto de su éxito radica en el elegante diseño de los glifos que constituyen el modelo más perfecto del alfabeto latino y concretamente de la quadrata, que era la preceptiva en la rotulación suntuaria a principios de nuestra era. La inscripción ha servido de referente para nuestras mayúsculas durante casi dos milenios. Dice el diseñador gráfico Carl W. Scarbrough:
Me pregunto si la gran mayoría de personas que utilizan Trajan porque está de moda saben realmente apreciarla y entender su historia. Los medios por los cuales las formas lapidarias monumentales llegaron a ser parte del acervo tipográfico contemporáneo (tanto sucintamente como mediante la adición de la minúscula carolingia) constituyen una compleja historia sobre la adaptación evolutiva que todos los diseñadores que se precien deberían saber Así es, no en vano la fuente que utilizó el rotativo londinense The Times desde 1932, la Times New Roman, es un diseño que Stanley Morison realizó después de haber recuperado la Garamond con el nombre de Monotype Garamond, así que obedece a un profundo conocimiento de la tipografía Old Style que puso a la industria inglesa a la cabeza de la creación de tipos metálicos, cortados y fundidos manualmente por leyendas como William Caslon, que creó la fuente que lleva su nombre en 1725 y precisamente es otro de los clásicos que actualizó Carol Twombly para Adobe.
Fue en el Renacimiento italiano cuando los tipógrafos tomaron por modelo las inscripciones romanas en plena discusión sobre cual era la técnica más adecuada. Eran tiempos de profundas reformas, cuando aún estaba reciente la aparición de la imprenta que dejó sin empleo a tantos escribanos, los medios mecánicos dictaron su ley como se desprende del nombre que tomó el texto manuscrito, de pronto la forma tradicional de escribir pasó a recibir el nombre de letra gótica que no se utilizaba anteriormente y tenía connotaciones despectivas, gótico era lo antiguo, lo bárbaro; la caligrafía humanista tendía gradualmente a la sencillez y su mejor aliado era el clasicismo. En las imprentas entraron en liza dos criterios, de una parte estaban los partidarios de caligrafiar los modelos de letra como se había hecho siempre, siguiendo la idea inicial de Gutenberg de que el texto impreso fuera difícil de distinguir del manuscrito, pero el espíritu renacentista hizo que proliferaran los partidarios de perfilarlas con instrumentos de dibujo técnico, aplicando una lógica geométrica que unificara criterios en las proporciones y los detalles, este perfeccionismo prevaleció por influencia de un verdadero hombre del renacimiento como Luca Pacioli que escribió el tratado De Divina Proportione (1509) haciendo con las letras lo mismo que hizo Leonardo Da Vinci con la anatomía en su célebre hombre de Vitruvio.
El maestro de la pintura Alberto Durero, metido también a tipógrafo, había optado por la ambígüedad al publicar en 1525 dos alfabetos completamente distintos: uno romano y otro gótico. El primero lo perfiló con nociones de descriptiva y el gótico-medieval lo caligrafió a pincel; como la letra gótica inició un rápido declive terminó prevaleciendo la romana. Claude Garamont sacó en 1530 la fuente que lleva su nombre (con una ligerita falta de ortografía en la última consonante) aún con numerosos arcaísmos en comparación con la que se utiliza hoy pero, sin duda, una de las más influyentes en el devenir de la tipografía. La única voz discordante la daba Giovanni Francesco Cresci que publicó el tratado Discorso delle maiuscole antiche romane (1570) en defensa del ductus, es decir, la conducción del trazo a mano alzada, ya que lo consideraba la mejor forma de recrear la scriptura monumentalis. Refrendó su criterio con buenos trabajos sobre los rótulos romanos antiguos y entre ellos, la inscripción grabada en la Columna Trajana. No eran reflexiones interiores como las que surgen en el estudio ante una hoja de papel en blanco sino que la controversia sucedía en público en un contexto de grandes reformas urbanísticas que requerían de soluciones inmediatas.
La Columna Trajana estaba siendo estudiada por la curia para juzgar la conveniencia de aquellas imágenes paganas, del balcón superior colgaban canastos desde donde los artesanos sacaban molde de yeso a los bajorrelieves, finalmente se optó por dejarla en su sito después de coronar el monumento con una escultura de San Pedro en lugar de Trajano que, de todos modos, había desaparecido de allí en alguna de las caídas de Roma. Las inscripciones nuevas las realizó Luca Horfei siguiendo las disposiciones de Cresci pero asegurándose de alcanzar una gran perfección geométrica y a la inversa, se advierte en los tipógrafos una coherencia en el trazo que indica que los tipos realizados obedecen a una gestualidad previa; sucede en la Garamond y en su predecesora, la Bembo, fundida en 1496 por Francesco Griffo para la imprenta de Aldus Manutius. La gestualidad es muy evidente en la letra minúscula cursiva que ambos introdujeron por primera vez, tomaba por modelo los escritos papales que era quien disponía de los mejores amanuenses, el cúmulo de nombres que recibió esa tipografía denota que levantó disparidad de opiniones, los que no la veían con buenos ojos la llamaron directamente bastarda, los que querían quitarle hierro al asunto la llamaban cancilleresca (en inglés, chancery) como dando a entender que no simulaba la letra del Papa sino la de sus funcionarios, se llegó a decir que estaba tomada del puño y letra de Petrarca quien se caracterizaba por bordar los nuevos cánones de la caligrafía humanística. Hay quien la llama letra aldina en recuerdo del editor que la promovió, el primero que sacó libros de bolsillo en formato octavilla, el primero que editó libros en lengua romance vernácula (italiano en este caso), el primero que hizo diseño gráfico con los bloques de texto. Tanto es así que ha dado nombre a una empresa especializada en ello y a su software específico: Aldus Page Maker. Otros prefieren llamarle grifa… entiéndeme muy muy bien ¡nada que ver con el costo marroquí! Es por el apellido del tipógrafo que la fundió por vez primera. Aldus y Griffo la desarrollaron inicialmente como un tipo independiente pero terminó formando parte de las fuentes que la incluyen como un estilo de texto alternativo, el que llamamos cursivas, itálicas o, en español, bastardillas.
La Bembo y la Garamond han tenido tanta influencia en la tipografía moderna que juntas constituyen una familia conocida como romana garalda, por combinación de los nombres de Garamont y Aldus y aún anteriormente hay que destacar a Nicolás Jenson, un impresor francés que aprendió el oficio directamente del propio Gutenberg en Maguncia, la ciudad natal del padre de la imprenta. Fue requerido en Venecia, donde se había originado el interés por recuperar el estilo de letra romano, y allí diseñó y fundió muchas fuentes con los medios primitivos, incluso otros alfabetos, pero nosotros le recordamos porque en 1472 puso en la matriz la primera gran fuente Old Style, la Jenson, pionera de las que solemos llamar “con serif” por contraposición a las Sans Serif, adelantando así el trabajo a Teobaldo Manitius, padre de Aldus, que adquirió su imprenta con la colección de tipos metálicos y pudo empezar a perfeccionar aquel tesoro. Esa ha sido la dedicación de cuantos hemos mencionado y muchos más que quedan en el tintero.
La imprenta es una tropa de 26 soldaditos de plomo con los que se puede conquistar el mundo dijo Johannes Gutenberg. Daré por ganada esta refriega si te has quedado con las ganas de saber de dónde proceden las minúsculas y piensas satisfacer tu curiosidad en el próximo número de esta revista.
Tomás Sainz Rofes