MAGAZINE DE DISEÑO, CREATIVIDAD GRÁFICA Y COMUNICACIÓN

Nuevas vías


Hasta ahora muchos coincidían en que la mayor trasformación en esta profesión se dio cuando se incorporaron los ordenadores personales como herramienta en el diseño gráfico. Sin embargo, lo que estamos viendo en los cuatro últimos años puede hacer tambalear ese convencimiento.
Nunca hasta ahora se había producido tal desequilibrio entre la oferta –centenares de jóvenes cada año tratan de incorporarse al mercado– y la demanda de profesionales. Algunas especializaciones están desapareciendo, simplemente no existen encargos o se han reducido tanto que sólo unos pocos con un sólido posicionamiento pueden aspirar a ellos… ¿Cuántas identidades visuales de grandes compañías o instituciones se están haciendo? ¿Y diseños de nuevas publicaciones periódicas o rediseños de las existentes? Son sólo dos ejemplos, pero podríamos mencionar unos cuantos más. 
Publicado en Visual 152

En cambio, las empresas apuestan cada vez más por acciones inmediatas de comunicación, efímeras en el tiempo, buscando resultados a muy corto plazo: promociones, acciones en las redes sociales e internet, etc. Se trabaja mucho para el producto y poco para la marca.
Así las cosas, también las estructuras han tenido que transformarse. Desgraciada-mente, los estudios están siguiendo el ejemplo de lo que antes hicieran las agencias de publicidad, precarizando las relaciones laborales con sus empleados, y confundiendo los periodos de prácticas con mano de obra barata: la caída de los precios implica la necesidad de aumentar el volumen de trabajo aun a costa de una calidad que tampoco los clientes parecen dispuestos a exigir. Si sucedió en las agencias, en las redacciones de los medios, en las editoriales, ¿por qué no había de llegar también al diseño?
No ayuda en este proceso la mercantilización que en las escuelas e instituciones de formación se está produciendo. Los alumnos –o los padres de los alumnos– son exprimidos económicamente no ya con los estudios reglados y sus correspondientes especializaciones: cursos, talleres, workshops y similares proliferan como setas ante una masa de estudiantes que al acabar sus estudios no tienen hueco en el mercado y necesitan enriquecer su currículum como sea. Las escuelas necesitan “colocar” alumnos como sea, incentivando y promocionando esa precariedad.
Tampoco los políticos ayudan. El autoempleo ha sido siempre una buena salida en profesiones como la nuestra, sin embargo las fuertes exigencias para abrirse camino –¿qué sentido tiene pedirle a un nuevo profesional desde el primer mes una cuota de casi trescientos euros, cuando posiblemente pase mucho tiempo antes de estar en condiciones de afrontarla?– no hacen sino fomentar la desprofesionalización y la economía sumergida.
Las administraciones no están siendo capaces de afrontar esta realidad. Los recursos que antes se destinaban a la promoción del diseño dentro de las empresas, ahora son dedicados directamente a su financiación. Sucedió con la demolición del Ddi a favor de la empresa pública ENISA, y sucede también en el ámbito autonómico, donde los centros de diseño, dependientes en su mayoría de organismos de ayuda a las pymes, están bajo mínimos.
Aunque no nos guste decirlo, tampoco parece que las asociaciones profesionales hayan sido capaces de hacerle frente a esta situación. Con unas cuotas muy elevadas incluso para tiempos de bonanza, ven cómo el número de afiliados desciende sin que puedan hacer nada por evitarlo.
Se hace urgente una reflexión conjunta sobre todo esto, iniciar un debate sobre esta profesión distinta. No cabe suponer que la iniciativa venga desde la administración, que ni está ni se la espera. Incluso el Premio Nacional ha quedado como regalo, envenenado o no, en un ministerio al que el diseño ya no le corresponde. Habrán de ser las asociaciones, si tienen capacidad para ello y se les otorga la atención suficiente. O quizá los más jóvenes, que se mueven por cauces distintos, hayan de ser quienes al margen de lo establecido decidan establecer cómo quieren que sea el diseño que les va a tocar vivir.

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