He seguido a finales de agosto el culebrón entre Kaiku, Carla Berrocal (@pintamonas) y la agencia Fly me to the moon. Os lo hago rápido, básicamente, nada nuevo bajo el sol: Agencia no muy grande de publicidad y eventos que organiza para cliente no tan pequeño una “acción” que consiste en pintar murales en escaparates de barrio cool de Madrid. Sin pagar a los ilustradores, claro. Y Carla, con razón, se enfada muchísimo y arranca el culebrón. Os invito a que lo busquéis en su twitter y su facebook, no tiene desperdicio.
Hasta aquí, nada extraordinario. Y sin embargo la valentía con la que Carla ha afrontado la gestión del caso y algunos matices, merecen un rato de nuestra atención.
Vayamos con esos matices. El primero, lo sofisticado de la retórica del mal. Lo normal es el consabido “esto te va a dar mucha visibilidad, pero no tenemos presupuesto para pagarte”, y ya. Pero no. El planteamiento de la agencia es más sibilino. Cuenta Carla en twitter que “básicamente lo que vienen a decir es que Kaiku apoya el talento, que “no es trabajo gratis” si no que existe una “fuerte contrapartida” en forma de intercambio de especies. Asumen que los ilustradores somos marcas”. Supongo que es parecido a lo que le ofrecerán a la marca de alcohol o de cerveza, para que pongan una barra gratis. Confunden intencionadamente trabajo y producto.
Otro matiz es la actitud de la ilustradora. Estos berrinches en redes son frecuentes, pero a diferencia de otros, Carla no tiene inconveniente en poner desde el principio el nombre de la agencia y el de la empresa anunciante. Este es el primer paso para que la estrategia de denuncia en estos casos tenga éxito. Pero los ilustradores y diseñadores somos en eso miedosos. No hay motivo para ello, si se tienen algunas precauciones. Una de ellas es no reproducir los correos de la agencia y el anunciante, puede interpretarse como una violación de comunicación privada. Se puede decir “he recibido un mensaje en el que me dicen que…” en lugar de reproducirlo. No debemos tenerle miedo a denunciar estas prácticas, no es muy probable que esto llegue a convertirse en una denuncia contra el ilustrador, si bien es muy posible que de manera más o menos velada nos amenacen con ello para amedrentarnos.
Es una buena idea ponernos en la cabeza de la parte contraria: desde el primer tuit, esto es lo que se llama una crisis de reputación. Es importante hacer hincapié en el nombre del cliente, eso deja las manos atadas a la agencia, que tendrá que hacer en todo momento lo que este diga, y no lo que le pidan las tripas.
Muy posiblemente agencia y anunciante traten el tema con el afectado o afectada a nivel privado, pero no entren al trapo de convertirlo en un debate público. Es lo que ellos llaman no apagar el fuego con gasolina. Esto no es un problema, vamos a poder gestionar nosotros cómo transmitir esa información, con opinión y réplica inmediata. Su prioridad es que la polémica se disuelva cuanto antes, y a ser posible no salga del ámbito del colectivo profesional afectado. Ese colectivo se organiza y asume como propia la afrenta, y van a ser muy activos en la difusión… dentro del colectivo. Los consumidores de Kaiku no se tienen que enterar, esa es su prioridad.
Si tenemos la suerte –o los amigos adecuados– es posible que la disputa salga de nuestros perfiles en redes, y se hagan eco los medios. Esto marca la diferencia. En el caso que nos ocupa, un blog del diario Público escribió sobre ello. Esto no es importante solo por el alcance que pueda tener, sino porque es un elemento importante para ser compartido en redes. El caso toma una dimensión más allá de lo profesional.
Y por último quedan dos preguntas, que son en realidad el meollo de la cuestión. La primera es: ¿puede todo esto perjudicar al ilustrador? Mi opinión es que no. Proyecta una imagen coherente. Y aunque pudiera parecer lo contrario, hay muchas agencias y clientes… no. Empiezo la frase otra vez. Hay en las agencias y clientes muchas personas que están en desacuerdo con las prácticas abusivas, y esas personas son las que muchas veces deciden a quién se encarga trabajo. Esas personas nos conocerán y nos tendrán en cuenta. Y podría decirse lo contrario. También hay personas que se dedican a buscar trabajo en condiciones precarias. Y esos nos pondrán en su lista negra… ¿a quién le importa?
Y vayamos con la segunda pregunta: ¿sirve todo esto para algo? Y la respuesta tiene que ser necesariamente que sí. Si queremos erradicar el problema, no podemos esconderlo. Y además hay una labor didáctica. La agencia tiene que haber pasado un mal trago, y se palpará las ropas en la siguiente ocasión. Y el cliente aprenderá que a veces el coste es mucho más caro que escatimar los honorarios al ilustrador. Nos lo cuenta Carla en su twitter: “Bueno, pues he recibido una llamada de la directora de Marketing de Kaiku (…) En la conversación me han pedido disculpas y han asumido sus responsabilidades. (…) Parece que no volverá a ocurrir, que tendrán más control sobre sus proveedores, y que van a estudiar elaborar un código de buenas prácticas para los talentos artísticos en colaboración, quizás, con Asociaciones Profesionales”.
En cualquier caso, lo que está claro es que a Carla le debemos una. ¡Gracias! Publicado en visual 200
Texto: Alvaro Sobrino
One comment on “Hola, Kaiku”
noelia
16 junio 2020 at 14:58Pues creo muy a mmi pesar, que tampoco han avanzado mucho,
hace poco han sacado esto,
https://talenthuntersbykaikucaffelatte.com/?fbclid=IwAR35fz_qqSJcdlp4dRXk40FCNaT_g40w6ZiP9zwQw9ryHpAMpuhmPMUGwZM
lo lleva la misma agencia, fly me to the moon, al final es lo mismo, precaridad y concursos abiertos que degradan la profesionalizacion del sector, por lo menos ahora hay un premio en dinero….pero seguimso en lo mismo.
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