MAGAZINE DE DISEÑO, CREATIVIDAD GRÁFICA Y COMUNICACIÓN

Javier Lóbulo. Lo mejor está por llegar


El mundo del paper craft vive un momento de esplendor gracias a las redes sociales y la aparición
de nuevas herramientas. Un fenómeno que pioneros de la disciplina como Javier Lóbulo observan con interés,
pero con la seguridad de que, cuando remita esta fiebre, solo quedarán los mejores.

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A pesar del éxito obtenido con sus ilustraciones en papel, Javier Lóbulo está convencido de que lo mejor está por llegar. Confía en que, dentro de unos años, su trabajo evolucionará lo suficiente como para desarrollar todo lo que ha aprendido en este tiempo y que no para de darle vueltas en su cabeza. Por ejemplo, proyectos más grandes, instalaciones, trabajos más artísticos que, a pesar de la complejidad del montaje, en realidad tengan una simplicidad muy grande en lo que se refiere a su propuesta estética.
Incluso prevé utilizar otro tipo de materiales que no necesariamente sean papel. Actualmente también uso hierro, madera, plástico… El papel es, únicamente, un 60% de mis proyectos. En realidad lo que yo hago es trabajar con las manos. Si utilizo el papel es porque es más fácil de modelar, pero hay cosas que hay que hacerlas en madera porque, por ejemplo, tienen que resistir un determinado peso.
Sin embargo, para que esa evolución se pueda llevar a cabo, Javier Lóbulo considera que es necesario esperar. El panorama actual del paper craft no es, en su opinión, el más propicio. No porque no pase por uno de sus mejores momentos. De hecho, nunca antes esta disciplina ha tenido tanto éxito y aceptación pero, justamente por eso, es aconsejable no precipitarse a la hora de dar ese ambicioso paso, tanto en lo cualitativo, como en lo cuantitativo.
Ahora hay muchísima gente desarrollando ilustración con papel. En internet hay infinidad de tutoriales que explican cómo hacer muchos acabados. Incluso existen plóteres de corte a los que le das las instrucciones con un programa de 3D y, no solo te corta la pieza, sino que además te las numera para que sepas qué parte va con qué parte. Es como montar un recortable de edificios de los antiguos. Esto permite que la gente, en su primer trabajo, ya haga maravillas, con muchas curvas, con mucho poliedro, cosas que, si tuvieras que hacerlo a mano, nunca las harías así. Son trabajos un poco ficticios que lo único que buscan es el éxito en las redes sociales. En el fondo se busca el like, no el dedicarse a esto de manera profesional.
Javier Lóbulo no critica las redes sociales. Él es el primero que tiene presente que fue gracias a Facebook cómo comenzó a abrirse camino en el campo de la ilustración con papel, disciplina a la que llegó como vía de escape ante una situación laboral poco satisfactoria.
Estudié diseño gráfico desde la base. Empecé haciendo litografía, serigrafía, papel… Íbamos avanzando en técnicas a medida que se sucedían los cursos, de manera que solo toqué el ordenador al final. Con 17 años entré a trabajar en agencia y pillé todo lo malo: ser joven, que me explotasen y tener que agradecer a la agencia que me dejasen estar ahí. Es cierto que me fueron ascendiendo en responsabilidad, pero no en sueldo, aunque me comiera todos los problemas y dirigiera un estudio de diseño dentro de la empresa. Esa situación me quemó mucho. Un día, después de una gran bronca con una jefa, me puse a hacer cosas con papel para tranquilizarme.
El resultado fue una felicitación de Navidad que Javier Lóbulo decidió poner en Facebook y compartir con miles de personas. Un trabajo hecho con más voluntad que destreza, pero que resultó ser un éxito.
Cada vez que me acuerdo pienso ‘¡pero qué valor tuviste!’. La veo ahora y me doy cuenta de que está muy mal hecha. A pesar de ello, el trabajo empezó a moverse y le llegó al director de una revista que me propuso colaborar. Al principio eran cosas de editorial. Trabajos con presupuestos muy bajos pero que me ilusionaban más que hacer un banner para una página web. En ocasiones, cuando no tenían trabajo comisionado, hacía proyectos propios, incluso colaboraciones gratis. La cosa era seguir avanzando.
El papel se convirtió para Javier Lóbulo en un desafío y un oasis de calma. Por un lado, era un continuo reto a su capacidad como diseñador; por otro, un camino a través del cual disfrutar del trabajo y reconciliarse con la profesión. Una combinación que hizo que fuera cuestión de tiempo que Lóbulo se decantase por completo por el papel y decidiera montar su propio estudio.
En 2011 me instalé en Londres. En principio vine a aprender inglés porque me daba cuenta de que al escribirme con mis clientes extranjeros metía mucho la pata y surgían muchos malentendidos. Empecé en una academia pero, al poco tiempo, me propusieron trabajar en una agencia. Pensé que era mejor aprender inglés mientras trabajaba que pagando una academia pero, al cabo del tiempo, me di cuenta de que estaba repitiendo todo aquello por lo que había acabado odiando el diseño. Decidí dejarlo y montar el estudio. Si no salía, pues no salía.
En un primer momento, Lóbulo optó por el coworking, una fórmula para compartir espacio y recursos para poder salir adelante sin demasiadas dificultades. A pesar de todo, no fue sencillo. Aunque muchas veces se veía (y todavía se ve) agobiado por el volumen de trabajo, los ajustados plazos, los retrasos en los pagos de los clientes o los impuestos británicos, el balance es claramente positivo.
Sin duda esto es mejor que lo de la agencia. Si me tengo que quedar trabajando hasta tarde o si tengo que trabajar un fin de semana, sé que es para mi propio beneficio, no para un director que está de vacaciones con su familia. En todo caso, no es fácil, empezando porque mi perfil es muy difuso. Muchos clientes me tienen catalogado como ilustrador, aunque en realidad no lo sea o no sea un ilustrador convencional. Mi trabajo se parece más al de diseñador de sets o de escenarios. En ese sentido estoy más cerca de un director de arte que de un ilustrador. Algo que, aunque parezca una diferencia poco importante, en realidad es bastante trascendente. A pesar de que mi trabajo es más laborioso, me veo obligado a ajustar mis tiempos a los de un ilustrador.
Para realizar cada uno de sus proyectos, Lóbulo debe interpretar las necesidades del cliente, bocetar la idea, colorearla en Illustrator, mostrársela al cliente, hacer cambios en caso de que sean necesarios, obtener el visto bueno, fabricar las piezas, alquilar un estudio, contratar a un fotógrafo, iluminar y hacer la toma fotográfica.
El problema es que tengo que hacer todo eso en plazos muy breves porque si paso timings muy largos, pierdo el trabajo. En ocasiones, cuando los clientes me piden una ilustración que se va a utilizar en, por ejemplo, un banner o una campaña web, les digo que mejor contraten a un profesional que maneje 3D. Él o ella va a poder darle la textura de papel, ese toque que parece hecho a mano pero de manera más rápida y barata de lo que podría hacerlo yo. Sé que es contraproducente para mí decir esto. De hecho he perdido clientes por explicar estas cosas, pero creo que es lo más honesto.
La ilustración en papel no permite dudas, ni pasos en falso ni, por supuesto, utilizar el Ctr.+Z. Una vez que se aprueba el boceto y entra en juego el estudio y el fotógrafo, no hay vuelta atrás.
En el momento en el que tiro la foto, no me puedes decir que te mueva el vaso a la derecha o que el caballo, en lugar de ser rojo, sea verde. No es posible. El acabado final va a ser exactamente igual que el boceto que ha aprobado el cliente. No es un capricho sino una garantía para todos aunque, a veces, también sea una tortura para mí. En varias ocasiones he bocetado cosas sin pararme a pensar la dificultad que va a suponer hacerlo después en papel. Por ejemplo, bocetar un sofá con los lados redondeados cuando nunca he hecho un sofá de esas características. Luego, cuando tengo que hacer la pieza, pienso que podría haber puesto un sofá de Ikea, totalmente recto, que es más sencillo de hacer. Sin embargo, si el cliente ha aprobado un sofá redondeado, tiene que ser así aunque no lo haya hecho nunca. Por otra parte, también tengo claro que, si creo que va a quedar mejor un sofá redondeado, no voy a poner otro modelo. Lo importante es que el proyecto quede bien y ya me buscaré la vida para poderlo hacer.
A pesar de la experiencia adquirida en estos más de nueve años dedicado a la ilustración con papel, cada proyecto es un nuevo reto para Lóbulo. Una mala planificación o una decisión errónea a la hora de presentar un boceto puede poner en riesgo un encargo. Una situación que no tiene por qué depender de que en el boceto haya un sofá más o menos elaborado. Un mero cubo de papel puede provocar más de un quebradero de cabeza.
Para un proyecto de Lenovo y Morotola, tuvimos que montar un set en un skate park. Era un escenario muy grande, a tamaño real, para el que boceté más de cinco mil cajas de cartón. En un primer momento fue tan sencillo como dar al Ctrl.+V en Illustrator, pero luego había que construir todas y cada una de esas cajas. Tuvimos que ir a una imprenta para que nos troquelasen los cubos, montarlos a mano y pintarlos uno a uno con los colores corporativos de las marcas. Una vez colocados, un biker tenía que saltar por encima de ellos. No podíamos retrasarnos porque de nosotros dependía un equipo de rodaje, el alquiler de una grúa, el de la iluminación, el BMX rider, los clientes, sus billetes de avión, los permisos del ayuntamiento… El día de la toma me acerqué al biker y le dije: ‘Sáltalo bien, por lo que más quieras porque, como lo rompas, me muero’. Al final, como era un profesional, no hubo problemas, pero antes de empezar a rodar y mientras hacíamos esos miles de cubos, mi pensamiento era ‘¿por qué me he metido en esto?’. Mientras hago los proyectos es habitual que lo acabe odiando esto del papel pero luego cuando lo veo hecho y publicado, me doy cuenta de lo mucho que ha merecido la pena y me planteo el siguiente reto.
Esa satisfacción que Lóbulo obtiene de los proyectos con papel ha hecho que se replantee su forma de trabajar para disfrutar aun más de ello. Aunque todavía no es enteramente posible, su objetivo es poder dividir los encargos profesionales y los personales al 50% y experimentar en otros campos.
En los últimos tiempos he empezado a hacer cosas con vídeo. Una de las razones de ello es que, cuando se hace una foto en un set, se pierde la escala de las piezas. Sin embargo, el vídeo sí que te permite que se vean los tamaños al que están fabricadas y que se noten las imperfecciones del movimiento, porque muchas cosas las animo o las muevo con hilos. También me gustaría hacer un libro infantil, pero uno que necesite ser leído con la participación activa de los padres y, bueno, lo que hablábamos antes, esos proyectos más grandes, las instalaciones o los trabajos más artísticos. Aunque, si te digo la verdad, cada vez que he expuesto en una galería nunca he vendido las piezas. Si alguien se ha llevado una obra alguna vez, ha sido porque se la he regalado.  Publicado en Visual 191

Texto: Eduardo Bravo

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