La legislación europea señala que, a partir de septiembre de 2020, sólo se autorizará la venta en la UE de aquellos instrumentos de iluminación que alcancen un determinado nivel de eficiencia energética. Eso está bien. Siempre está bien. El beneficiado es el planeta, así que habrá que hacer el esfuerzo. Hasta ahí, todo correcto. ¿Todo? Nada es blanco ni negro.
Esto merece una reflexión. Un sector industrial que mueve muchísimos millones de dólares al año se va a ver empujado a unos beneficios desorbitados gracias a la medida. Cada foco, cada luminaria, va a ser sustituido. ¿No sería razonable que ellos aportaran una parte de ese beneficio inesperado en favor de los Estados que les ponen en bandeja el negociazo? Estamos acostumbrados: consiguieron que todos compráramos un coche diesel, y ahora que lo tenemos van a tener que dejar de circular. Pusimos placas solares en los edificios, que hoy pagan unos impuestos que las hacen inviables.
Es cierto que las lámparas halógenas o de tungsteno consumen muchísimo más que las nuevas de led. No menos cierto es que ofrecen una luz que en determinados casos justifican ese consumo. Por no hablar de que estas transiciones tienen siempre un coste altísimo. Las asociaicones de iluminadores denuncian además que las empresas proveedoras no están preparadas tecnológicamente para ofrecer alternativas equivalentes, porque simplemente no existen, no se han desarrollado aun. En regulaciones anteriores se contemplaban exenciones y limitaciones para la iluminación escénica. No sucede ahora. Ningún accesorio de tungsteno cumple el requisito de 85 lúmenes por vatio. Incluso muchos elementos de iluminación basados en led no cumplen esos requisitos. Después de septiembre de 2020, no se podrán suministrar nuevas existencias de dichos equipos al mercado de la UE.
Todo esto va a suponer también un coste para la cultura. Teatros y salas de ocio y espectáculo tendrán que afrontar en un corto espacio de tiempo unas inversiones que obligarán a cerrarlas. Parece que nadie ha previsto esto. Las lámparas podrán seguir usándose pero no podrán ser sustituidas cuando se fundan.
En respuesta a todo ello, la Asociación Internacional de Diseñadores de Iluminación ha lanzado la campaña #SaveStageLighting. No se trata de procurar frenar esta nueva normativa, sino de que se adapte a la realidad específica del sector.
Es curioso como siempre las grandes multinacionales salen ganando. Y como los ciudadanos ven siempre peligrar lo que les ocupa, nada hemos oído de ayudas o planes de renovación subvencionados. Ni de plazos singulares para la iluminación cultural. Siempre es lo mismo. Publicado en Visual 192