MAGAZINE DE DISEÑO, CREATIVIDAD GRÁFICA Y COMUNICACIÓN

Este trabajo me mata. La maldición del diseñador cuántico


Es lo que tiene esta profesión. Mientras las demás profesiones vienen acotadas por unas funciones delimitadoras, los diseñadores y diseñadoras debemos transgredir constantemente los límites de la física, de la óptica y de la razón. Para nuestros clientes, nuestra vida debe ser bastante parecida a Inception, con notas de Doctor Who: ellos nos hacen un encargo y nosotros viajamos en el tiempo, plegamos el espacio como si fuera origami, e incluso rompemos las leyes físicas como mantequilla caliente.
Esta última capacidad es la más conocida: es la que produce modelos cuya cintura tendría que ser incapaz de sostener una cabeza tres veces más ancha; y aún estando al borde del colapso, ellas sonríen encantadas. Publicado en Visual 174

Todas las demás herramientas, las que moldean el espaciotiempo, están incluidas de serie en Photoshop; ese programa mágico hecho con horrocruxes, materia oscura y sangre de unicornio. Los diseñadores queríamos ocultarle al mundo la existencia de esta maravilla de la técnica, pero las series de televisión nos han dejado al descubierto. Después de interiorizar quince temporadas de CSI, los clientes tienen claro que solo hay que darle a un botón para ampliar la imagen ochocientas veces y descubrir, en el reflejo de una cuchara, la cara del asesino con una nitidez cristalina.
Bones les ha mostrado que para generar una imagen 3D texturizada y animada de cualquier persona solo hace falta un empaste y veinte segundos. Si quieres que una animación te diga exactamente como murió, necesitarás cinco segundos más. Y sobre todo, les ha enseñado que no cuesta nada. Sólo hay que darle a un botón, así que ¿como les vas a cobrar esa obscenidad que les has puesto en el presupuesto?
Rápido, barato y cuántico. Así es nuestra profesión:
Hace años hicimos el material gráfico para una galería de arte. Exponían el trabajo de una pintora, y la única foto que tenían de ella era una preciosa foto de su espalda mientras miraba una de sus obras. Nosotros nunca vimos la cara de la señora. “Dadle la vuelta a Menganita, para que aparezca de frente. Y que sonría, que cuando le hicimos la foto estaba muy seria”. ¡Pues claro! Solo hace falta combinar el botón “girar en vista 360° una parte de una imagen plana” con el de “ajustar estado de ánimo”. Chupao. En otra ocasión hacíamos los folletos para una casa rural donde se organizaban bodas y eventos. La imagen que debíamos usar incluía una vista de la casa, parte del jardín y una carpa con los cortinajes echados. “Abre las cortinas de la carpa, para que se vea como es la decoración de las mesas, que nos ha quedado precioso”.
Una vez más, me quedo pasmado con la capacidad de escaneo multicapa de las cámaras modernas, que consiguen captar lo que se esconde tras los objetos. “Abre el cajón de la cómoda de la habitación del tercer piso y mira si me he dejado la cartera” habría sido una petición igual de coherente.
La misma cámara usaba otro cliente, que nos pasó una foto del equipo de trabajo. “Estira hacia la izquierda hasta que salga Fulanita, que estaba ahí y no salió en la foto”. Lo busco en la ayuda de Adobe y me dice que vaya al menú Imagen > Ajustes > Ajustar borde hasta Menganita. Una vez más, gracias Adobe. Y estas cámaras no solo guardan todos los datos de lo que pasaba alrededor de lo que salió en el enfoque, sino que son capaces de captar la esencia del objeto fotografiado en todos sus momentos y estados. Otro cliente, mientras hacíamos su web, nos envió una foto del edificio de la empresa. “Te mando la foto que tengo del edificio, pero ponla de noche, que iluminado está más bonito”. Por supuesto, nuestra única pregunta fue ¿una noche de verano, o de invierno?
Pero hay una petición que se repite varias veces cada año, tan sutil y sencilla que muy pocos entienden el ejercicio relativista que supone. Suele ser la primera petición cuántica que nos hacen a los diseñadores, con la que comprendemos que vamos a tener que dar mucho más de lo que aprendimos en la carrera: “La imagen déjala al mismo alto, pero hazla más ancha”. Cualquier persona que pensase durante un minuto en esta petición, enrojecerería por la inmensa memez que acaba de solicitar; pero no los clientes de diseño gráfico. Ellos saben que vosotros tenéis Photoshop, que desayunáis con lo irracional y os enfrentáis a lo totalmente ilógico antes del brunch. Ni se os ocurra plantear que eso es imposible. Nosotros, en casi veinte años de profesión, hemos elaborado varios protocolos de emergencia para tratar de explicar a los clientes que cualquier cambio en un eje supone un cambio en el otro, y la única respuesta sigue siendo “pero si solo hay que hacerla más ancha”. Bienvenidos al bucle infinito física-cliente.
Podríamos seguir, pero sé que a estas alturas estáis rumiando vuestras propias experiencias y asignándole el oficio más antiguo del mundo a la progenitora de vuestros clientes. No era esa la finalidad de esta entrada; pero sí que al próximo fontanero le pidáis que el agua salga con gas de junio a septiembre, al antenista que guarde un canal para captar las emisiones del SETI y al mecánico que el coche reduzca el desgaste de los neumáticos cuando vaya marcha atrás; que si nosotros podemos transgredir la lógica, los demás también.

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