MAGAZINE DE DISEÑO, CREATIVIDAD GRÁFICA Y COMUNICACIÓN

Este trabajo me mata. Decálogo diseñadores…


A finales de septiembre se celebró el 4º Encuentro Nacional de Asociaciones de Diseño, auspiciada por el READ. Entre los grupos de trabajo que se crearon se formó uno con el propósito de plantear un código deontológico para la práctica del diseño. De la mesa salió un decálogo bastante acertado. Diez Mandamientos que, de adoptarlos todos los diseñadores, conseguiríamos una mejora sustancial en nuestra profesión y en la imagen que de ella tiene la sociedad. Consisten básicamente en respetar y hacer respetar tu profesión, no trabajar gratis y velar por los derechos de propiedad o autoría de los demás.
Tan simples. Tan de perogrullo.


Es posible que los que leemos esta revista consideremos esos tres puntos una tremenda obviedad. Reunir a un grupo de profesionales para acordar que respetaremos nuestro trabajo es como si los bomberos hiciesen un simposio para decir que los miembros del cuerpo no harán fogatas en el bosque. Pero es que no hablamos de profesiones nobles, como la de charcutero o fontanero, sino de diseño gráfico. Y nada menos que en España.
La pequeña ciudad donde vivo sirve perfectamente de muestra. A sólo cincuenta kilómetros de Madrid se abre un agujero negro en el que los derechos de imagen, la propiedad intelectual o los derechos de autor no son más que palabros de los de la capital. Por aquí puedes disponer de cualquier famoso para promocionar o publicitar tu empresa. Julio Iglesias vende espacios de publicidad en revistas, los Vengadores han prestado la A de su logo a una autoescuela y unos famosos usureros televisivos parecen haber abierto aquí una sucursal de su casa de empeños. A este lado del agujero negro nadie ve nada extraño. Incluso me miran con cara rara cuando lo fotografío o me ven mirar ojiplático las inserciones de la prensa local.
Doy por hecho que esto no sólo ocurre aquí, y que existe en toda España cierta distancia a las grandes ciudades donde se produce esa misma distorsión del  derecho-tiempo. Son en estas poblaciones donde la copistería o la pequeña imprenta local es el lugar natural del diseño corporativo. La habitación del fondo de estos negocios son los MacCann y Leoburnetts de provincias donde se conciben logos en minutos y se crean campañas publicitarias por el precio de una hamburguesa con queso. La única restricción, el único límite a la imaginación es que esté en internet. Y como todo lo que hay en internet es gratis, pueden mantener unos precios de lo más competitivos.
Quizás con unas horas de dedicación y algunos gráficos puedas hacerles entender que una foto tiene derechos, pero una idea, una tipografía o el logo de otra empresa pasan a pertenecer al dominio público tan pronto como las indexa Google. Tan común es, que decenas de webs de organismos públicos, ayuntamientos y comunidades autónomas ofrecen sin empacho la descarga directa de material con derechos, o símplemente lo usan para sus comunicaciones corporativas. Cuando no lo hacen, son los mismos entes públicos los que se acogen a concursos que promueven el trabajo especulativo o gratuito.
Y ahí vamos nosotros con nuestra ética en la que nos comprometemos a decir que no a ciertos abusos ante la cara descompuesta de los clientes del agujero negro.
El  decálogo  es  un  fuego  fatuo –sus creadores ya lo saben–, pero una llama necesaria. Si unos cuantos lo convertimos en nuestro juramento hipocrático, a lo mejor, quizás, con los años.

Texto: Nano Trias

Publicado en Visual 182

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