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Jorge Santana. Aires de contracultura


Antes de que la globalización, el capitalismo y la tecnología alcanzaran un punto de no retorno, la juventud creía que la música y el arte podían cambiar el mundo. O, como mínimo, convertirlo en un lugar más justo para avanzar hacia el futuro. Eran los días del apogeo de la contracultura, cuando el pop art rompía las fronteras del arte en mayúsculas y el rock ‘n’ roll ponía en jaque a un país como los Estados Unidos gracias a tres días de barro, paz y amor libre.
En medio de aquel ambiente marcado por las protestas en contra de la Guerra de Vietnam y las manifestaciones
por los derechos civiles surgió un movimiento de rock latino en San Francisco que dio visibilidad a una comunidad hasta entonces silenciada en sus barrios. El guitarrista Jorge Santana fue una de las grandes estrellas de aquella escena musical al frente de la banda Malo, más tarde actuó con los legendarios Fania All-Stars y documentó
su meteórica carrera con cientos de dibujos en libretas. Ahora ha decidido abrir su archivo por primera vez
a una revista y contar la importancia que ha tenido la ilustración en cada momento de su vida. Una historia personal e intransferible con ecos de blues, de sueños generacionales y de influencias surrealistas.
Jorge Santana

A principios de la década de los 60 te trasladaste de México a San Francisco junto tu familia y viviste la explosión de la contracultura. ¿Te llamaba la atención el arte gráfico de aquella época?
¡Qué recuerdos los inicios! Los fabulosos años 60, la música, el humo, el amor libre y los Rolling Stones interpretando You Can’t Always Get What You Want y Sympathy For The Devil. Entonces yo era un chaval de 17 años que tocaba blues con mi guitarra y salía con mis mejores amigos, que vivían en una vieja casa victoriana en el barrio de Mission District de San Francisco. Las paredes y los techos del interior estaban decorados con imágenes de enredaderas, flores, ángeles, frutas y muchos otros elementos. Nos dedicábamos a escuchar música, pintar esas imágenes de las paredes con colores fluorescentes y encender una bombilla también fluorescente, pero de luz negra. El resultado era asombroso. Esa experiencia y la tradición de los pósteres de conciertos de la ciudad marcaron muy pronto mi interés por la música y el arte.
Entonces se vivió una situación muy curiosa porque los hippies de California empezaron a reivindicar a los viejos músicos de blues y de jazz del profundo sur de los Estados Unidos.
Se me ponen los pelos de punta porque esto que comentas es exactamente lo que sucedió. Los artistas jóvenes no sólo dieron una oportunidad a esos músicos veteranos para que tocaran con ellos frente a un público muy numeroso, sino que también hubo empresarios que los apoyaron. El más importante fue Bill Graham, que en los años 60 empezó a organizar conciertos de Santana, Miles Davis y Albert King en The Fillmore. Era algo completamente diferente. ¿Por qué lo hizo? Creo que él sabía que la música pura es aceptada por todo el mundo. Bill Graham fue uno de los mayores impulsores artísticos que conocí y abrió las puertas a muchos estilos de música distintos, tanto en California como en Nueva York. Lamentablemente falleció en 1991.
Has mencionado al bluesman Albert King, que grabó sus álbumes más famosos con la discográfica Stax Records. ¿Tuviste la oportunidad de verlo en directo?
Cuando yo tenía unos 16 años, mi hermano Carlos hacía tiempo que se había ido de casa y había montado la Santana Blues Band. Todos en la familia oíamos chismes de que tocaba aquí y allá. Él estaba concentrado en su guitarra, siempre buscando su futuro. Un sábado en 1968, mientras todavía vivía con mis padres, no hice caso a mi madre y salí a las 8 de la tarde porque había oído que el grupo de Carlos tocaba en la ciudad. Yo sólo sabía el nombre de la calle y me puse a caminar en lugar de tomar el autobús. Fue tan larga la caminata, que primero pasé por el Winterland y, al escuchar la música desde la calle, pensé: “Ya encontré el lugar donde está tocando Carlos”. Compré mi boleto, entré y resulta que era un concierto de Albert King con Paul Butterfield. Pero no me quedé a ver el show porque estaba buscando a mi hermano. Seguí caminando y finalmente encontré el lugar. Me detuve en frente y escuché a su banda por primera vez. No me dejaron entrar porque era muy joven y esa noche Carlos no supo que yo estaba afuera.
Por curiosidad, ¿fue entonces cuando descubriste la magia de la música y que ciertas canciones tenían el poder de cambiar la vida de la gente?
Fue la primera vez que escuché un sonido de guitarra que me llenó de satisfacción y de placer. Entonces pensé: “Esto es lo que quiero hacer con mi guitarra, buscar ese sonido”. Y todo provenía del sentimiento que Carlos ponía en su música porque era un sonido que nunca había escuchado. Eso fue lo que me animó a seguir tocando y a montar una banda llamada The Malibu’s. No creo que hubiera continuado por ese camino si no hubiera sido por aquella noche. Además, fue la única vez que vi a Albert King en directo, pero nunca lo conocí en persona. Era mi favorito dentro de la escena del blues.
Los inicios de tu carrera musical coincidieron con las protestas en contra de la Guerra de Vietnam y a favor del movimiento por los derechos civiles. ¿Te uniste a las manifestaciones pacíficas?
A principios de los años 70 firmamos un contrato con el productor David Rubinson. Entonces nos llevó al estudio y dejamos atrás el nombre de The Malibu’s para pasar a llamarnos Malo, coincidiendo con la grabación de nuestro primer disco para el sello Warner. Considero que nuestra banda formaba parte de la última ola musical de la contracultura porque ese productor también trabajó con The Pointer Sisters, The Chambers Brothers, Moby Grape e incluso Elvin Bishop. Todos estos artistas aparecieron más o menos al mismo tiempo. Después de que saliera nuestro álbum de debut, hicimos muchos eventos para César Chávez y Dolores Huerta, que estaban al frente de la Unión de Trabajadores Campesinos. Esa fue mi única participación directa en los movimientos sociales. En aquellos actos también invitaron varias veces a Santana, Chicano y Azteca, que era otro grupo de San Francisco.
Con el paso de los años, Malo se convirtió en un referente del rock latino y tú actuaste con los Fania All Stars en varios países. ¿En qué momento cogiste los lápices y empezaste a dibujar?
Empecé a hacer esbozos con bastante frecuencia a principios de la década de los 70, mientras estábamos de gira con Malo y viajábamos en avión por todo el país. Creo que todavía tengo guardadas esas libretas con dibujos en mi casa. Recuerdo una vez que estábamos en la cabina de control del Wally Heider Studio escuchando las pistas que habíamos grabado para el último álbum que editamos en 1974, titulado Ascensión. Entonces, el bajista de la banda estaba sentado frente a mí mientras yo estaba concentrado dibujando alguna cosa. Él me arrebató el lápiz sin pedirme permiso e hizo unas líneas verticales en la parte inferior de mi ilustración. Su voluntad era que parecieran brotes de hierba, pero yo interpreté que ponía la palabra “muerto”. De vez en cuando aún me encuentro con ese dibujo y me transporta a ese momento tan concreto en el estudio.
La mayor parte de tus ilustraciones son de finales de la década de los 70, cuando iniciaste tu carrera en solitario. ¿Qué te aportaba aquella vertiente artística tan alejada de la música?
Podríamos decir que no fue hasta finales de la década de los 70 que empecé a centrarme y a prestar más atención a mis dibujos. Necesité que pasara bastante tiempo para darme cuenta de la enorme satisfacción que me producía hacerlos. Pero también me he dado cuenta de que no me lo tomé suficientemente en serio porque no compré los materiales necesarios para terminar como es debido esas ilustraciones y preservarlas para la posteridad. En aquella época quería hacer muchas cosas… también me lancé a experimentar con otras vertientes creativas e incluso hice mis propias alfombras. Entonces compré diez marcos para mis dibujos y aún los tengo en casa a modo de decoración.
La afición por el dibujo ha estado muy presente en tu vida cotidiana, pero siempre supeditada a las obligaciones musicales y familiares. ¿Te arrepientes de no haberle dedicado más tiempo?
Ahora lo veo como una evolución porque no empecé a tomarme en serio el dibujo hasta la década de los 80, cuando dejé de salir de gira y me casé. Entonces pasaba mucho tiempo en casa criando a mis dos hijos y sentí que estaba preparado para retomar esa afición. Fue algo que surgió de manera natural. Al cabo de unos meses me di cuenta de que pasaba mucho tiempo dibujando mientras escuchaba en un reproductor de casete las canciones nuevas que estaba desarrollando. Fue en ese preciso momento que decidí archivar y proteger la colección de obras que había acumulado a lo largo de los años. Recuerdo que una vez mostré algunas piezas en una feria de arte. Mucha gente paraba a mirarlas, aunque sólo una persona decidió comprar varios originales. Me pagó 250 dólares. Nunca más volví a mostrar mi trabajo y aprendí una lección importante: no debía vender los originales porque son únicos.
Es evidente que has desarrollado un universo visual muy original gracias a la mezcla de figuras humanas y animales. ¿Cuáles son tus mayores influencias y los artistas que te inspiran?
A lo largo de los años he visto obras de Dalí, de Picasso y de otros artistas conocidos y desconocidos. Sin embargo, nunca he ido a clases de dibujo y me he tomado esta afición como un divertimento personal. Pero he logrado un estilo curioso, inusual y caprichoso. Por este motivo me resulta divertido ver cómo reacciona la gente al ver mis obras y conocer sus interpretaciones. Uno de los motivos por los que decidí seguir dibujando fue que encontré un bolígrafo mecánico de tinta negra que me proporcionaba un mejor trazo que los lápices o los bolígrafos normales. Puedes apreciar como en la mayoría de ilustraciones hay una única línea ininterrumpida que conseguí realizar gracias a la confianza en esta técnica, a la libertad creativa y a la capacidad de relajar la mano. Nunca tengo una imagen preconcebida en mi cabeza, tampoco hago bocetos previos, simplemente dejo que el trazo con el bolígrafo sea lo más libre posible.
Cuando nos conocimos me comentaste que tienes decenas de ilustraciones completamente inéditas. ¿Por qué nunca has querido comercializarlas o a utilizarlas como portadas de discos?
Mi colección de originales está formada por unas 150 ilustraciones terminadas, como las que acompañan a la entrevista. Estas obras nunca se habían publicado en ningún formato o medio de comunicación. Me encantaría ver una selección de mis dibujos impresos en distintos productos, mezclándolos con expresiones en inglés y español. En mi página web la gente puede comprar cuatro modelos de camiseta con algunas de mis creaciones. Una de mis favoritas aparece en una camiseta de color negro y le puse el título de Evolve. Se trata de un dibujo muy libre que muestra a una rana sentada en un taburete tocando la guitarra. Como casi todo lo que he hecho, es una obra completamente espontánea y sin premeditar.
Diversos músicos han recurrido al arte o la fotografía como extensión de su creatividad. ¿Has conocido a miembros de otras bandas de rock que compartieran tu misma pasión por el dibujo?
Tal como te he comentado, la mayoría de dibujos que hice durante los años 80 surgían mientras escuchaba grabaciones en casete de canciones que estaba componiendo y que quería terminar. Ahí está la conexión con la música. Luego he conocido a músicos aficionados a la fotografía y a la pintura, pero ninguno al dibujo. Por ejemplo, Ron Wood de los Rolling Stones, Grace Slick de Jefferson Airplane y un músico fabuloso de la bahía de San Francisco que se llama Pete Escovedo, que había tocado con Santana y Azteca. Aunque mi hermano Carlos sí que se atrevió a hacer varios dibujos cuando era joven. Como espectador, yo reacciono ante las obras experimentales, las que no tienen miedo a explorar otros caminos o las que son bellas. Últimamente he disfrutado mucho con varias ilustraciones que he visto en revistas de cultura urbana como Staf Magazine. Es genial expresarse con libertad y compartir eso con el resto del mundo.
Para terminar la entrevista, una pregunta de ciencia ficción: si tuvieras una máquina del tiempo ¿a qué época te gustaría viajar y a qué personaje histórico te gustaría conocer?
Mi viaje personal en el tiempo me llevaría a finales de la década de los 50, cuando era un chaval que vivía en Tijuana (México). A continuación pondría gasolina o recargaría las baterías de la máquina temporal para desplazarme a finales de la década de los 80, cuando mis hijos tenían 4 y 6 años respectivamente. Sin embargo, antes de lanzarme a esta aventura de ciencia ficción, me aseguraría de que puedo regresar a la mejor época de todas: el presente.(Publicado en Visual 198)
Texto: David Moreu
Web del artista: http://www.jorgesantana.com

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