“El Foment de les Arts i del Disseny (FAD) ha distinguido con la Medalla 2019 a la gestora cultural Rosina Gómez-Baeza, que fue directora de la feria ARCO entre 1986 y 2006, por su implicación en el mundo de las artes, la cultura y el diseño y por su iniciativa en crear espacios de difusión cultural, tan necesarios en la actualidad”. En un comunicado este jueves, el FAD ha explicado que el lunes celebrará la asamblea general y la fiesta anual de socios, en un acto en el que se entregará un galardón que nació en 1928 y este año distinguirá a Gómez-Baeza “por su trabajo reivindicando el papel de las artes y la cultura en la sociedad actual” y su papel como referente cultural. Gómez-Baeza fue directora fundadora de LABoral, Centro de Arte y Creación Industrial de Asturias, entre 2006 y 2011, y es presidenta fundadora de la Asociación para el Apoyo al Emprendimiento en las Industrias Culturales y Creativas, y responsable de Factoría Cultural, Vivero de Industrias Creativas, Matadero-Madrid desde abril de 2014, entre otros cargos. Hasta aquí la noticia de agencia. No pasa nada. Hasta habrá quien pensará que es una medalla merecidísima. Quizá quienes la decidieron no sabían que ARCO, desde los tiempos que Rosina era directora hasta hoy, ha sido el ejemplo de gestión del diseño como desprecio al diseñador. Un monumento al “cobras en visibilidad y ya si eso te la comes”. Los concursos de diseño de ARCO han sido un insulto a la profesión. Pero el verdadero enfrentamiento vino después, cuando convocó desde LABoral un concurso de diseño de carcasas de móviles –sí, han leído bien– que consiguió enojar tanto al colectivo de diseñadores que hubieron de hacerle una especie de escrache gráfico: decenas de diseñadores participaron en el concurso para protestar por el propio concurso. El tema llegó a las páginas de los periódicos, se hubieron de cambiar las bases a la mitad del proceso, todo fue un despropósito aunque, hay que decirlo, nos reímos mucho con aquello.
Pues sí, el FAD le regala ahora su medalla a Rosina “por su implicación en el mundo del diseño”. Pues qué queréis que os diga, ojalá no se hubiera implicado tanto. No sé si la medalla contribuye al prestigio de la premiada o al desprestigio del premiador.
La Chulapa
La ciudad de Madrid tiene ahora su tipografía. Como sucediera con Salamanca –de la mano de Andreu Balius– o Bilbao –Alberto Corazón–, ahora el Ayuntamiento de Madrid ha confiado en Joan Carles Casasín y Pablo Gámez la creación de una tipografía distintiva. Tiene su origen en las placas de cerámica que señalizan las calles del centro, creadas en los años noventa por el ceramista Alfredo Ruiz de Luna. Después, la diseñadora Silvia Fernández Palomar creó la Ferpal San, como un proyecto de estudiante, que utilizó el año pasado en el Cartel de las Fiestas de San Isidro. A partir de ahí, ahora Pablo y Joan Carles realizan una revisión de ambas, creando una fuente que el Ayuntamiento pone a disposición de comerciantes y ciudadanos para su libre uso. Es un trabajo delicioso, que culmina el cambio radical que en estos cuatro años y de la mano de Nacho Padilla Madrid ha consolidado en lo que a su gráfica municipal se refiere.
La primavera del libro ilustrado
Afortunadamente ha remitido el catastrofismo en lo que al sector de la edición se refiere. Incluso podemos decir que ahora crece, no en ejemplares pero sí en títulos, aunque eso no es necesariamente buena señal. Pero hay un hecho irrefutable: hay dos sectores que crecen y se afianzan por encima del resto. Uno es el de los libros de poesía, que se abren a nuevos nichos y con especial dedicación y éxito en lo que se refiere a la poesía para jóvenes. Quién nos iba a decir que llegaría una generación que lee más poesía que las anteriores.
El otro es el del libro ilustrado. Se edita mucho libro ilustrado y la calidad media es más que aceptable. Si hubiera que poner algún pero, sería la facilidad con que se editan versiones de autores extranjeros y la dificultad que siguen teniendo los de aquí para editar. Pero el sector editorial es conservador por naturaleza. Estas dos tipologías de libro tienen algo en común: el valor del objeto libro es esencial. El papel es un elemento intrínseco al producto, y la calidad de la edición también. Eso debería hacernos reflexionar a los editores, a los diseñadores y a los autores. Y de este cruce de razas surge un elemento extraño que se está convirtiendo en especie dominante: el libro de poesía ilustrado. No lo perdamos de vista, está predestinado a dar grandes alegrías a la poesía y a la ilustración.(Publicado en Visual 198)
Texto: Alvaro Sobrino