Los trabajos de Noma Bar forman parte ya de la historia de publicaciones como Wallpaper, The Economist, Time Out o compañías como Random House, para la que ha realizado cubiertas para Don DeLillo o Haruki Murakami. Una obra a la que se pueden aplicar muchos adjetivos, pero a la que solo uno encaja como un guante: sencilla. Publicado en visual 180
“Cuando tenía seis años, en el pequeño pueblo donde vivía había un hombre que tenía un garaje de reparación de tractores. Cuando se jubiló, recopiló todas las piezas que le quedaban y las transformó en obras de arte”.
De repente, el pueblo de Noma Bar se llenó de esculturas. “Una incluso apareció en mitad de mi escuela. Me pasaba mirándola todo el rato”, explica.
Un día alguien colocó en su extremo una bandera y de golpe se convirtió otra vez en un objeto funcional. “Aluciné con cómo las cosas pueden pasar de un estado a otro. Con cómo los ready-mades, los objetos encontrados, podían hallar una nueva vida”.
Noma Bar creció en un entorno familiar en el que el arte era una disciplina muy importante y valorada, hasta el punto de que, cuando recuerda su infancia, se ve siempre dibujando y rodeado de papeles, rotuladores y lápices. Con el tiempo, ese mecánico que construía esculturas con chatarra y que excitó la mente del pequeño Noma fue dejando paso a otras influencias. Diseñadores como Allan Fletcher, Paul Rand, Milton Glaser, Herb Lubalin; artistas como Gary Hume o Brancusi, incluso estrellas de cine como Charles Chaplin “por su gran capacidad para entretener sin utilizar palabras”.
Tal fue la influencia del cómico que, cuando se convirtió en diseñador profesional, Noma Bar desarrolló un estilo mediante el cual logra estupendos resultados sin usar palabras. Trabajos basados en conceptos tan sólidos y ejecutados con una brillantez tan asombrosa, que no precisan de ningún otro apoyo. Un trabajo que, según él mismo explica, busca conseguir la “máxima comunicación con los mínimos elementos”.
“En realidad no podría explicarte cuál es el proceso para conseguir ese resultado. Sencillamente es la manera en como observo el mundo que me rodea. Una actividad a la que, en términos de rutina laboral, dedico alrededor de seis horas al día”.
En esas seis horas Noma mira, curiosea, reflexiona, piensa, toma notas y boceta antes de encerrarse en el estudio a dar forma a todo ese material.
“Allí es donde ejecuto las ideas y donde, por supuesto, añado, borro, corrijo los dibujos una y otra vez… Hay un proceso muy largo detrás de cada una imagen desde la búsqueda de la idea inicial hasta el resultado final; desde los primeros bocetos hasta los dibujos más elaborados y el retoque digital…”.
A lo largo de ese camino por lograr sintetizar el concepto son muchas las cosas que, evidentemente, van quedando en el camino, entre ellas, los colores. Hasta tal punto llega la preocupación de Noma por la idea que todo elemento ornamental que no la potencie, debe desaparecer
“Es lo que citabas tú antes: “Máxima comunicación con el mínimo de elementos. En ese sentido, el color también forma parte de eso. Simplificar la gráfica, reducir la paleta de color, eliminar las texturas, el ruido… Es como un cantante acompañado solo con una guitarra o un funambulista sobre el alambre, sin ningún otro añadido, sin decoración. Lo que me interesa es alcanzar la esencia del color y utilizarlo de forma atrevida, arriesgada pero siempre preservando y potenciando el concepto. Eso es lo importante. Mucho más que lo estético o cualquier otra cosa”.
A pesar de este intento por eliminar cualquier elemento superfluo de sus piezas, hay algo que permanece de manera más o menos constante: el humor, desarrollado a través de efectos ópticos y trampantojos.
“En mi trabajo es posible encontrar diferentes niveles que me facilitan la tarea de contar mis historias. Es una cosa similar a lo que sucede cuando lees un texto o un poema o un guión. En un primer momento crees que lo has entendido todo, pero si vuelves a leerlo, compruebas que el sentido se desplaza en otra dirección. En eso es también muy importante el humor. No creo que los diseñadores, en general, sean muy serios. Personalmente los veo como en una representación teatral: unos son humoristas, otros son actores dramáticos… En mi caso, por ejemplo, me considero más capacitado para representar papeles cómicos que dramáticos, pero no solo en el diseño. El humor y la ironía está presente en todo lo que hago”.
Antes de afincarse en Londres, Noma Bar estuvo cuatro años estudiando tipografía hebrea en Israel. “Como puedes imaginarte, no hay mucha gente que lea hebreo en Inglaterra. Pero además de eso, cuando llegué no sabía expresarme correctamente en inglés ni visual ni verbalmente. Así es que tuve que empezar a contar mis historias o desarrollar mis ideas sin utilizar palabras, lo que acabó dando lugar a mi propio lenguaje de signos basado en el uso de mis manos, de expresiones faciales, de iconos, de pictogramas… Inventé mi propio lenguaje al que podríamos llamar gráfico-mímico”.
A pesar de ese estilo tan peculiar, o justamente a consecuencia de él, Noma ha conseguido hacerse un nombre en el panorama del diseño actual. Sus trabajos son demandados por agencias de publicidad, revistas o importantes compañías internacionales de muy diversos sectores empresariales.
“Disfruto de de todos los proyectos y de todos los sectores. Desde el diseño editorial hasta la animación o el modelado 3D. Eso me permite no concentrarme en una sola cosa y desarrollar otras muchas actividades, como mi propias piezas de arte, mis exposiciones, instalaciones e incluso explorar esa fina línea que separa el diseño del arte y de la ilustración”.
En ese sentido destaca su exposición Cut the conflict, una muestra compuesta por unas decenas de pósteres troquelados de tal manera que se generan dos imágenes diferentes que conviven en un mismo soporte.
El proyecto posee además una dimensión reivindicativa desde el momento en que se invita a aquellos habitantes de determinadas zonas en conflicto bélico o de convivencia a que envíen materiales relacionados con dichos lugares. Banderas, postales, fotografías, mapas procedentes de los dos lados del conflicto con los que Noma Bar realiza una nueva pieza en la que, como en caso anterior, ambas partes deben convivir pacíficamente, al menos en el soporte artístico.
Esa personalidad poliédrica también se manifiesta en la capacidad de Noma para desarrollar piezas de diseño industrial, como una casa en un árbol para un pabellón en Japón que algunos han descrito como la ilustración convertida en forma arquitectónica o un packaging para el champán GH Mumm cuyas formas sugieren una botella y un par de copas.
Por si no fuera suficiente, Noma Bar está preparando cinco libros que serán editados este año 2016 por la prestigiosa Thames & Hudson quien ya editara “Chineasy” un método para aprender chino que emplea las sencillas pero potentes ilustraciones de Noma para facilitar la comprensión. Espero que puedas mencionarlos en el artículo. Mencionados quedan. Texto: Eduardo Bravo