MAGAZINE DE DISEÑO, CREATIVIDAD GRÁFICA Y COMUNICACIÓN

La conciencia de ciudad, también en el diseño


Se me antoja un fenómeno curioso. Los pueblos pequeños tienen conciencia. Los habitantes se conocen y funcionan como colectivo. Se implican en ello y los alcaldes inteligentes lo fomentan y lo apoyan con recursos. Sin embargo, esto no ha sido extrapolable a las ciudades. De un tiempo a esta parte quiero pensar que eso puede estar cambiando. No tiene que ver con la ideología de los que las gobiernan, sino más bien con la manera de hacerlo. Personalmente creo que los procesos de participación ciudadana en las decisiones a veces procuran resultados dispares cuando no exasperantes, pero no cabe duda que tienen una gran ventaja: la toma de esa conciencia. La participación da valor a la ciudad, en mayor medida que sucede con la comunidad autónoma o el país, que vemos como estructura administrativa pero lejana. Esto sucede en todos los ámbitos. Madrid preguntó a los habitantes qué bancos querían para sus calles y parques. A decir verdad, no sé en qué acabó todo aquello, pero las propuestas en aquel momento me parecieron infantiles, estrafalarias, inviables otras… pero la gente estaba encantada. Está bien que empecemos a pensar en los problemas y elucubremos soluciones. Un alumno esta semana me ha planteado un tema interesante: si ya existen los mecanismos para geolocalizar las bicicletas o motos eléctricas de alquiler, de modo que no hace falta ponerles sistemas fijos antirrobo, ¿por qué los bancos en las plazas siguen anclados al suelo? Es solo un ejemplo. Pero hay cientos. Si a una persona se le ocurre eso, ¿cuántas ocurrencias válidas saldrán si cada ciudadano piensa cómo mejorar su ciudad?
Esa conciencia de ciudad suele venir acompañada de un esfuerzo de comunicación que la alimenta. Eso está bien, pero cabe exigir que se haga de manera razonable. La ausencia de coste soporte que implica la comunicación en las redes es una tentación, y muchos tenemos la sensación de que estamos sobreexpuestos a esa ingente cantidad de información, que con frecuencia está poco diseñada. Miles de mensajes de caracter efímero, casi inmediato, llega a ser agotador. Añádasele a eso los centenares de perfiles, cada departamento, cada negociado, cada despachito parece que tiene el suyo. Por poner unos ejemplos: son las doce de la mañana cuando escribo esto. El perfil del aAyuntamiento de Madrid ha lanzado en la última hora ocho tuits. El de Barcelona, cuatro. El de Sevilla, tres. Y me refiero solo a los perfiles genéricos.
Otro fenómeno es que toda esa comunicación ha evolucionado, y ya casi nunca es un texto, todo tiene que ser con imágenes, lo que exige un cuidado formal. Buena noticia para los diseñadores, supongo. De hecho, conozco muchos que han encontrado ahí su espacio: son los community managers gráficos. Un perfil muy buscado, pensemos que es un trabajo que no tiene supervisión previa por lo que al buen criterio, a la ortografía y el manejo del lenguaje hay que sumar la calidad gráfica.
No sabemos cuánto va a durar y cómo ha de evolucionar, pero no parece probable que los políticos renuncien fácilmente a tan sencilla y barata manera de hacer propaganda. En menor volumen, también las empresas están en esa dinámica.
Ojalá pronto la inteligencia colectiva ciudadana sirva para algo más que para votar un cartel de fiestas salido de un maldito concurso de diseño. Publicado en Visual 189

 

Texto: Alvaro Sobrino

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