Por curiosidad científica –entiéndase la ironía–, no me he resistido a seguir las testificales del juicio del procés que se referían a lo impreso, lo publicitado y lo diseñado. Y claro, a uno se le caen los palillos del sombrajo al ver que el fiscal, que debería haberse estudiado el tema para interrogar, no distingue entre un dominio y una URL. Y tampoco sabe como se contrata un dominio, intentando ver una rebelión en que se haga en Irlanda, sin entender que el mercado global lo es en todo, pero más si cabe en lo que se refiere a la contratación en los territorios virtuales. Me venía a la cabeza doña Teófila, aquella alcaldesa de Cádiz que para intentar justificar que había gente que pedía ayudas sin necesitarlas, dijo aquello de “vienen a pedir ayuda para comer y luego resulta que tienen una cuenta de twitter, y eso cuesta dinero, ¿no?”. Al final, como siempre pagan los parias, la fiscalía pide que se investigue si un pobre impresor al que el interrogatorio le venía enorme ha incurrido en falso testimonio en su declaración. Llama la atención, porque si algo ha quedado claro es que mentir, lo que se dice mentir, ha habido uno en ese juicio que ha superado todas las previsiones. Lo que no se sabe es si es Rajoy o Urkullu (yo tengo mi apoinión, claro), pero en uno de esos dos testimonios alguien se inventó toda la película, no pueden ser verdad los dos. Pero a esos nadie va a pedirles explicaciones, que para la justicia somos todos iguales, pero unos más iguales que otros.
Por un Ministerio del Diseño… ¿en serio?
Enmarcado en el Madrid Design Festival se celebró una jornada titulada “Por un Ministerio del Diseño”. Y de ahí la conclusión, ocurrencia habría que mejor decir, es una recogida de firmas. El texto a apoyar es el siguiente:
“Porque creemos en el diseño como herramienta para repensar nuestra sociedad, la manera de relacionarnos entre nosotros y con nuestro planeta. Porque el buen diseño va más allá de lo funcional, más allá de lo estético. Es una actitud. Es ético. Es político. El buen diseño es economía, es industria y es cultura, capaz de derribar muros y sacudir conciencias. Es transformador. Es sostenible. Es inclusivo y democrático. Sin prejuicios ni estereotipos de por medio. Y es capaz también de crear futuros. Sin fronteras. Sin trincheras. Y es por eso, porque creemos en el enorme poder del buen diseño, que creemos en un ministerio que ayude a gobernar. A gobernar desde el diseño”. Da un poquito de vergüenza ajena. De momento, llevan en change.org trescientas ochenta y siete firmas. No sé si es una buena noticia o mala. Si ese es el apoyo real a la reivindicación de nuestra actividad, es una apaga y vámonos. Si por el contrario, es que mantenemos un mínimo de cordura ante estos brindis al sol, entonces es que aun hay esperanza.
Millones y millones
Andan en Valencia revolucionados con la publicación del Informe sobre el Diseño en la Economía de la Comunitat Valenciana. A falta de leerlo en profundidad, estoy seguro de que no será peor que el que hizo Dimad hace unos años para la Comunidad de Madrid. Pero al final, en aquel y en este, lo que quedan son titulares dentro del más puro surrealismo. “El sector productor del diseño aporta 3.762 millones a la economía de la Comunitat Valenciana. El peso del sector productor de diseño respecto de la economía productiva de los sectores no primarios de la Comunitat Valenciana es del 2,1%”. Seguro que los datos pueden retorcerse hasta que esta afirmación sea cierta. Pero muchos seguiremos pensando que todo depende de cómo se analicen los datos. Publicado en Visual 197
Texto: Alvaro Sobrino