Músico, ilustrador, escritor, diseñador de juguetes para niños, entre otras muchas cosas, Richard McGuire es una de las mentes más influyentes de nuestro tiempo. Sus obras, consideradas clásicos desde el momento mismo de su aparición, han explorado nuevos lenguajes narrativos, formas visuales y han marcado el trabajo de otros autores. Publicado en Visual 180
Saul Steinberg tenía guardada una de mis portadas para New Yorker. No le conocí, pero ese detalle me hace muy feliz. También el otro día mi amigo James Murphy me comentó que David Bowie le habló de Aquí y le preguntó ¿Conoces este libro? James le respondió, sí, es el libro de Richard y Bowie le preguntó ¿Le conoces? ¡David Bowie! La verdad es que es una locura. La vida es muy extraña.
Sí, la vida es una locura. Por lo menos la de Richard McGuire. Nacido en Nueva Jersey en 1957, sus primeros pasos en el mundo del arte los dio con Liquid, Liquid, un grupo de la escena post punk neoyorquina que acabó convirtiéndose en un grupo de culto y que, tras décadas separados, volvieron a reunirse recientemente por petición de sus fans. Lo que empezó como una gira para unos cuantos amigos, acabó con conciertos por diferentes auditorios de todo el mundo incluido el Madison Square Garden.
Camino del escenario en el Madison Square Garden están las fotos de la gente que ha tocado ahí y además por orden de importancia: Bob Dylan, The Beatles, Elvis y el último, antes de entrar, Muhammad Ali… Lo que te decía, una cosa muy extraña. Yo había estado en el Madison viendo a Elvis. Arriba del todo. Se le veía muy pequeño. Luego fui yo el que tocó allí. Nunca lo hubiera creído cuando empecé. Durante los ochenta trabajaba en galerías de arte por la mañana y por la noche tocaba con el grupo. Por esa época conocí a gente como Basquiat o Keith Haring, gente muy interesante. Diferente a la del cómic pero muy interesante.
El cómic es justamente la otra actividad que ha marcado esa “extraña vida” de Richard McGuire. Su primer tebeo, una historia de seis páginas que narra lo que sucede en el rincón de una casa a lo largo de miles de años, se convirtió en un clásico desde el mismo momento de su publicación. Un hecho que marcaría las carreras de autores como Chris Ware y serviría de inspiración a personajes míticos como Jimmy Corrigan.
Compraba la revista Raw porque me gustaba leerla, no porque porque tuviera interés en ser dibujante de cómic. Hasta entonces mi experiencia había sido diseñar las portadas de mi grupo, pero Aquí fue el primer proyecto que consideré completamente mío. Cuando la acabé se la mandé a Art Spiegelman, que era el director de Raw, y a los pocos días me dejó un mensaje en el contestador diciendo que se publicaría en la revista. ¡No había hecho ningún cómic en mi vida, ese era el primero! A partir de ahí comencé a conocer a toda la gente de Raw. Fue muy interesante porque, aunque no había ningún dinero en los cómics, todos eran muy entusiastas. Eran outsiders, locos haciendo cosas de locos, pero con una pasión que no he visto en otras profesiones. Después de la publicación de Aquí, Spiegelman me dijo que preparase algo para el siguiente número. Le dije que sí, pero no se me ocurría nada.
Mientras pensaba esa nueva historieta para Raw, Richard McGuire dedicó su tiempo a dibujar libros para niños, viajó a Francia a hacer animaciones y a su regreso se puso a trabajar en la nueva versión de Aquí. Tuvieron que pasar dos décadas para que ese proyecto basado en una historieta de seis páginas se convirtiera en un libro de más de doscientas en las que se aborda la misma historia que en el original pero desde la madurez, tanto artística como personal.
Creí que se podía profundizar más en esa historia. La versión original es más un ejercicio y la segunda es más profunda. Estuve mucho tiempo pensando en ella, unos diez años, pero no encontraba cómo ponerla en imágenes. Cuando finalmente encontré la manera de abordarlo, me hice una maqueta de la habitación, agarré una cámara de vídeo, puse una luz y la fui moviendo como si fuera el sol para encontrar el encuadre que me gustaba y la luz que quería para después copiarla. Eso era lo que necesitaba. Eso es lo que me dio la pista de cómo presentarlo de una forma diferente.
Aquí narra la historia de un lugar a lo largo de los tiempos. Un rincón de una casa que, antes de serlo, fue suelo volcánico, pasto para dinosaurios, bosque y casa hasta que el tiempo acaba con ella y el lugar vuelve a convertirse en páramo, lugar de visita para turistas, laguna y paisaje apocalíptico. Una obra construida con un lenguaje visual basado en la superposición de imágenes inspirada en, entre otras cosas, a los primeros sistemas operativos de Windows.
Cuando se me ocurrió la historia elegí como encuadre la esquina. Decidí que el vértice que corta la escena separaba dos momentos temporales: el pasado y el futuro. Cuando empecé a dibujar, llegó un amigo que se acababa de comprar un ordenador y me comentó que se podían abrir diferentes ventanas. Me dije ‘qué maravilla que se puedan abrir varias ventanas…’. Además de eso, había otros elementos que me sirvieron para desarrollar la historia, como la foto que mi padre nos sacaba todos los años en el mismo lugar del salón. Cuando empecé me di cuenta de que esa forma de narrar había estado presente toda mi vida.
El resultado es un libro que habla de la vida y de su brevedad pero que, en lugar de decantarse hacia el lado de la nostalgia y el pesimismo, resulta optimista e invita a disfrutar de esos momentos a los que solo damos importancia cuando ya los hemos perdido.
En realidad, el libro es sobre cómo concebimos el tiempo. Los recuerdos saltan en un momento, van y vienen. Así es como funciona nuestra memoria y como pensamos. Mientras trabajaba en Aquí mis padres murieron, mi hermana mayor murió de cáncer, mi primo murió en un accidente, tuve que vender la casa en la que mis padres vivieron 50 años… Fue una época muy oscura para mi familia, pero aunque puede que haya un cierto tono triste, hay humor. Como esa escena en la que una persona está contando un chiste y, mientras lo cuenta, otra se muere de un ataque al corazón. Eso sucedió de verdad. Le pasó a un familiar de mi primo y, cuando éste me lo contaba, se estaba partiendo de risa. Decidí que tenía que ponerlo en el libro. Incluso, si me hubieran dicho que no querían que se publicase, la hubiera publicado igual porque la vida es así.
Este optimismo también está presente en el futuro que McGuire imagina, si no para nosotros, sí para las futuras generaciones que, según lo narrado en Aquí, tal vez sufran ciertos problemas medioambientales antes de volver a una situación de normalidad.
Durante el proceso de creación del libro sucedieron dos cosas: el accidente de Fukushima y el huracán Shandy que provocó múltiples inundaciones en el área de Nueva York. El mismo amigo que me enseñó por primera vez el Windows es experto en temas del clima y me enseñó las previsiones de cómo será la zona de Nueva York en el futuro. Se supone que estará toda anegada y bajo el agua. Por otra parte, lo mismo que pasó en Fukushima podría pasar en el área de Nueva York porque hay unas centrales nucleares muy cerca de la población. Le pregunté a mi amigo cuánto tiempo tardaría en irse la radioactividad en un caso semejante. Esa es la razón por la que en el futuro hay flores muy grandes y monstruos mutantes o clonados como Jurassic Park. Es cierto que no hay humanos, pero la vida continúa. No es un futuro tan depresivo como el de Blade Runner”.
Hasta que llegue ese futuro sin humanos pero con plantas gigantes, el presente nos permite disfrutar de inventos que sí que parecen sacados de una novela de Philip K. Dick y otros autores de anticipación, como los libros electrónicos, soporte en el que también ha sido editado Aquí.
Con el e-book quise hacer que cada lectura fuera única, así que le propuse al editor que se cambiase el orden de los pliegos. Me respondió que eso era muy caro porque exigía que alguien en la imprenta moviera los pliegos a mano. Sin embargo, en Londres conocí a un programador que me explicó que eso mismo era muy sencillo hacerlo en e-book, así que en ese formato se puede leer en el mismo orden que en el libro en papel o de manera aleatoria. Además en el libro electrónico hay alguna animación, cosas muy sutiles, como por ejemplo que se mueva un poco una cortina, pero tan poco que llegues a pensar ‘¿he visto eso?’. Por otro lado, en Nueva York ahora ya hay unas personas trabajando en una versión del libro en realidad virtual, con unas gafas y en la que parece que estás dentro de la escena y van pasándote las diferentes situaciones. Algunos dibujantes, cuando crean un universo, establecen reglas muy rígidas y no aceptan los cambios. Yo no. Cuando creo un mundo nuevo, aunque me plantee qué aspecto debe tener y establezca nuevas reglas, soy muy flexible. Texto: Eduardo Bravo