Con el paso de los años me he dado cuenta de que las grandes historias son aquellas que empiezan con un viaje hacia lo desconocido y cuentan con una banda sonora fascinante. La entrevista que viene a continuación encaja perfectamente en esta categoría porque cumple ambas premisas y, además, nos adentra en una escena clandestina con ecos de reggae y rock ‘n’ roll. A principios de este año tuve la oportunidad de pasar una temporada en la isla de Bali (Indonesia) y allí conocí al artista australiano Jason Sims, coincidiendo con la inauguración de su exposición For the Love of Vinyl. The Missing Records en la galería Deus Ex Machina ubicada en el pueblo playero de Canggu. Se trata de un expatriado afincado en el paraíso, que trabajó como diseñador gráfico para diversas marcas de skate y que hoy vive como un creador bohemio en busca de nuevas experiencias. Ésta es su particular carta de amor a la cultura analógica y a los rebeldes que se opusieron a las normas sociales para conseguir escuchar la música que querían.
Te propongo empezar esta historia por el principio. ¿Podrías contarnos de dónde eres y cuál es tu vinculación con el mundo del arte?
Soy originario de Melbourne (Australia), una ciudad conocida por su asombroso diseño y el vino. A principios de la década de los 80 era un joven que producía música y hacía arte relacionado con la cultura del skate, pero en seguida me di cuenta de que me moriría de hambre si sólo me dedicaba a eso. Entonces sucedieron muchas cosas al mismo tiempo y fue una época maravillosa porque el mundo del skate experimentó un cambio radical. Pasó de estar influenciado por el surf a tener una identidad visual propia y una vertiente mucho más expresiva. Eso marcó un punto y aparte en mi vida. Fue una especie de revolución psicológica en todo lo que sucedía a mi alrededor y se materializó de una manera gráfica porque esa industria se atrevió a romper los moldes tradicionales. Surgió una nueva forma de arte e incluso la publicidad se elevó a otra categoría porque se hacían cosas distintas.
Entonces se vivió una revolución cultural que rápidamente fue absorbida por las grandes marcas. ¿Cómo viviste el auge de la música alternativa, del skate y del surf?
En el terreno musical sucedió lo mismo que en el mundo del skate y yo me sumé a esa ola. En aquellos días seguía produciendo y grabando canciones con un equipo analógico, pero también empecé a experimentar con la prehistórica tecnología digital. Por lo que se refiere a mi trabajo, acabé haciendo diseños para muchas marcas de skate y, en un giro caprichoso del destino, esta industria volvió a vincularse exitosamente con el mundo del surf. Estuve varios años dedicado en exclusiva a este sector y llegó un momento que sólo colaboraba con marcas internacionales. Era genial porque todo giraba en torno al arte y no había una mentalidad demasiado comercial. Cuando me di cuenta, llevaba dos décadas trabajando como diseñador gráfico y director de arte especializado en moda.
Supongo que llegó un momento que necesitabas un cambio de aires y te mudaste a la isla de Bali en busca de nuevas experiencias.
Terminé derrotado. De repente no me veía capaz de diseñar más camisetas y creía que iba a volverme loco. Fue genial mientras duró, pero sentía que ya no encajaba en esa industria. Entonces descubrí el pueblo de Canggu y la playa de Echo Beach en el sur de Bali. Cuando llegué no había nada, solamente un camino de cabras desde el pueblo de Seminyak hasta los rompientes de las olas. Era increíble. Hice dos viajes y, al final, acabé comprando una villa al lado de Echo Beach. Fue como un regreso a los inicios porque la inspiración volvió a surgir como si estuviera en 1988. Sin embargo, descubrí algo que me asustó mucho: no podía alejarme de la mentalidad del trabajo comercial. Estaba tan “contaminado” por las referencias artísticas y la moda, que necesité cinco años para librarme de todo eso. No podía crear nada que no tuviera esa influencia. La única opción era pintar cosas abstractas en lienzos porque no tenía ningún referente de ese estilo.
¿Fue entonces cuando recuperaste tu pasión por los vinilos y decidiste crear unas obras que reivindicaran las facetas menos conocidas de este formato analógico?
Visto en perspectiva, esto ha ido cocinándose durante mucho tiempo sin saberlo. Hay una constante que se ha repetido en mis trabajos y mis diseños para moda: la búsqueda de errores bonitos en todas las cosas que hago. Se trataba de encontrar hermosas imperfecciones y ponerlas en primer plano en los gráficos que realizaba o en las camisetas con fotografías estampadas. Entonces utilizaba cámaras Holga con problemas de luz que me permitían sobreexponer las imágenes, también trabajaba con la doble exposición e incluso forzaba la saturación de las fotografías hasta el punto que parecían un producto exploitation. Me di cuenta de que era una parte muy significativa de mi manera de entender el arte y eso también sucedía con los vinilos hechos con radiografías y los Dub Plates jamaicanos de antaño.
Para apreciar la magnitud de este proyecto, antes debemos entender las referencias que has manejado. ¿Cómo explicarías la magia de los discos hechos mediante radiografías en la URSS?
Estos discos no surgieron porque alguien dijera que eran bonitos, sino todo lo contrario. En la Unión Soviética de los años 50 y 60 no se comercializaba música divertida, solamente se escuchaban las marchas militares y la música tradicional del país. No permitían la improvisación del jazz y mucho menos la mierda del rock ‘n’ roll para que los ciudadanos no se desmadraran.
Entonces, cierta gente se planteó hacer copias clandestinas de discos de vinilo que llegaban del extranjero y necesitaban un soporte de plástico que fuera resistente y flexible. Así fue cómo recurrieron a radiografías de familiares, de amigos o incluso rescatadas de las papeleras de los hospitales, sin importarles las imágenes que tuvieran. Utilizaban un gramófono inverso para grabar la música en el nuevo soporte y circulaban sin que las autoridades se enteraran. En el mercado de contrabando se podían conseguir cigarrillos, drogas y vinilos hechos con radiografías. Todo ilegal, por supuesto.
Por otro lado encontramos los legendarios Dub Plates jamaicanos. ¿Qué historia se esconde detrás de estas grabaciones analógicas de carácter exclusivo y efímero?
Esto sucedió un poco después y sin tener ningún tipo de conexión con el tema soviético. Resulta que en los estudios de grabación de Jamaica había productores de música, sobre todo de reggae, que realizaban remezclas de canciones potenciando los bajos para que la gente bailara en los denominados Sound Systems callejeros. Las bandas estaban encantadas con esta visión musical y empezaron a grabar canciones de este tipo cambiando las letras para hacer referencia a un Sound System en concreto. Grababan una copia de prueba directamente en vinilo, con el logotipo del estudio. Era una práctica muy competitiva y, como tenían un sonido tan característico, los disc-jockeys acabaron quitando las etiquetas para que no se supiera dónde los habían grabado. Era algo muy exclusivo, como una edición limitada.
Este proyecto titulado For the Love of Vinyl. The Missing Records es tu personal homenaje artístico a una manera de escuchar y compartir la música que ya ha desaparecido.
Exactamente. Si miras los vinilos hechos con radiografías y los Dub Plates originales, puedes oler la inspiración y las vibraciones, tanto en la música como en su diseño gráfico. Eran el resultado de la colaboración de la gente en el primer caso y del trabajo del ingeniero, de la banda y del productor en el segundo caso. Todo eso se trasmite con su imagen y resulta excitante. Me gusta porque es algo neutral, no se inspiraron en nada y no hay otras referencias parecidas. Es un objeto bonito que no pretendía serlo. Mi reto era sacar a relucir estos conceptos tan misteriosos con mucho respeto. Para conseguirlo he recurrido a métodos artísticos muy variados que me han permitido replicar esa originalidad e inspiración. Simplemente porque lo adoro.
Por curiosidad, ¿podrías explicarnos qué proceso creativo has seguido para crear este universo de discos imaginarios que esconden canciones inexistentes?
Replicar los Dub Plates fue sencillo porque el diseño se basaba en el mensaje que querían transmitir y en elementos que les aportaban personalidad propia, muy parecidos a pegatinas. Pero en los vinilos hechos con radiografías había algo más profundo y me llevó cierto tiempo entender por qué eran tan bonitos. En este sentido, soy como un buscador de oro. Trato de hacer cosas que revelen la magia que hay detrás de los objetos. Es algo autocomplaciente y gratificante. Aunque también hay una parte de ficción porque me dejo llevar por una atmósfera inventada y sueño en lo que debía suceder en aquellas sesiones de grabación improvisadas. Muchas veces empiezo escribiendo o imaginando el contexto de las canciones. Incluso he llegado a escribir temas enteros. Es curioso porque en esta fase de mi carrera he compuesto discos que nunca grabaré. Recuerdo que pasé tres noches concentrado en estas ideas y no me di cuenta de la hora que era hasta que vi salir el sol. Fue como hacer terapia.
En cada una de las piezas has mezclado técnicas que abarcan desde la pintura hasta el diseño gráfico. ¿Trabajaste en base a bocetos o te lanzaste a crear sin ninguna idea previa?
Improviso mucho, aunque este freestyle puede que no sea tanto visual, sino de estado mental. Ten en cuenta que he pasado mucho tiempo creando y fabricando objetos con esa cualidad defectuosa que te comentaba, ya fueran imágenes con errores o fotografías con carretes caducados. Se trata de cuestionarse qué es bonito. Sin embargo, siempre intento aportar un contenido a las obras para que no sean completamente abstractas y así poder generar cierta discusión. Me encantan el eco analógico y el uso de elementos reales porque te permiten dotar de vida a las creaciones artísticas. La belleza de la imperfección es fantástica. La mayor parte del trabajo para crear estos vinilos tuvo lugar en una playa al este de Bali, con vistas al estrecho de Lombok, en una época en la que hubo grandes tormentas. Estar allí resultaba más interesante que trabajar en un cubículo en un estudio. Utilizo una tableta gráfica Wacom, escaneo mis ilustraciones en tinta y el Photoshop me permite ahorrar mucho dinero en pintura y en revelado de fotos.
Para terminar la entrevista, una pregunta de ciencia ficción: si tuvieras una máquina del tiempo ¿a qué época te gustaría viajar y a qué personaje histórico te gustaría conocer?
Es una pregunta muy compleja. Hubo una época que me inspiró muchísimo a finales de los años 80 y principios de los 90. Fue al mismo tiempo que Public Enemy lanzó el disco It Takes a Nation of Millions to Hold Us Back y el productor Terminator X empezó a usar samples de una manera asombrosa, creando capas y capas de sonido abstracto.
Esa mezcla tan promiscua nos hizo ver que podíamos hacer algo parecido en el apartado visual. Con un poco de suerte, todavía soy capaz de transmitir esa idea de crudeza y de realidad en mi trabajo. Una idea analógica y un poco estropeada. Publicado en Visual 199
Texto y fotografía del artista: David Moreu / Web del artista: http://jaysims.art