Una sentencia del Juzgado de lo Mercantil número 1 de Pamplona estima la demanda que se interpuso contra Mikel Urmeneta y otros cuatro dibujantes de Katuki Saguyaki, a quienes condena a “cesar o abstenerse de iniciar” la reproducción de los dibujos del ‘Universo Kukuxumusu’. En cuanto a la cuantía del pago, la sentencia apunta que se determinará, con arreglo a esta base y en atención al importe del royalty hipotético resultante del informe del experto citado por la juez, “el 21,12% sobre ventas netas de productos infractores”, que se determinará en la ejecución de la sentencia.
Así, a botepronto, ese veintiuno por ciento sobre las ventas parece abusivo. Cualquiera que se dedique al negocio de las camisetas y los gadgets sabe que ese margen no se alcanza nunca. Y si la vulneración es de derechos de propiedad intelectual, ¿no sería razonable que estuviera la cifra más próxima a lo que se cobra por ellos (entre un tres y un diez por ciento en el mejor de los casos)?
El tema es delicadísimo. Si bien está claro que habiendo uno vendido los derechos de unas obras en exclusiva no puede explotarlas comercialmente, lo que aquí subyace es mucho más inquietante. El estilo muy definido e inconfundible de Urmeneta es lo que está en juego: ¿Puede realizar variaciones o transformaciones, y cuánto hay que “variar” para no vulnerar lo pactado? ¿Tiene que abandonar ese estilo tan significado para que no se le acuse de plagiarse a sí mismo? ¿Sería eso moralmente aceptable?
Como ha afirmado el propio Urmeneta, esta sentencia favorece a lo mercantil y penaliza a la creatividad.
Las asociaciones profesionales de ilustradores y artistas plásticos del Estado (Euskal Irudigileak-APIE, VEGAP, FADIP, AGPI, APIM, APIV, APIC) apoyan a los creadores de Katuki Saguyaki y rechazan el abusivo intento de explotación de las creaciones por parte de Bermejo, donde se violan de forma clara los derechos morales de los autores, se destroza la integridad de las obras, y se fagocitan y plagian personajes de los autores jamás cedidos a la empresa de Bermejo, curiosamente fundada por Mikel Urmeneta.
Estos temas no son nuevos. Son recordados los sonoros litigios entre el creador de historietas Ibáñez y la editorial Bruguera. Los ilustradores de prensa saben bien lo difícil que es limitar el uso de lo que se dibuja por encargo. Y más allá, cuando el de-sacuerdo trasciende unas obras, y roza con la esencia del estilo del ilustrador, además de ser mucho más resbaladizo el terreno, afecta directamente al alma de la ilustración de un autor.
Sin hacer una valoración jurídica para la que no estamos preparados, sí conviene decir que nos entristece. La creación gráfica se está convirtiendo en una actividad irrespirable. La precariedad imperante en lo laboral en casi todos los ámbitos, en el nuestro se convierte en precariedad espiritual. Malos tiempos para nuestra lírica.
Publicado en Visual 185