Sales a la calle como cada día, andando con prisa mientras piensas en tus cosas. Te detienes en los semáforos, esquivas las bicicletas y te pierdes entre la muchedumbre hasta que tu mirada se cruza con algo que no esperabas encontrar. Por primera vez te das cuenta de que vives inmerso en un bombardeo de información que surge de todos los rincones del entramado urbano, ya sean los mensajes del móvil, la banda sonora de los ascensores o los carteles luminosos en las azoteas, incluso el street art que inunda las paredes y las pantallas de plasma de los escaparates. Esta saturación informativa ha generado una iconografía propia, que se retroalimenta en la televisión, las redes sociales y las revistas de moda, dando lugar a una realidad paralela en la que flotamos indefensos y sin rumbo aparente. Mientras algunos aceptan este fenómeno audiovisual como una vía de escape de su vida cotidiana, otros han decidido apropiarse de él y transformarlo en arte. Éste es el caso de Greg Gossel, un joven norteamericano que está reinventando la escena del pop art con unas obras de gran formato que se nutren del caos estético en el que estamos sumergidos para generar una reflexión en los espectadores. Hemos tenido la oportunidad de hablar con este creador para trazar la estrecha línea que separa la crítica social del mercantilismo y descubrir qué caminos ha tomado su carrera ahora que la tecnología analógica está perdiendo la batalla definitiva contra el gigante digital. Publicado en Visual 179
Te propongo que nos remontémonos a los inicios de esta apasionante historia. ¿Podrías contarnos de dónde eres y cuándo descubriste tu pasión por el arte?
Crecí en un pueblo pequeño y de tradición obrera en la parte oeste de Wiscon-sin. Cuando era un crío, me pasaba el día dibujando y pintando en todas partes, aunque nunca me tomé en serio la posibilidad de elegir el arte como carrera profesional. Al terminar el instituto me matriculé en la Universidad de Wisconsin-Eau Claire, donde me especialicé en diseño gráfico y allí fue donde realmente descubrí mi pasión por el arte. Entonces me inspiraban artistas como Warhol, Lichtenstein y Rauschenberg.
Mucha gente afirma que el arte no puede enseñarse en una clase porque es algo innato. ¿Cómo fue tu experiencia en la universidad y qué cosas te han servido después en tu carrera?
Lo pasé genial durante mis años como estudiante de diseño gráfico y, sinceramente, creo que muchas de las cosas sobre maquetación y tipografía que aprendí entonces todavía pueden apreciarse en mis obras. Además de los cursos de diseño que hice en la universidad, también tuve la oportunidad de experimentar con muchas otras técnicas creativas en el estudio y en los talleres de la facultad, desde fotografía hasta escultura, pasando por pintura y grabado. Este aprendizaje ha sido muy valioso para el tipo de trabajo que hago actualmente.
Una de las cosas que más llama la atención de tus obras es el uso masivo de iconos pop, tanto de cómics y películas, como de política y moda. ¿Por qué te gustan tanto estos elementos?
Supongo que siento fascinación por estos pequeños retazos de nuestra cultura porque, habitualmente, funcionan como instantáneas exageradas de lo que nos rodea y cada persona los asocia de manera aleatoria con un sentimiento bastante íntimo. El hecho de coger esos iconos y fragmentarlos en un contexto totalmente distinto del que se nos presentan originariamente es lo que me permite ofrecer nuevas perspectivas de interpretación a los espectadores. Muchas veces pretendo que la gente se cuestione las nociones preconcebidas que todos tenemos sobre este tipo de imágenes, pero sin dictar una historia específica.
Formas parte de la generación que creció en la década de los 80 en un mundo analógico y presenció la explosión digital. ¿Crees que tu arte se encuentra en medio de esos dos conceptos?
Puede que ésta sea una descripción muy acertada de mi trabajo, puesto que mis obras se encuentran en la encrucijada de lo analógico con lo digital. Me gusta ser lo más práctico posible cuando trabajo, por este motivo intento evitar el uso del ordenador siempre que sea posible. Aunque, evidentemente, es una herramienta muy útil para desarrollar ciertas partes del proceso creativo. Por otro lado, sí que me gusta participar activamente en las redes sociales para promocionar mis exposiciones y creo que Instagram es una plataforma genial donde compartir fotos del proceso creativo en el estudio.
Otro elemento muy destacado en tus obras es la tipografía, que está viviendo una nueva época dorada en manos de artistas jóvenes y vanguardistas.
Sin lugar a dudas, la tipografía siempre ha sido una parte fundamental de mi trabajo. Tal vez se debe a mis inicios en el mundo del diseño gráfico, aunque siempre me ha interesado mostrar los relatos que se esconden detrás de tipografías esparcidas sin un sentido aparente en los lienzos. He trabajado con tipos extraídos de muchos orígenes, sobre todo de periódicos y de cómics, pero también los he dibujado yo mismo a mano alzada y los he creado con el ordenador para un uso determinado.
Por curiosidad, ¿podrías explicarnos cuál es tu proceso creativo y qué técnicas utilizas habitualmente para hacer tus piezas?
El punto de partida acostumbra a ser un boceto muy rudimentario en el que plasmo el concepto básico que tengo en mente. Después empiezo a crear las diversas capas de la obra de una manera bastante espontánea, siempre utilizando una gran variedad de técnicas como el collage, la pintura con pincel, la serigrafía y la pintura en espray. Trabajar de este modo me permite aventurarme por nuevos caminos a medida que avanza el proceso y, evidentemente, el resultado final puede que difiera mucho del concepto inicial. Me atraen cosas muy dispares de cada técnica, aunque la inmediatez y la repetición mecánica que aporta la serigrafía es lo que más me gusta y se ha convertido en mi método de expresión principal.
En tu web afirmas que tus obras son “una historia visual del cambio y del proceso”. ¿Crees que el arte todavía puede contribuir a mejorar la sociedad?
Supongo que todas las expresiones artísticas, como la música, la poesía, la danza, el teatro y la pintura, se encargan de dar forma a nuestra sociedad diariamente. Tomando como referencia que yo trabajo de una manera muy espontánea, creo que la repetición mecánica que aporta la serigrafía es un gran aliado para desarrollar obras de una manera rápida y con mucha libertad. Esta técnica me permite añadir capas sobre capas fácilmente y crear una historia visual contemporánea en cada pieza.
En los últimos años también te has dedicado a hacer grandes murales. ¿Cómo describirías esta experiencia?
Mi primera experiencia con un mural de grandes dimensiones fue en 2009 y, en seguida, me di cuenta de que el proceso creativo era un poco distinto al de mis obras habituales para galerías porque los conceptos tienen que estar mucho mejor planificados y, normalmente, requieren una gran logística para hacerse realidad. Además, también entran en juego otros elementos externos a los que no prestamos atención en el estudio, pero que pueden afectar mucho al trabajo en el exterior, como son la meteorología, la luz del día o la necesidad de grúas y de andamios.
En 2010 organizaste una exposición individual bajo el sugerente título de Sleepwal-king. ¿Qué sentido tenía la mezcla del sonambulismo con tus obras de entonces?
En aquellos días seguía explorando temas de mis trabajos anteriores, pero también incorporé muchas ideas nuevas. Siempre he estado influenciado por la gran cantidad de estímulos visuales que recibimos a diario y creo que eso se reflejaba en el número de capas y en los colores tan vivos de la paleta cromática que utilicé para ese conjunto de obras. El título hacía referencia a la cultura norteamericana, debido a que parecemos sonámbulos que se mueven a través de bombardeos visuales muy frecuentes. A pesar de que muchas veces lo ignoramos, es algo que inevitablemente se filtra en nuestro subconsciente y afecta a la manera de percibir el mundo que nos rodea.
También has aceptado trabajos comerciales para marcas como Burton, Stussy e Interscope Records. ¿Existe alguna diferencia entre tus obras personales y los encargos para grandes empresas?
Cuando las marcas contactan conmigo con una propuesta comercial, normalmente es porque el cliente está interesado en trasladar mi estilo visual a algún concepto o anuncio que pueda encajar en la estrategia de comunicación de su marca. Por este motivo, la primera parte del proceso creativo para este tipo de encargos es distinta a la de mi trabajo habitual porque hay más gente involucrada en la toma de decisiones. Sin embargo, siempre intento que el proceso de realización sea bastante parecido al trabajo que hago para mis obras para galerías.
¿Cómo es un día normal de trabajo en tu estudio de Minneapolis y cuál sería la banda sonora ideal para inspirar una obra de gran formato?
Intento ajustar mi horario de trabajo de lunes a viernes, entre las 9 de la mañana y las 5 de la tarde. Muchas veces, cuando se acercan las temibles fechas de entrega, necesito hacer horas extras por la noche o en fines de semana.
Sin embargo, tanto para mi organización personal como para mi salud mental, lo mejor es establecer un horario semanal. En el estudio acostumbro a escuchar música vieja y, últimamente, las playlist han incluido a Stevie Wonder, The Impressions, The Delfonics, Chuck Berry, Bud Powell, Muddy Waters, Miles Davis y Bo Diddley, entre muchos otros artistas.
Para terminar la entrevista, una pregunta de ciencia ficción: si tuvieras una máquina del tiempo ¿a qué época te gustaría viajar y a qué personaje histórico te gustaría conocer en persona?
No creo que viajara a una época demasiado lejana con esta máquina del tiempo que me ofreces. La mayor parte del arte y de la música que me interesan se creó en los EE.UU en la década de los 60 y supongo que me gustaría visitar ese período. Por lo que se refiere a conocer a alguien cara a cara, creo que elegiría a Rauschenberg porque es el primer artista del que ha sido una gran fuente de inspiración a lo largo de mi carrera. Texto: David Moreu