Los ED-Awards han cumplido diez años. Una década defendiendo la excelencia del diseño y ayudando a que esta disciplina sirva de elemento aglutinador entre los diferentes países europeos, en un momento en el que el continente sufre una crisis que va más allá de lo económico. Diez años que son un punto y seguido para el futuro desarrollo de esta aventura. Un momento para reflexionar sobre lo pasado y afrontar un futuro en el que países como Rusia tienen grandes posibilidades de revelarse como una potencia creativa a tener muy en cuenta.
Ha pasado una década desde que un equipo griego de profesionales relacionados con el diseño decidiera poner en marcha los primeros premios de diseño gráfico de alcance europeo.
Lo que parecía una idea descabellada ha ido afianzándose a lo largo de estos años hasta convertirse en un prestigioso certamen que, además de estos premios, organiza un evento en el que participan algunas de las figuras más destacadas de la disciplina.
Muchas cosas han sucedido a lo largo de estos años. Una vez superadas las dificultades de las primeras ediciones, siguió una época de crecimiento y estabilidad que se vio interrumpida por la crisis económica mundial. El hecho de que Grecia haya sido uno de los países más afectados por esa crisis no ha hecho más que dificultar la evolución de los ED-Awards que, sin embargo, han conseguido resistir y presumiblemente saldrán fortalecidos de esta experiencia.
Si bien es cierto que en los últimos años los países más castigados por la crisis han tenido menos recursos a la hora de inscribir sus piezas, la falta de medios también ha servido para igualar a los diferentes territorios en lo que a calidad del trabajo se refiere. Una vez más, la creatividad ha venido en auxilio de la falta de recursos, y de eso sí que andan sobrados los diseñadores europeos, independientemente de la riqueza del lugar en el que residan.
En la actualidad, son pocos los países que puedan mostrar grandes proyectos de diseño. Las compañías se han vuelto conservadoras y no tienen entre sus prioridades cambiar su imagen o asumir los costes de implementación que ello supondría.
Ni siquiera internet y sus herramientas virtuales asociadas están canalizando la inversión en diseño de las empresas y, desde el punto de vista de la creatividad, parece como si los diseñadores hubieran explorado todas las posibilidades del medio y recurren para sus trabajos actuales a conceptos y soluciones de hace tres o cinco años.
En esta edición, salvo un ambicioso trabajo de Thyssen-Krupp de rediseño y aplicación de marca en todos los soportes y escenarios imaginables incluidos los virtuales, no hubo ningún otro proyecto que dispusiera de tantos recursos para ser desarrollado. Un hecho que, al final, acabó jugando en contra del estudio responsable. A pesar de su calidad, su ortodoxia, su conservadurismo hacía que fuera excesivamente previsible en comparación con otras propuestas que habían suplido con creatividad todas sus otras carencias, empezando por las económicas, y que fueron mejor recompensados en el palmarés.
Por tanto, lo único que se le puede agradecer a la crisis, si es que se le debe agradecer algo, ha sido el haber potenciado la creatividad que ha permitido que el palmarés de esta décima edición de los ED-Awards incluya piezas brillantes, muy bien resueltas, con soluciones sencillas, ingeniosas y eficaces. Todo, por supuesto, sin excesivos riesgos.
En ese sentido, merecen expresa mención los estudios del Este de Europa y más concretamente los rusos. Si en ediciones anteriores la sorpresa procedía de los estudios griegos y su talento a la hora de desarrollar trabajos de packaging, o de los estudios checos y polacos a la hora de ilustrar, hacer diseño editorial o crear tipografías, este año ha sido el año de Rusia. No quiere eso decir que se hayan alzado con el mayor número de galardones. Sumando los bronces, platas y oros, la ganadora indiscutible fue Holanda, seguida muy de cerca por Suiza, Italia, Noruega y Polonia. Esto sitúa a Rusia en un sexto puesto, aunque por delante de países con tanta tradición en el diseño como Inglaterra, Alemania o República Checa. Sin embargo, los trabajos de los estudios rusos han resultado muy interesantes e invitan a pensar que, en futuras ediciones, su presencia en el palmarés será aún mayor.
Mientras que Rusia muestra un proceso esperanzador y ascendente que podría convertirla en uno de los países punteros en lo que a diseño se refiere en los próximos años, el caso de España resulta, cuando menos, desconcertante.
En las ediciones anteriores, aunque las inscripciones no eran numerosas, su presencia en el palmarés arrojaba un balance más que positivo. Este año, sin embargo, las inscripciones han caído drásticamente y el único premio recibido por un estudio español ha sido un bronce para Sánchez Lacasta.
El proyecto premiado era un libro dedicado al protectorado español en Marruecos, cuyo trabajo de diseño y maquetación resultaba realmente asombroso. De hecho, el jurado no comprendió cómo un ejemplo de diseño editorial tan relevante había sido inscrito en diseño de cubierta, categoría en la que no destacaba en exceso.
El único trabajo de todo el certamen que hubiera podido hacer sombra al libro de Sánchez-Lacasta en la categoría de diseño de libro hubiera sido Carved Names, del estudio húngaro Lead 82. Un volumen de sobrio diseño sobre víctimas del holocausto judío, que fue reconocido merecidamente con un oro pero que podría haberlo perdido de haber competido con El protectorado español en Marruecos en esa misma categoría. Finalmente, para hacer justicia a esa magnífica labor, el jurado resolvió otorgar a El protectorado español en Marruecos el premio Ico D-Excellence.
Aunque en este caso la calidad del trabajo pudo ser reconocida como se merecía, este ejemplo vuelve a poner de manifiesto las dificultades de los estudios españoles a la hora de presentar sus trabajos a un concurso internacional. Participar en un certamen de diseño pone en juego infinidad de variables que resultan casi tan importantes como el trabajo que se presenta. En los últimos tiempos, han surgido ofertas de empleo para duplas creativas en las que una de las cualidades que se les exige es conocer el calendario de festivales, sus particularidades y la forma de presentar los trabajos de forma óptima para que tengan posibilidades de triunfar. Las agencias se han dado cuenta de la importancia que para ellas tienen los certámenes creativos y tiene claro que una inversión de dinero en inscripciones tiene que tener, necesariamente, una recompensa en premios. Si esto es así de trascendente para una gran compañía, debería serlo aún más para un estudio pequeño.
Elegir correctamente la categoría, enviar bien los materiales, especialmente si constan de diferentes aplicaciones o tienen un tamaño que puede hacer que se pierdan entre los demás trabajos, dejar a un lado las reivindicaciones lingüísticas y adjuntar las descripciones en el mayor número de idiomas posibles o, en su defecto, en inglés, son principios básicos para que un trabajo tenga posibilidades de ser premiado en un certamen como los ED-Awards.
Cuando son decenas las categorías a juzgar y miles las piezas que se presentan, el tiempo que el jurado puede dedicarle a cada una puede ser, en ocasiones, de un par de minutos. Facilitar las cosas, hacer sencilla la comprensión de lo que se envía es imprescindible y en eso, alemanes, italianos, suizos, ingleses y holandeses nos llevan años de ventaja.
Volviendo a los aciertos de esta décima edición, sorprende el hecho de que marcas de gran consumo hayan comenzado a ver en el diseño algo valioso que reafirma su marca y los diferencia de los competidores. Si además ese esfuerzo es recompensado con un premio, la satisfacción es mayor. En ese sentido, multinacionales de la cerveza, de las bebidas alcohólicas y hasta marcas de papel higiénico o lubricantes pesados para automóvil, productos todos ellos que no suelen frecuentar los concursos de diseño, han estado presentes en los ED-Awards. Alguien podrá objetar que son los estudios y no las marcas los que presentan las piezas a concurso. Cierto, pero los profesionales del diseño saben mejor que nadie que, si el trabajo no es bueno y el cliente no ha permitido desarrollar un proyecto digno, es tontería concurrir al concurso y desembolsar el dinero que cuesta la inscripción.
En resumidas cuentas, el hecho de que un certamen de diseño celebre su primera década de existencia es una muy buena noticia. Solo con iniciativas que busquen la excelencia del diseño y reivindiquen el valor que esta disciplina tiene en la sociedad se conseguirá que la salida de la crisis vaya acompañada de un fortalecimiento de la profesión. Con un tejido empresarial recuperado, fortalecido y unos profesionales valorados, respetados y bien remunerados, ya pueden venir todas las crisis del mundo y hasta todo el ejército ruso de diseñadores. ß
Texto: Eduardo Bravo
Publicado en Visual 181