MAGAZINE DE DISEÑO, CREATIVIDAD GRÁFICA Y COMUNICACIÓN

Este trabajo me mata. Rótulos eternos


Me fascinan los rótulos. Desde pequeño me llamaba poderosamente la atención la capacidad que tenían para dotar de personalidad un establecimiento comercial. Me encantaban aquellos pintados a mano sobre el cristal de los escaparates, especialmente en los bares, decorados con calamares y tortillas de patata que parecían querer espantar a los clientes más que atraerlos. Todo: las letras irregulares, los espacios forzados entre ellas para no sobrepasar el espacio disponible, las decoraciones en los remates y los sombreados en pintura roja descolorida les conferían un atractivo mágico. Tenían un espíritu de permanencia en el tiempo, una personalidad muy alejada de las anodinas cajas de luz que las cerveceras regalaban a los propietarios de nuevos bares, en los que su publicidad flanqueaba y absorbía el nombre del local impreso en pocas e insulsas tipografías display. Publicado en Visual 166


Antes de dedicarme al diseño ya consideraba que los corpóreos eran una muestra de lujo y de mimo por tu local. Más aún los retroiluminados o aquellos que convertían el logotipo de su tienda en una caja de luz, única y hecha en exclusiva para ese establecimiento.
Cualquiera, sin saber nada de diseño o de tipografía, sabe calcular en qué época fue inaugurada una tienda porque las modas han marcado siempre los estilos, y los rótulos son un reflejo de los tiempos en que se crearon. Scripts, displays ultrabold, sans serif, mecanas u ornamentales, marcan silenciosamente el tiempo que el establecimiento lleva entre nosotros.
Con los años vi desaparecer muchos de los que adornaban el barrio, al tiempo que los locales de las antiguas zapaterías y ferreterías eran ocupados por Dunkin’ Donuts y Holiday Gyms. Los que no son grandes cadenas o franquicias se acogen a cajas de luz estandarizadas, más económicas y rápidas de cambiar que los costosos letreros personalizados.
En 2007 Signes publicó 25.000 Km de Signes, un compendio imprescindible para todos los que alguna vez hemos sentido que habíamos descubierto algo especial al fotografiar el letrero de una tienda. Me pareció tan mágico que yo también comencé a hacer fotos a esos rótulos antiguos que tenían algo extraño, desigual, imperfecto o único; a aquellos letreros que quizás algún día desaparecieran sin dejar rastro y de los cuales me gustaba una “R”, una “n” o la decoración de una “A”.
Las primeras fotos que subí a Instagram eran rótulos, para descubrir que bajo el hashtag #tiposcallejeros había una legión de obsesos por todo tipo de letreros y carteles, amén de varios proyectos que pretendían, de diversos modos, rescatar del olvido las letras antiguas que anunciaban los comercios.
A través de las redes voy viendo que despuntan nuevos rotulistas que vuelven a las pizarras en bares, y a la pintura en escaparates o paredes para adueñarse nuevamente del espacio que le robaron a sus abuelos el plotter y el vinilo ¡y tienen trabajo! Los comercios que decoran vuelven a lucir las pequeñas imperfecciones del trabajo manual, y dentro de unos años ya estarán impregnados de la pátina de autenticidad que les hará merecedores de ser conservados y admirados.
De alguno de los que se ganaron ese sitio hace tiempo se encarga Letras Recuperadas del diseñador valenciano Juan Nava. “La manera más habitual de no ver alguna cosa consiste en verla demasiadas veces” comienza la presentación de uno de los proyectos tipográficos de mayor belleza visual que hay ahora mismo, y que parte de la idea de que nos rodean verdaderas joyas del diseño en forma de letreros que no apreciamos porque llevamos cruzándonos con ellos toda la vida. En un ejercicio de ingeniería inversa el diseñador no solo fotografía los rótulos, sino que los convierte en vectores para rescatar la grafía que un día les dio vida. Cuando uno contempla el resultado bidimensional puede imaginar fácilmente al dibujante tipógrafo que en su momento concibió esas letras para ser únicas, con lápiz y un cargamento de reglas y portaángulos, sin ningún ordenador que corrigiera automáticamente las imperfecciones en el ancho de los trazos o en el tracking. Mano y oficio que convierten cada letra en una joya.
Pero, sin duda, mi preferido es Garnata type, el proyecto que hace casi un año iniciaron Nano Torres y Pol Escolar para conservar en imágenes los rótulos de la ciudad de Granada. La idea parte del libro Itinerarios Tipográficos, también de Juan Nava, y lleva a la web un concepto similar: No solo rescatan el rótulo comercial del olvido a través de fotografías, sino que lo ubican en el mapa y permite al visitante saber exactamente dónde se encuentra. Es la primera ruta tipográfica interactiva de la ciudad de Granada que además nos deja, desde cualquier lugar del mundo, acercarnos a esos detalles que hacen único el rótulo: los kerning forzados para que no se superpongan las sombras, los remates desiguales, las florituras en las capitales, el pincel del rotulista sobre el cristal…
Nano, Pol, pienso copiaros. De hecho, espero que os copien mucho y en muchos sitios, para que no vuelva a desaparecer sin dejar rastro un rótulo que marcó un tiempo y otra forma de vivir; para que ese archivo de lo que fueron nuestras ciudades sobreviva a los establecimientos que adornaron, y para que todos puedan disfrutarlos sin necesidad de estar allí. Texto:Nano Trias

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