Su compromiso reflexivo participa de maravillosos libros sobre el autismo, carteles sobre la violencia de género o diccionarios insólitos para prensa que opinan visualmente sobre temas como la violencia institucional, la religión o el racismo. A veces amable, y otras veces controvertido, punzante y políticamente reflexivo, las imágenes de Luis son las de un cronista que documenta nuestra época.
El trabajo de Luis Demano se puede presentar de muchas maneras, como una superficie de resonancia y recorrido. De padre y abuelo pintores, empezó con la convicción de que dentro de casa tenía una gran escuela para desarrollar sus aptitudes plásticas. Su trabajo tiene un inicio entre fanzines, portadas memorables para discos y algunas joyas dibujadas para el mítico Nosotros Somos Los Muertos, dirigida por el dibujante Max. El primer premio del Cartel de la Fira del Llibre de València en el 2007 supuso el arranque hacia la ilustración profesional para periódicos como El País, eldiario.es, El Mundo, ABC Cultural, Diagonal o La Marea, y para editoriales como Media Vaca, SM, Litera Libros o Andana Editorial. Sus trabajos se funden entre la cartelería, el libro infantil o la publicidad. Y es uno de los promotores de la renovación gráfica de algunas tradiciones populares como las Fallas.
Por una parte está su labor como ilustrador y comunicador visual. Pero también es docente, divulgador y siempre está enredado en muchos proyectos colectivos que promueven la difusión del pensamiento vinculado a las imágenes. Desde una tradición ligada a la autodidactismo, complementa su actividad como docente, siendo fundador/coordinador del Máster de Ilustración Profesional en la escuela Barreira (Valencia). Además, es uno de los miembros del equipo organizador del Festival de Autoedición Sonográfico Tenderete y escribe de vez en cuando sobre ilustración para iluminarnos sobre los problemas de la imagen gráfica. Las preguntas que queremos hacerle precisamente van en relación a su forma de entender los lugares que ocupan las imágenes dibujadas y los contextos entre las que se sitúan e inscriben.
En un tweet formulas que el ilustrador debiera verse como a un cronista de su época.
Bueno, en primer lugar me gustaría aclarar que fue a Isidro Ferrer a quien escuché unas declaraciones en este sentido hace ya muchos años. Hablaba sobre la opción personal, nunca la obligación, de poner nuestras herramientas de comunicación al servicio de una deseada transformación social. Utilizar nuestro pensamiento crítico para reflexionar sobre la sociedad en la que vivimos y sufrimos. Esta es una de mis motivaciones principales a la hora de entender nuestra labor profesional, intentar ejercer como palanca de cambio en un mundo en constante transformación. En este sentido, en ese mismo tweet al que haces referencia, citaba a Push Pin Studios (fundado por Milton Glaser, Seymour Chwast, Reynold Ruffins y Edward Sorel en 1954) y a Robert Weaver, como principales renovadores de nuestro lenguaje, implicados profesionalmente en visibilizar los conflictos sociales de su época. Una rápida revisión de sus trabajos nos confirma su influencia y absoluta vigencia en la gráfica actual. Andrés Rábago, Ops por aquel entonces, por ejemplo, tras soltar el lastre formal de Roland Topor se abrazó técnicamente a Weaver para transitar hacia su siguiente heterónimo: El Roto.
En el reciente artículo que firmas en Culturplaza bajo el título Cread, cread, malditos, apuntas que hay un exagerado uso del concepto de creatividad. Y también hay otro de tus tweets (oro puro) que dice: “Menos cháchara sobre creatividad y más sobre políticas económicas redistributivas”.
Uno de los rasgos principales de la economía de mercado neoliberal es reducirlo todo, en nuestro caso la actividad creativa, a su mínima expresión como objeto de consumo generador de beneficios, mientras que por otro lado nos intenta convencer a través de la constante apelación al plano emocional, muy recurrente sobre todo en publicidad, que todavía a este sistema le queda algo por ofrecernos más allá de lo estrictamente material. El discurso de la creatividad, una vez amasado por el rodillo neoliberal, sirve a este propósito, por lo que se fomenta la cultura del entretenimiento por encima de otras visiones más críticas.
Una de las campañas que has hecho últimamente es #ElijoQuerer, una iniciativa del Programa Contexto de la Universitat de València y que interpela a los que ejercen la violencia machista. ¿Hay algo que te gustaría contar de esta experiencia?
Lo primero más enriquecedor de esta experiencia ha sido el haber podido trabajar conjuntamente con el diseñador Diego Mir, una colaboración que teníamos pendiente hace tiempo. Y por otro lado, nuestra experiencia directa con los grupos de intervención con hombres agresores, lo que te obliga a desprenderte de muchos prejuicios y comprender cómo opera el pensamiento patriarcal hasta alcanzar su mayor grado de sometimiento hacia las mujeres a través tanto de la violencia física como psicológica. Fue todo un reto desarrollar una campaña donde el agresor no se viera criminalizado, aún tratándose de actos delictivos, ya que el fin último de la campaña era convencerlos, a ellos o a su círculo cercano, de que se implicaran en el programa de intervención para cambiar su comportamiento y comprender las consecuencias de sus actos.
Has trabajado en muchas ocasiones junto a diseñadores como Ibán Ramón, Diego Mir o Joan Quirós. También sueles estar implicado en iniciativas y colectivos como Tenderete. ¿Qué extraes de estas experiencias?
Como ya sabes, nuestra profesión es una de las más solitarias del mundo. En mi caso, trabajando solo en mi propio espacio, todavía más. Así que una de las formas que tengo para enfrentarme a ello es buscando permanentemente trabajar con personas a las que admiro y de las que puedo aprender para ampliar mis habilidades profesionales. Si nos remontamos a una de las épocas donde nuestra profesión era uno de los pilares fundamentales para la difusión del conocimiento y la evolución de la sociedad, el Renacimiento, nos encontramos con equipos de trabajo formados por matemáticos, filósofos, astrónomos, médicos e ilustradores entre otras disciplinas. Todos ellos centrados en desarrollar proyectos editoriales para la difusión de un pensamiento humanista contrario a las nociones religiosas de la realidad. En la medida de lo posible, y con los humildes recursos a mi disposición, trato de rescatar aquel espíritu de época.
Si te fijas, precisamente en la disciplina de la ilustración puedes encontrar un elevado número de profesionales que han trabajado previamente en otros campos, o cuyos estudios superiores no pertenecen al ámbito gráfico. En mi opinión, son los mejor preparados para abordar de forma no convencional todos los retos a los que nos enfrentamos en el día a día de nuestro trabajo. Si el punto de fuga desde el que trabajas es distinto al de la mayoría de tus compañeros y compañeras, tu capacidad para marcar la diferencia respecto al resto de discursos visuales es mayor. En mi caso particular, mis influencias vienen más de otras disciplinas como puedan ser la fotografía o el periodismo que de la propia ilustración o del diseño gráfico.
Riki Blanco hablaba hace unos días de la pobreza de nuestros símbolos visuales: “¡Dadnos ingredientes! (…) Si arrojáramos botijos a nuestros magnatarios seguramente, con el tiempo, se convertirían en un icono de ese concepto”. ¿Cómo mediar entre la práctica y la acción de nuestros oficios?
Riki lo comentaba medio en broma, pero no sin razón, ya que nuestro campo de posibilidades comunicativas está directamente relacionado con la conjugación de nuevos signos visuales, o sea, cualquier elemento al que los humanos atribuimos un significado. Como muchos lectores y lectoras ya sabrán, porque Jardí ya lo explicó en Pensar con imágenes, un signo está compuesto por un significante y un significado. Mientras que el significante está atado a lo formal, el significado revela nuestra riqueza cultural y cómo nos relacionamos entre nosotros a través de la creación colectiva de convenciones sociales. Tanto si esas convenciones visuales son reduccionistas y pragmáticas como es el caso de los emoticonos, como si pertenecen a una visión más crítica de la realidad, forman parte de nuestro proceso colectivo de comunicación a lo largo de la historia. Si queremos incorporar el botijo a nuestro imaginario como un elemento de crítica social, como demandaba Riki, previamente debe haber una acción y un consenso colectivo que la sustente. Me estaba acordando de aquella persona que le lanzó un zapato a George Bush en una rueda de prensa, o cuando David Fernández le enseñó su zapato a Rodrigo Rato mientras lo llamaba “gánster”. La mayoría de las veces al pueblo sólo nos queda la reivindicación de lo simbólico como última barrera de defensa frente a las injusticias del sistema.
Hace unos meses, la ilustradora Carla Berrocal escribía un texto que se titulaba Del Yo al Nosotros, en el que afirmaba que “el trabajo creativo no goza de una situación laboral justa para sus actores”. Por otra parte, tenemos una ausencia importante de políticas sindicales vinculadas a nuestros oficios. ¿Qué papel crees que tienen las asociaciones actuales para la construcción misma del gremio? ¿Son suficientes para abarcar ese nosotros?
Precisamente en ese texto del que me hablas, Carla mencionaba el libro de Remedios Zafra, El entusiasmo, que cuando salió en 2017 todo el mundo relacionado con el trabajo cultural parecía haberse leído, y aún a día de hoy en 2019 parece que no hemos aplicado sus enseñanzas, ya que seguimos bajo los mismos términos de autoexplotación laboral, o incluso peores que hace unos años. En mi opinión, la clave reside en seguir creyendo que en una economía globalizada las formas de lucha gremial, las del sector cultural en este caso, tienen alguna posibilidad de reacción a largo plazo frente a la ofensiva neoliberal. Me explico: más allá de nuestra conciencia como gremio debe existir nuestra conciencia como clase social. Implicarnos además de en nuestras pequeñas luchas sectoriales, en el tejido social de nuestra ciudad y en otras luchas de otros sectores que estén desarrollándose en ese momento. Debemos preguntarnos quién compra nuestros libros, quién utiliza nuestros diseños o quién paga impuestos para que las instituciones sigan promoviendo políticas culturales que nos puedan favorecer. Si las condiciones laborales del resto de personas que nos rodean son precarias, nuestra profesión nunca dejará de serlo tampoco. Así que respecto a esto siempre aconsejo lo mismo: además de a la asociación que haya en nuestra ciudad, los ilustradores e ilustradoras debemos afiliarnos a sindicatos de clase. En mi caso, además de a la APIV, estoy afiliado a la CGT.
En relación a esto, a los ilustradores se les pregunta mucho sobre sus procesos de trabajo y poco sobre su concepto mismo de trabajo. Y tampoco se habla demasiado del factor tiempo. ¿Cómo mediar entre tiempos de trabajo y tiempos de experimentación propios y revertibles en el mismo trabajo?
Reduciría mi respuesta a lo siguiente: el objetivo es trabajar menos porque cobramos más por nuestro trabajo, lo que implicaría tener más tiempo libre para vivir, experimentar con los límites de nuestro lenguaje o simplemente hacer el vago.
Y como añadido sobre esta cuestión concreta recomendaría la lectura del libro de Nuccio Ordine La utilidad de lo inútil, que empieza con la siguiente cita: “Y es precisamente tarea de la filosofía el revelar a los hombres la utilidad de lo inútil o, si se quiere, enseñarles a diferenciar entre dos sentidos diferentes de la palabra utilidad”.
Desde hace unos meses, participas de las tertulias Comboi, organizadas por el APIV. Algunos de los temas que tratáis son de gran interés para hacer más compartida la profesión. ¿Qué debate te interesa recordar?
Nuestras motivaciones para crear un espacio de encuentro como el Comboi fueron, en primer lugar, el poder facilitar a la gente joven que empieza una herramienta para compartir experiencias y aprender a desenvolverse en el ámbito profesional con mayor facilidad. Como comentaba antes, la nuestra es una profesión muy solitaria y esta es una forma de encontrarnos regularmente, crear lazos de unión y amistad e intentar revertir esa tendencia a la competitividad y el individualismo dentro de nuestro sector. También estamos intentando invitar a personas de otros ámbitos profesionales para abordar los temas desde otras perspectivas y de paso construir puentes que quién sabe dónde nos podrán llevar. El último debate que tuvimos en este sentido fue sobre el concepto de creatividad en clave crítica, donde analizamos las implicaciones sociales de nuestras respectivas profesiones dentro del ámbito cultural. Vinieron personas del sector teatral, del periodismo, el diseño y el arte contemporáneo, por lo que el debate fue bastante enriquecedor.
¿Qué opinas del panorama bibliográfico de la ilustración en España? ¿Cuáles son tus libros fundamentales?
Sobre cultura visual en general creo que existe una buena bibliografía. No tanto, por no decir casi nada, en teoría o metodología de la ilustración en particular. En cuanto a los primeros, podría destacar títulos como el ya clásico de John Berger Modos de ver, El arte como oficio de Bruno Munari, La cámara de Pandora de Joan Fontcuberta, Diseñador / Ciudadano de Milton Glaser o Sobre la fotografía de Susan Sontag.
Respecto a bibliografía relacionada directamente con teoría o metodología de la ilustración recomendaría en primer lugar, aunque no sin reparos, La ilustración como categoría de Juan Martínez Moro, La ilustración gráfica del siglo XIX en España de Valeriano Bozal, el clásico de D. A. Dondis La sintaxis de la imagen, aunque también podría entrar en el bloque anterior, o el ya citado Pensar con imágenes de Enric Jardí.
¿Qué tipo de proyectos te gustaría desarrollar en el futuro?
Me encantaría continuar trabajando en proyectos colectivos con otros profesionales. También me gustaría disponer de más tiempo libre para terminar de escribir un par de proyectos de libro, uno sobre el concepto de creatividad y otro sobre teoría de la ilustración, para los que llevo recopilando documentación hace mucho, pero a los que no puedo dedicarme lo suficiente, ya que no es algo que me vaya a reportar beneficios económicos, sino tal vez todo lo contrario.
En estos momentos, voy a empezar junto al ilustrador y muralista Elías Taño un nuevo proyecto, que durará varios meses, en centros educativos de nuestra ciudad, donde enseñaremos a los niños y niñas las posibilidades comunicativas de la tradición cartelística y la pintura mural, al mismo tiempo que realizan sus propios proyectos. (Publicado en Visual 202)
Texto: Clara Iris. Web: http://luisdemano.com/