
A Marisa, en broma, algunos la hemos llamado la ministra. Porque lleva tiempo insistiendo en que este país funcionaría mejor con un Ministerio del Diseño, y por extensión, su comunidad valenciana con una Consellería de Disseny. Y aunque habrá quien piense que en el argumento puede haber algo de barrer para casa, a Marisa no le falta razón. El diseño resuelve problemas, pero sobre todo, los analiza. Y en el análisis es donde reside su eficacia. Esa metodología es poco frecuente en la cosa pública. En estos tiempos convulsos de la política se han tomado muchas decisiones erróneas. Pero por encima de eso están las causas. Y no son otras que los análisis equivocados de la realidad y los problemas. Sirve esto para el conflicto catalán, para la incapacidad de entenderse para gobernar y para el auge de la extrema derecha. Los tres tienen en común que no se ha sabido entender el problema. De los políticos se dice que son “estadistas” por su valía en el análisis. Y también, en el acierto de las soluciones. Pero lo importante es el análisis. Y eso es lo que ocupa a los diseñadores.
Otra mujer, siguen siendo excepción, que es galardonada. Esa es una gran noticia. Y ya no vale la excusa de que son pocas las mujeres diseñadoras. Eso podía decirse en los setenta, pero hoy ya no se corresponde con la realidad. Pero además este premio es el reconocimiento a toda una generación de diseñadores valencianos. Se reconoce el papel que jugó, a modo de germen, la Nave, aquel espacio de la calle San Vicente que compartían once diseñadores en los años ochenta. Pero no siempre se recuerda quiénes fueron aquellos pioneros. Además de Marisa y Sandra Figueroa, estaban Eduardo Albors, Paco Bascuñán, José Juan Belda, Carlos Bento, Lorenzo Company, Luis González, Luis Lavernia, Nacho Lavernia y Daniel Nebot. Forman parte de la primera hornada del diseño moderrno en Valencia, y sentaron las bases. Hoy el diseño valenciano es un referente, Valencia será en 2020 la próxima Capital Mundial del Diseño, pero sí los orígenes están en los diseñadores –y los clientes– de los ochenta.
La obscenidad de Terras Gauda
y su Francisco Mantecón.
Edición tras edición nos encontramos con el depropósito que supone el concurso de Terras Gaudas. Y no le echemos la culpa solo al convocante: desde hace años, muchos diseñadores de prestigio, algunos con el premio nacional en su haber y también presidentes de varias asociaciones de diseñadores, con su participación como jurados, han contribuido a blanquear el que posiblemente sea el más denigrante concurso para la profesión. También algunos medios especializados, dándole cobertura, contribuyen a que la pelota sea cada vez mayor. Otras veces ya hemos llamado la atención sobre esto. Así que nos referiremos a las novedades de este año.
La primera es que lo que era un concurso, sin moverse un ápice del sitio, hoy se autodenomina Bienal Internacional de Cartelismo. Sin despeinarse. Para quienes no conocen las tripas del asunto puede parecer una iniciativa de promoción del diseño, cuando se trata solo de un concurso para la promoción del convocante.
Este año se presentan 1.435 obras procedentes de 66 países. Hagamos unas cuentas rápidas y veremos cómo los diseñadores le estamos pagando la fiesta a Terras Gaudas. Las obras hay que presentarlas en un print de cartón pluma de 50×70. Digamos que cada autor se gasta 15€ en el print y otros 15, unos por otros –hay muchos participantes extranjeros–, en mandarlo. O lo que es lo mismo, los diseñadores nos gastamos 43.000 euros en esa “bienal”.
Hablan de una bienal de cartelismo, pero atendiendo a las bases, no son carteles, son anuncios: “El tema será libre y preferentemente reflejará aspectos corporativos de la entidad convocante, fundamentalmente los relativos a sus vinos blancos de la variedad Albariño, Terras Gauda y Abadía de San Campio. Se valorará positivamente la creatividad en este sentido y el encaje del anagrama societario”.
Es obsceno. Hay que poner pie en pared de una maldita vez. Publicado en visual 200