MAGAZINE DE DISEÑO, CREATIVIDAD GRÁFICA Y COMUNICACIÓN

Saul Bass: encuentros en el Séptimo Arte


Bass11El libro Saul Bass. A Life in Film & Design, nos ha otorgado la posibilidad de contemplar y analizar en su conjunto la obra de uno de los más singulares, importantes e influyentes diseñadores gráficos del pasado siglo. Una obra mucho más compleja y rica de lo que podría pensarse ante el protagonismo acaparador de algunas de sus piezas más emblemáticas. Si bien su aportación al diseño cinematográfico –donde revolucionó lo que hasta entonces se había hecho en títulos de crédito y carteles– bastan para otorgarle su lugar en el olimpo de los grandes demiurgos de la gráfica internacional de todos los tiempos, no podemos dejar de admirar sus grandes trabajos en publicidad o packaging, y muy especialmente el trabajo que desarrolló en el mundo de la imagen corporativa, de la que ha sido también todo un referente. Un año antes de que nos dejara, tuvimos un encuentro con él. Este artículo es el testimonio, no tanto de esa entrevista, como de sus circunstancias. Nuestro tributo a un gigante (Martin Scorsese dixit). Publicado en Visual 159


Este artículo llega con dieciocho años de retraso. Es hora de confesarlo: este reportero rinde culto a la pereza.
Dieciocho años es el tiempo que ha pasado desde que Jaume Pujagut nos proponía a Xavi Capmany y a un servidor (en aquella época, ambos compartíamos el estudio gráfico con menos actividad de toda Barcelona) que aprovecháramos la ocasión de que Saul Bass venía como invitado al Festival de Cine Fantástico de Sitges para hacerle una entrevista entre los tres. La idea era que cada uno publicaría un artículo sobre el encuentro en su revista: Jaume en Grrr y nosotros en Visual. Jaume cumplió con su parte y transcribió su versión de la entrevista con el título de Fantastic Bass en el segundo número de su, entonces, fanzine.
Releo ese texto y lo que primero que me sorprende, de nuevo, es lo traidora que es la memoria. Tenía en mi cabeza el recuerdo de un día soleado y compruebo que acudimos a Sitges en un día gris y lluvioso.
Por la mañana fuimos a la conferencia de Saul Bass. En la abarrotada sala de conferencias, pocos conocían su cara, pero todos teníamos en la cabeza sus famosos carteles y títulos de crédito para memorables películas de Otto Preminger, Alfred Hitchcock o Billy Wilder. Por el pasillo, entre las filas de butacas, apareció un hombre de aguerrido bigote y unas cejas oscuras sobre unos ojos vivaces. Apoyado en el brazo de alguien (quizá su mujer o su hija) y caminando con la ayuda de un bastón, tímidos aplausos lo delataron como el protagonista de la reunión.
De la conferencia, recuerdo el tono distendido y a ratos jocoso, tan propio de la oratoria norteamericana, con que Bass iba desgranando cada una de las etapas y facetas de su carrera. Por ejemplo, en una de las imágenes nos presentaba a su joven ayudante de los primeros tiempos, Elaine, y explicaba, con su humor algo naif: “Me pidió un aumento de sueldo, así que no tuve más remedio que casarme con ella”.
En esa conferencia muchos descubrimos facetas que ignorábamos sobre Bass. No era sólo un grafista que había colaborado con el mundo del cine: era también un cineasta que no dudaba en rodar minutos de imagen real que funcionaban, no sólo como créditos, sino como prólogo de la propia narración fílmica. De pronto, descubríamos que la famosa escena del asesinato en la ducha de la protagonista de Psycho había sido, no sólo planificada por Bass, sino rodada por él:
“Fue un momento increíble. En un plató de Hitchcock el único que daba órdenes era él. Así que tragué saliva y grité ¡Preparados, cámara, acción!. Mientras, Hitchcock permaneció en su silla, dándome ánimos y dando muestras de aprobación con la cabeza de vez en cuando”.
El resultado, como sabemos, es una de las escenas más célebres del cine de suspense de todos los tiempos.
Otra faceta que muchos descubrieron en aquella conferencia fue la de Saul Bass como diseñador de sólidas y perdurables imágenes corporativas, algo que, por sí solo, ya le ha otorgado un puesto de honor en la historia internacional de la gráfica. En alguna ocasión, alguien ha señalado esta faceta como la aportación más importante de Bass, por encima de sus míticos títulos de crédito. Nuestra humilde opinión es que Bass fue un grande de la creación e implementación de imágenes corporativas, pero un genio y un revolucionario del diseño cinematográfico.
Tras la conferencia, nuestra expectación por encontrarnos con el maestro había crecido aún más. Durante la comida, Jaume Pujagut nos explicó cómo años atrás había visto una película de ciencia ficción en la que unas hormigas, dirigidas por una inteligencia superior, eran capaces de vencer a la raza humana y a su sofisticada tecnología. Su director era Saul Bass. Rodó este largometraje y una serie de cortos experimentales que le valieron dos nominaciones al Oscar. Finalmente logró llevarse una estatuilla con su obra Why Man Creates (1968).
Ya en el vestíbulo del hotel, mientras dábamos los retoques a las últimas preguntas ante el inminente encuentro, fuimos testigos de cómo, en los sofás colindantes, un periodista de un medio local perpetraba la peor entrevista de la que uno ha sido testigo contra el bueno de Alejandro Jodorowsky, que también era uno de los invitados del festival. Una entrevista que el periodista comenzó con una frase que pretendía dar fe de su modestia, pero fue del todo profética: “Sr. Jodorowsky, vengo a importunarle con mis tontas preguntas”.
Nosotros teníamos preparada una larga lista de preguntas –nada tontas, creo– para hacerle a Saul Bass. Cuando nos llegó el turno, nos sentaron en una larga mesa junto a él y su séquito de acompañantes, entre los que se encontraba Elaine, su mujer y gran colaboradora de siempre. En esta ocasión, al que le tocó tragar saliva fue a Jaume, como bien recoge en una acotación de su texto de Grrr (con su habitual cruzada contra los acentos ortográficos): “El artículo a pesar de ir firmado por una sola persona, se realizo con la colaboracion, mas moral que tecnica de Xavi Capmany y Carlos Diaz que me acompañaron en todo momento, y a los que agradezco su apoyo [sic]”.
En efecto, este reportero no hablaba inglés y el Sr. Capmany sólo se arrancaba a hacerlo a altas horas de la madrugada, horario poco probable cuando uno se entrevista con un anciano y venerable caballero. Así que a Jaume le cupo el honor de llevar él solito todo el peso de la conversación y llevarse a casa unas cintas de audio que no logró descifrar hasta que unos oídos más familiarizados que los suyos con el idioma de Shakespeare le echaron un cable.
Por mi parte, apenas logré entender dos afirmaciones claramente expuestas por el Sr. Bass, algo así como: “I don’t give a shit for the Mac” y “I have some news for you: Neville Brody is dead”. Hay que decir que en aquel tiempo todos los diseñadores gráficos se veían en la obligación de pronunciarse sobre ambas cosas cuando eran entrevistados. (Si a alguno de ustedes no les suena el nombre del citado Sr. Brody, no se preocupen: las palabras de Bass les absuelven).
Dada la proverbial modestia de Jaume –que presentó a sus compañeros como profesionales del diseño, reservándose el papel de mero entrevistador– Saul Bass contestó a cada una de las preguntas clavando la mirada en los dos pasmarotes que estábamos allá sentados como convidados de piedra y poniendo cara de que no nos estábamos perdiendo una palabra de su discurso.
Nos habían concedido apenas veinte minutos, pero ya habíamos rebasado con creces ese tiempo cuando a Saul Bass le reclamaron para una pequeña entrevista para la televisión. Teníamos muchas preguntas sin formular y el Sr. Bass parecía encontrarse muy a gusto con unos reporteros que por fin le preguntaban sobre su trabajo y no sobre su amistad con Alfred Hithcock o Billy Wilder. Así que quedamos en reanudar la entrevista en cuanto volviera. Antes de desaparecer, se produjo la siguiente conversación:
“(Bass) Veréis, siento una gran afinidad por los diseñadores gráficos y soy muy curioso ¿Qué tipo de trabajo hacen? ¿Cómo describirías su trabajo?
[Acotación de JP: “Aqui el Sr. Bass se dirigia a Xavi Capmany y a Carlos Diaz que permanecian atentos y sonrientes a la conversacion y me dejaban solo con las preguntas y el jodido idioma ingles [sic]”]

(JP) Ja, ja, ja… es muy duro, ¿Como diseñadores o como profesores? Ellos hacen ambas cosas.
(Bass) No, como diseñadores. ¿Qué tipo de trabajo están haciendo? ¿Cómo lo describirías? ¿Hacen una comunicación clara? ¿Son oscuros? Son…
(JP) No, yo creo que trabajan más un tipo de mensaje claro que oscuro.
(Bass) Así que consideran que es necesario que se les entienda…»
Es muy significativo que una leyenda viva del diseño se interesara en esos términos por el trabajo de dos jovencísimos y desconocidos colegas. Aunque ya se encontraba mucho más enfermo de lo que su vitalidad y buen humor podían dar a entender (la entrevista se produjo en otoño de 1994 y Bass moriría en abril de 1996), su curiosidad por su entorno profesional permanecía intacta. Cierto que sus más grandes y celebradas creaciones quedaban muy atrás, pero su estudio permanecía en activo, colaborando todavía con grandes directores como Scorsese.
A lo largo de la conversación, Bass expuso una visión del diseño nada dogmática, pero claramente posicionada, como queda implícito en la anécdota referida: el diseño como herramienta de comunicación, por encima de cualquier otro punto de vista.
Repasando la transcripción de la entrevista, me llama especialmente la atención sus opiniones sobre la enseñanza del diseño, tan vigentes hoy como entonces:
“Para tener ideas, para desarrollar conceptos de comunicación, tienes que tener una base de conocimientos en tu interior y si estás vacío en este sentido ¿Cómo vas a ser un buen diseñador? ¿Cómo vas a desarrollar una idea si careces de ellas? […] Tienes que tener una vida muy culta, cosa que muy pocos de nosotros hacemos. […] La mayoría de los estudiantes crecen, van a la escuela, van a la escuela de diseño, terminan y empiezan a trabajar. No se embarcan en cargueros, no se van a África, no encuentran el camino a través de la jungla malaya, así que ¿cuál es el sustituto? Sus conocimientos.
Toda la historia debería estar ahí, todos los pensamientos históricos, el conocimiento, la ciencia, la literatura, las ideas, la filosofía. Debes almacenar muchas de esas cosas en tu cabeza, de forma que cuando empiezas a pensar en resolver un problema, tengas una reserva desde la que buscar soluciones. Pero si somos realistas, no tienes suficiente. Teóricamente, se debería ir primero a la universidad y después a la escuela de arte. ¿Pero quién puede permitirse diez años en el limbo? Así que la respuesta es: debes convertirte en lector. […] Y hay otro problema: nadie dibuja. Nadie dibuja. Recortas papel, tecleas y escoges tipos. Haces de todo, pero no dibujas. Si no dibujas, no puedes conceptualizar”.

Saul Bass, el anciano Saul Bass, era un hombre todavía apasionado por su profesión y ávido de aprender:
“¿Qué puedo deciros? No puedo dejar de leer. Solía leer de pequeño. Mi madre se enfadaba conmigo porque no quería irme a dormir. Y yo solía irme a mi habitación con una linterna, me tapaba con la colcha para que ella no se diera cuenta y leía bajo las sábanas. Si puedes conseguir que alguien sienta eso por la lectura… Por aprender y absorber. ¿Cómo se consigue? No lo sé. El conocimiento es tan maravilloso… Quiero decir, aprender es una experiencia extraordinaria”.
Ahora que acaba de aparecer, por fin, Saul Bass. A Life in Film & Design, un magnífico volumen compilado y escrito por Jennifer Bass y Pat Kirkham –y editado por Laurence King–, el primer libro que recoge cumplidamente su obra y su vida, es un magnífico momento para detenernos en los trabajos de uno de los diseñadores más importantes que dio el siglo XX. Como dice Martin Scorsese en el prólogo:
“Sus diseños, para títulos de crédito, imágenes corporativas, cubiertas de discos y carteles, definieron una era. En esencia, él descubrió y destiló la poesía del mundo industrializado contemporáneo. Nos proporcionó series de cristalizadas imágenes, expresiones de quiénes éramos y dónde estábamos frente al futuro que teníamos por delante. Eran imágenes con las que uno podía soñar. Todavía lo son”.
Sin lugar a dudas, sin el talento de Saul Bass, la historia del diseño hubiera sido un poco menos interesante y, por supuesto, algo más aburrida.

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