Hace unos años una situación absurda se llevó por delante a muchos de los mejores profesores de diseño. Era habitual, especialmente en Barcelona, que los mejores profesionales dedicaran una parte de su tiempo a dar clases. Eso, en el tiempo, dio con una formación de diseño envidiada en el mundo. Escuelas como Massana o Eina, en Madrid Arte10, eran ejemplo, y garantizaron promociones de alumnos bien formados, con una mente abierta y familiarizados con la práctica real del diseño.
Al homologarse los estudios de diseño a los estudios universitarios, se requirió una titulación que no existía hasta entonces: había que ser graduado en diseño para enseñar diseño, desde el primer día de existencia de los estudios de grado. ¿Había salidas? Es evidente que sí. Otras disciplinas habían pasado muchos años antes por esta situación, y se habilitaron convalidaciones por ejercicio profesional y puentes académicos… no sucedió aquí con el diseño. Aunque se intentó exigir a través de una plataforma creada para ello, existían las presiones de las facultades que tenían especialización en diseño, y que veían ahora cómo su “competencia” se quedaba sin profesores. Lo de menos era el diseño. Lo de menos eran los alumnos. Todo se reducía a una batalla docente donde los demás éramos espectadores.
Algunas escuelas habilitaron fórmulas para acondicionar a sus profesores a la nueva situación. Incluso algunas directamente monetizaron el problema convirtiéndolo en oportunidad de negocio.
Si los profesores afectados intentaron organizarse, no lo hicieron las escuelas, que hubiesen tenido mucha más fuerza. Cada una procuró buscar réditos en aquel río revuelto, ser más lista que la de al lado… hoy los estudios de diseño puede que tengan mayor rango, sean más caros. pero no son mejores.
Hace unas semanas nos encontramos en la prensa con este titular: “La prestigiosa escuela de arte Massana de Barcelona graduó a 18 de sus profesores sin ir a clase”. En una realidad de prestigio cuestionado del sistema universitario, el titular cae como una losa. Aunque sea cierto: Massana efectivamente creó un sistema de evaluación para sus profesores, que permitiera minimizar los daños de aquellas decisiones injustificadas. Massana fue la que estableció un sistema más honesto. Otras lo hicieron infinitamente peor. Pero solo se ha hablado de Massana en los medios… porque es pública.
Han pasado unos años de esto. Ya casi ni nos acordábamos. Pero un titular en prensa resucita el fantasma y reabre la herida. Y nos recuerda que las cosas no se hicieron bien. Todos quisieron arañar unas pocas migajas mientras les estaban arrancando el pan entero. Publicado en visual 195
Texto: Alvaro Sobrino