MAGAZINE DE DISEÑO, CREATIVIDAD GRÁFICA Y COMUNICACIÓN

El multidimensional Tiger Tateishi


La capital del imperio de las máquinas se prepara para los Juegos Olímpicos 2020. La ciudad que fue sede de los primeros juegos de verano disputados en el continente asiático, se dispone 56 años después a poner al olimpismo a la altura de los acontecimientos históricos con todos sus efectos colaterales. Cada cierto tiempo se anuncian las promesas niponas destinadas a la celebración: robots mascota que atenderán a los asistentes, taxis autónomos sin conductor o las tan esperadas lluvias de meteoritos artificiales que se podrán contemplar en el cielo. La versión beta del sueño futurista servirá para hipnotizar al mundo con sus sofisticaciones infraestructurales y tecnológicas, para hacer resplandecer a esa gran megamáquina que se llama civilización, como ya hizo en 1964.
tiger
Se dice que los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964 tuvieron un gran significado geopolítico. Se dice también que éstos cambiaron la identidad global de Japón, encargada de fortalecer una imagen de estabilidad, modernidad y recuperación económica tras la guerra, que serviría para ir enterrando la imagen de violencia que fomentaba la propaganda exterior. Muchos ejemplos infraestructurales vistieron el paisaje de esa fantasía inspirada en la ciencia ficción, como pudo ser el Gimnasio Nacional Yoyogi con su gran cubierta suspendida o el tren bala Shinkansen, que se inauguraba en ese exacto 1964 para viajar a la velocidad terrestre jamás soñada. El movimiento, la hiperconexión y el almacenamiento multitudinario de personas cambiaría la forma de ver las cosas para los japoneses y su manera de construirse como nación.
Bajo estas circunstancias, Tiger Tateishi aprenderá a mirar y a explicar con imágenes cómo se enfrenta el ser humano al sueño del futuro de la civilización. Más aún, propondrá su versión personal del entorno simbólico japonés y del mundo, mientras desarrollará un universo extraño y complejo. Tiger Tateishi, quien había rescatado de las librerías de segunda mano algunos libros de ciencia ficción y números de la revista MAD olvidados por soldados de las fuerzas de ocupación, arrancaba su carrera como dibujante sintiéndose atraído por el pop estadounidense y la propia historia nipona, que le llevaría a hacer colisionar referencias tan dispares como Godzilla, los samurais o la bomba atómica con iconos internacionales como Mao Tse-Tung, la Revolución Cultural China, el paisaje americano y su cultura de consumo.
Con tan sólo 23 años y en el contexto de los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964, inaguraba su primera exposición individual bajo el título Accumulated Civilization en la Galería Sato y fundaba junto con Hiroshi Nakamura El Instituto de Arte Turístico para parodiar la imagen del Monte Fuji como principal telón de fondo para turistas.
Tiger Tateishi comenzaba a llamar la atención por su salida de los dominios tradicionales de la narrativa gráfica siguiendo la estela del arte secuencial experimental prefigurado por revistas radicales de vanguardia como MAVO (fundada en 1923), o dibujantes manga e ilustradores del absurdo como Suihō Tagawa o Maki Sasaki (quien fue desarrollando un estilo característico en revistas gamberras, Garo entre ellas, y quien por cierto ha sido recuperado por editoriales independientes como Breakdown Press). De estos primeros años encontramos algunos de sus primeros trabajos de arte secuencial sin palabras (en la revista Manga N.1 dirigida por el dibujante Fujio Akatsuka). También es el tiempo en que publicará junto a la maravillosa cantera de artistas, diseñadores y dibujantes seleccionada por Alan Aldridge en The Beatles Illustrated Lyrics (1969), evento que le hace descubrir la multiplicidad de los lenguajes del pop y la psicodelia a través de las formas y relatos visuales de John Alcorn, Roland Topor, Tomi Ungerer o parte de la cantera de los Push Pin.
Es entonces cuando decide desaparecer de Japón. Tal y como relata su compañera Fumiko Tateishi en una entrevista publicada en el libro monográfico Moon Trax: A New Artistic Visual Language. Surreal art works from Tiger Tateishi (2014), a finales de los 60 Tateishi necesitó un cambio de orientación. Los cómics absurdos eran una carrera espinosa en Japón, con poca popularidad y ambos buscan la manera de abrir horizontes culturales. Junto a Fumiko, deciden mudarse a Italia en 1969 con la ayuda de un amigo de ésta. Milán, ese otro lugar considerado por entonces como ciudad del futurismo, es el escenario en que Tateishi se concentra para retomar la pintura y las lecturas literarias de ciencia ficción británica y estadounidense.
Cuando llegó la hora de enfrentarse al umbral, las piezas empezaron a encajar en su trabajo. Tateishi fue capaz de ver que el manga pintado podía ser posible. Creó pinturas al óleo, subdivididas en una retícula que hacían pensar en la arquitectura de los cómics y tomaban el tamaño de una página-bastidor de 1,6 x 1,2 m. Sus imágenes empezaron a combinar imágenes de pinturas japonesas tradicionales con formas abstractas y presentan los elementos básicos de la ciencia ficción: naves espaciales, arquitecturas oblicuas, galaxias metafísicas, animales líquidos y personajes lanzados como espectros por las babas de la existencia.
Bajo estas circunstancias, y si volvemos a la influencia hacia la mitología japonesa, las pinturas de Tateishi parecen atravesar las formas espaciales de la pintura tradicional nipona, con los maestros del ukiyo-e del período Edo o los orígenes del manga. Por una parte, la visión espacial de algunas pinturas de Tateishi nos hace recordar al género de pinturas de los siglos XVI y XVII llamadas Rakuchū Rakugai-zu (escenas en y alrededor de la capital), que se presentan como una especie de vista de pájaro de la capital de Kioto. Estas pinturas, que generalmente son biombos plegables, algunas de hasta 7 metros, capturan en detalle los famosos templos y santuarios de Kioto, el Palacio Imperial, las residencias de guerreros, así como a sus habitantes. Las extraordinarias composiciones del Rakuchū Rakugai-zu tienen un carácter minucioso de proyección paralela en sus arquitecturas y se presentan con la exuberancia de un curioso cielo dorado que tapa con nubes gran parte de las formas. El sentido atmosférico de las pinturas nos arrojan a una gran sensación de infinito, tal y como se puede ver en algunas composiciones de Tateishi.
Las panorámicas con escenificaciones remezcladas con la incorporación del concepto de secuencialidad con viñetas dentro de viñetas contemporáneas de influencia europea, le orientaron hacia una nueva desviación en el camino para desplegar historias visualmente. Sus composiciones son expansivas con el surrealismo en su núcleo para recorrer la evolución de Japón, en los que superpone símbolos tradicionales con espacialidades futuristas. mostrando brillantes contrastes entre modernidad y tradición, humana y mecánica. Tateishi dibuja sobre un mundo inventado, la cultura y las personas de ese mundo y los espectadores son transportados a un nuevo tipo de existencia. Sus piezas son estelares. Y el tigre es el inquilino principal de sus representaciones visuales. Con él ilustra el conflicto central entre animales y mundo, que se complica por la influencia externa de los objetos.
La ciencia ficción, ese terreno que fertiliza la posibilidad de pensar en utopías, sirve a Tateishi para desplegar los límites de lo posible, para diseñar algo que el crítico de arte Noi Sawaragi definiría como las pinturas topológicas de Tiger Tateishi. El pacto ficcional que se acepta cuando se mira una de sus imágenes tiene que ver con la naturaleza ontológica entre lo que se ve, lo que es y lo que podría ser. Si hay algo destacable que caracteriza el trabajo de Tateishi es, a juicio de Sarawi, la manera extremadamente natural en que introduce el campo matemático de la topología en sus pinturas. Los objetos y formas se transforman en una cosa, otra cosa y después en otra sufriendo ciclos de mutación. Los cuerpos parecen vivir transformaciones continuas, buscando efectos que se mueven libremente delante y detrás del espacio, dentro y fuera, cerca y lejos, en una posición pequeña y después hacia el infinito. Entre estas imágenes, Tiger Tateishi imaginó a dos figuras que recorrían una calle en sentido inverso hasta aproximarse la una a la otra y alejarse consiguiendo desplegar un cuásar o un agujero interdimensional.
Esta constante inquietud hacia los ciclos de mutación, fueron llevando a la propia vida de Tateishi hacia la necesidad repetida de cambiar de nombre, de ciudad y de trabajo. El año 1971 el diseñador Ettore Sottsass le invita a convertir sus ideas en imágenes y formará parte del estudio Olivetti/Sottsass hasta el 1974, para quienes realizará dibujos de diseños y arquitecturas bajo la firma de Tiger dinxit. En 1972, Ettore Sottsass publicaría en la revista Casabella un texto titulado The Planet as Festival con Tateishi como dibujante, quien se encargaría de realizar las litografías de paisajes imaginarios escenificados por representaciones arquitectónicas. El texto, con una gran belleza especulativa, describe la posibilidad de una tierra donde todos los humanos están libres de trabajo y coerción social. Ambos imaginarán una arquitectura ficcional que podría ayudar a reinventar las estructuras de la sociedad, donde se pudiesen tomar drogas, escuchar música, tener sexo o lanzarse a los placeres de la vida, y así poder repensar la idea de ciudad lejos de la planificación urbanística y arquitectónica que se veía limitada por la idea loca, enferma, peligrosa y agresiva de que los hombres deben vivir sólo para trabajar y deben trabajar para producir y luego consumir.
Durante ese tiempo, Tateishi hizo alrededor de un centenar de cuadros y tras algunos años, decide abandonar el estudio de Sottsass para trabajar como dibujante independiente para Sansoni Editori y para la enciclopedia Fabbri. El tiempo en Milán se fue agotando y es en 1982 cuando decide regresar a Japón. Publicará varios libros personales, cómics en revistas reduciendo a babas y píxeles a la sociedad y conseguirá recorrer una vasta obra que incluye pinturas, cómics, ilustración editorial y arquitectónica, libros para niños y cerámicas. Para poder recorrer una pequeña parte de su gigante trabajo, recomendamos la edición japonesa TRA, una colección de sus bizarros e interdimensionales cómics reunidos por el diseñador Shin Sobue para la editorial Kousakusha.
Tiger Tateishi es de estos seres maravillosos que tienen un patrimonio visual muy propio y han pasado tan desapercibidos a la mirada analítica de la historia de las imágenes. Dicen de él que es uno de los padres del “neo-manga”, ese manga raro que no se puede describir y es ubicado en las estanterías de arte en las librerías, junto al otro raro mangaka Yuichi Yokoyama. Para otros ha sido un pintor de cuadros considerado precursor del cómic formal abstracto. Tateishi es de estos seres con una indisposición general hacia las categorías cerradas, que están encantados de dar una vuelta al cansancio del estereotipo. Y de esta apuesta, Tateishi reclama un derecho de mutación del cómic y de la pintura, de conquistar un dominio que él ha seleccionado minuciosamente. Primero, por haber sabido escoger dos lenguajes y naturalizar su relación. En segundo lugar, para crear mundos anclados en un espacio multidimensional repleto de personajes complejos que conviven de una forma muy natural con esta contingencia. En su vida, Tateishi no ganó lo suficiente como para llevar una nave espacial hasta Marte, pero nos dejó imágenes provocativas y visiones radicales de otros mundos en este. Publicado en visual 200

Texto: Clara-Iris

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