Empezaron esos que se han dado en llamar “los ayuntamientos del cambio”. Frente a la política de concursos, se fue instaurando otra, la de las llamadas a proyecto. Para hacerlo rápido, digamos que es un concurso de dossieres, en los que los diseñadores demuestran su capacidad e idoneidad para el encargo, sin tener que presentar trabajo específico para la ocasión. Todo son ventajas: la calidad aumenta sensiblemente, porque los profesionales vuelven a estar ahí para resolver problemas de diseño, que de eso se trata. La calidad también vuelve, los criterios de selección son ahora para elegir diseñador y no para elegir cartelito, y con eso, aunque el criterio del eligiente no sea siempre todo lo cualificado que sería deseable, es más difícil equivocarse.
Algunas asociaciones –la ADG-FAD en Barcelona y la ADCV en Valencia– se han ido ofreciendo para definir, tutelar y orientar esos procesos, lo que ha servido para que además de hacerse, se hiciera bien, con criterio.
Y así, poco a poco, se va dignificando la gráfica institucional y el trabajo de los grafistas. Nada podía fallar… ¿Nada?
Siempre hay alguien con tan buena intención como enorme estulticia que vendrá a barrenar ese trabajo.
Esta vez ha sido Dimad, la asociación de Madrid que en su papel de cero a la izquierda vuelve a echar lodo sobre el diseño y los diseñadores.
Dimad convoca una llamada a proyecto para el diseño gráfico de la exposición Producto Fresco 2019.
La envergadura del encargo es la siguiente: Reinterpretación de la imagen del proyecto; coordinación con el diseño expositivo para asegurar la adecuación de la gráfica en la muestra; aplicaciones para la gráfica expositiva, catálogo impreso y digital, web, redes sociales, etc.; y por último, diseño de portada del catálogo y supervisión de interiores.
En principio todo parece estar bien. El problema llega con la remuneración: quinientos euros. Y con ello, se marca desde la representación del colectivo un nivel de precio insultante. No queremos decir que no pueda trabajarse a ese precio o sin cobrar para una asociación, es práctica habitual y deseable que los miembros de un colectivo profesional pongan su trabajo al servicio del mismo, se ha hecho siempre y se seguirá haciendo. Pero, ¿era necesario entonces hacer un concurso de dossieres? ¿era conveniente “vestirlo” de encargo, marcando unas pautas de conducta que las asociaciones deberían denunciar y no alentar? Tratándose de un concurso interno solo para miembros de la asociación, ¿a qué responde hacerlo público y darle difusión, con el perjuicio que supone para los diseñadores? Si nos atenemos a ejemplos concretos, la llamada a proyecto para la campaña de la Generalitat Valenciana tenía como remuneración 17.000€; el Centro Insular de Artes Escénicas de Tenerife, fijó en 3.000€ el precio de su nueva identidad, también en una llamada a proyecto. Podríamos mencionar decenas de ejemplos, unos mejor remunerados y otros, no tanto. Pero Dimad ahora rebaja el listón hasta el ridículo, y lo hace sin tener en cuenta que puede ser tomado como una referencia.
Cabe por último mencionar que el Ayuntamiento de Madrid, ámbito de actuación de Dimad, elabora cada año el llamado “Acuerdo Marco de Creatividad y Diseño Gráfico”, por el que son elegidos con criterios objetivos y cuantificables los diseñadores que realizarán las labores de diseño para el Consistorio. Un avance impensable hace solo unos años, y que debería Dimad no barrenar desde su miopía. Publicado en Visual 195