La publicación en España de su novela gráfica Pantera ha vuelto a poner de actualidad el talento de este ilustrador belga, que mezcla influencias de George Grosz, Matisse, David Hockney y Charles Burchfield para crear una obra muy personal y fuera de lo corriente.
¿Entrevistas con frecuencia a dibujantes de cómics?, contesta Brecht Evens a la pregunta de en qué momento decidió decantarse por la ilustración como profesión. Cuando se le responde afirmativamente, pide, curioso, más información. Ahí va: Algunos dibujantes se decantaron por el cómic después de haber tenido una formación académica en Bellas Artes; otros decidieron plasmar en viñetas lo que, por cuestiones presupuestarias, no podían hacer en cine; hay quien también lo hizo por mera diversión y, por supuesto, hay algunos que no recuerdan cuándo decidieron dedicarse profesionalmente a esta disciplina artística porque no han hecho otra cosa durante toda su vida.
Yo soy de esos. Siempre he dibujado cómics. Lo hago desde que tengo recuerdos, reconoce. Una vez le pregunté a mi madre qué quería ser cuando era pequeño. Me respondió que, a diferencia de otros niños, que desean ser ingenieros o arquitectos, yo siempre quise ser dibujante de cómic. A lo largo de mi vida me he encontrado un montón de gente que dice que vivir de esta profesión es difícil, pero en realidad no lo es más que ser astronauta, que es otra de las cosas que muchos niños dicen de pequeños.
Cuando llegó el momento de decidirse por una carrera universitaria, Brecht Evens no lo dudó: primero cursó Bellas Artes y posteriormente ilustración. Tanto en un caso como en otro, comprobó con decepción que esa pasión por los cómics no era del todo compartida por sus profesores.
Dibujaba muy influenciado por los autores que leía pero, cuando enseñaba mis trabajos, mis profesores los rechazaban. No porque no les gustasen los cómics, sino porque no les gustaban los míos, concretamente. Según ellos eran muy aburridos, así que tomé una determinación: en la escuela experimentaba en la línea que querían los profesores y fuera de la escuela, como algo clandestino, hacía los cómics que a mí me gustaban.
Su paso por la Escuela Massana puso fin a esa doble vida creativa. En Barcelona encontró más flexibilidad en lo que al cómic se refiere, lo que le permitió desarrollar su trabajo con más libertad y definir algunos de los elementos característicos de su obra.
En Barcelona era más habitual que la gente dibujase cómics, así que ya no les resultaba tan raro cosas como que no hiciera viñetas ni bocadillos. En esa época es cuando, por ejemplo, comencé a dibujar directamente, sin necesidad de bocetar primero a lápiz.
Brecht Evens no trabaja con tabletas gráficas y solo utiliza el ordenador para escanear las páginas, unos originales realizados completamente a mano partiendo de una idea inicial muy leve que está sujeta, en todo momento, a la improvisación y el azar.
Suelo hacerme un pequeño boceto a lápiz para encajar las figuras. Lo coloco al lado de la página que voy a dibujar. Luego, en un papel blanco comienzo a colocar las luces y voy trazando solo aquellas figuras que, posteriormente, van a quedar tapadas de un color más oscuro, aunque este método tampoco es siempre así porque, en muchas ocasiones, no sé realmente cuál va a ser el resultado final. Todo eso lo hago con acuarelas y gouache pero, si tengo que elegir, prefiero las acuarelas porque me permiten generar transparencias.
La transparencia es uno de los elementos característicos de la obra de Evens. En sus tebeos, las fachadas de los edificios o las paredes de las habitaciones suelen ser transparentes para que el lector tenga acceso a las diferentes acciones a un mismo tiempo. Una solución gráfica y narrativa que se ha convertido ya en parte del estilo del autor belga.
En mi opinión, las fachadas no son importantes, lo importante es lo que pasa dentro. Con las acuarelas puedo crear capas que a su vez crean diferentes escenarios que, al transparentarse, permiten mostrar las diferentes escenas. En lo que no estoy de acuerdo es en que eso forme parte de un estilo. Puede que en mis trabajos haya una estética reconocible, pero mi intención es justamente saltarme esa estética o estilo y no respetarlos, porque para mí, estilo es aquello que haces sin pensar, aquello que sale solo. En mi trabajo eso no sucede. Por mi forma de trabajar, hay un montón de decisiones que tengo que tomar en cada momento. En ocasiones incluso tengo que resolver fallos provocados porque trabajo con las pinturas, tanto las acuarelas como el gouache, demasiado juntas y no es raro que me confunda y utilice las dos de forma indistinta. En todo caso, el efecto que provoca esa corrección sucia, me gusta.
Un lugar equivocado, la primera novela gráfica de Brech Evens vio la luz en 2009, cuando el artista apenas había rebasado la veintena. Un trabajo maduro y sorprendente que llamó la atención, no solo de los aficionados al cómic, sino también de cabeceras editoriales y marcas comerciales como The New York Times, Apple, Louis Vuitton o Criterion, que comenzaron a encargarle trabajos.
A partir de la publicación de Un lugar equivocado comenzaron a llegarme los trabajos que verdaderamente me ayudan a pagar mis facturas. Ilustraciones, carteles, portadas… Afortunadamente son clientes que me dan mucha libertad. Tanta, que a veces tengo incluso la posibilidad de experimentar cosas nuevas en esos proyectos. En todo caso, aunque son trabajos en los que suelo estar más limitado creativamente, también tiene más sentido: cuanto más me pagan, más me pueden decir lo que tengo que hacer.
Esa libertad creativa de la que disfrutan muchos de los trabajos de Evens hace que estén más cercanos al mundo del arte que al del encargo comercial. Un hecho que explica por qué muchos de ellos acaban entrando en el circuito del coleccionismo de arte, a través de la Galería Mertel, que también tiene a la venta originales de ilustradores de la talla de Daniel Clowes, Charles Burns, Lorenzo Mattotti, Blutch, Richard McGuire o Simon Hanselmann.
Algunos originales, aquellos que tienen algún significado para mí, me los quedo, pero el resto los vendo a través de una galería porque, de esta forma, ellos se ocupan de tratar con los clientes. Si me encargase yo mismo, tendría que recibirlos en mi estudio, darles conversación, enseñarles la obra… En todo caso, no suelo hacer piezas específicas para vender en galería porque lo que realmente me gusta es dibujar para desarrollar una historia. Es cierto que es más complicado que dibujar algo independiente pero, por otra parte, obligarte a hacer ese esfuerzo da lugar a resultados muy interesantes.
Mientras esperan que alguna editorial se decida a publicar Les Rigoles, su último trabajo, los aficionados españoles al cómic pueden disfrutar de Pantera, una fábula tan hermosa como inquietante editada por Astiberri en la que Evens narra la extraña relación que mantienen una pantera y una niña, la cual se encuentra en una situación emocional vulnerable después del fallecimiento de su mascota y la separación de sus padres.
La historia de Pantera es muy simple: una criatura poderosa que aparentemente es capaz de hacer cualquier cosa y que a su vez está escondiendo algo, necesita desesperadamente captar la atención de esta niña, no sabemos por qué. Pantera es una especie de Hobbes de Calvin&Hobbes, pero todo le sale mal. También intenta imitar a algunas de las criaturas de Donde viven los monstruos de Maurice Sendak o a Fújur, el dragón volador de La historia interminable. Son esas criaturas que forman parte del mundo del niño pero que son invisibles para los adultos. Unos monstruos que dan miedo pero que, en cierta forma, también sirven de calmante porque viven en un mundo sobre el que el niño parece tener cierto control. En ese sentido, Pantera podría ser un intento de recuperar las historias de miedo o los cuentos de hadas clásicos, utilizando para ello el cómic, que es un medio que permite jugar con lo real, lo irreal, lo verdadero y lo falso.(Publicado en Visual 198)
Texto: Eduardo Bravo