Mucho ha llovido desde la primera vez que vi ilustraciones de Anna Higgie en 2011 cuando diseñó la cubierta del primer álbum de Kuedo, un músico inglés de synthwave que le confió también la del EP. Aquellos dos impactos fueron suficientes para que pudiera identificar su obra allí donde la viera, ya que tenía un estilo reconocible centrado en combinar un bello retrato cercano al cómic con elementos Op Art.
Aunque nació y realizó sus estudios de arte en Australia, se estableció en Bristol muy atenta a todo lo que se cocía en el ambiente cultural de Londres, en 2006 atravesó una época rupturista siguiendo la estela de la pintora londinense Bridget Riley, prototipo del arte óptico y del minimalista Sol LeWitt, que practicaba un estilo emparentado con Mondrian, ambos guiaron durante un par de años sus pinceles, sus rotuladores, sus lápices y sus bolígrafos, ya que la suya es una técnica mixta que ejecuta sobre papel muy texturado. Aunque se volcó de lleno en el desarrollo de un universo geométrico personal, fundiendo elementos que aprendió de ambos, no se sentía del todo realizada con la abstracción, afortunadamente ya que hubiera sido un despilfarro de talento siendo tan buena dibujante; así que también tomó influencia de Alex Katz, pionero del arte Pop, en cuanto al gusto por la figura y el retrato. Las experiencias que fue adquiriendo le enseñaron a dinamitar las fronteras entre los diferentes estilos y las distintas técnicas. En una ocasión el profesor universitario Hartmut Austen le solicitó permiso para utilizar dibujos suyos en un experimento académico del ámbito del diseño, ya que se proponía deconstruirlos con la técnica del collage, Anna accedió y al ver el resultado quedó fascinada de las nuevas perspectivas que se le abrirían en su forma de trabajar si incorporara ese tipo de recursos contando con las facilidades que le permitía el ordenador. Estas influencias son las que hicieron que sus primeras realizaciones tuvieran un aire retro que podía incluso llegar a tomar apariencia de cartelería psicodélica a poco que se lo propusiera, o retroceder aun más en busca de la estética modernista, como el cartel que dibujó para Vagabond Princess, el sugerente nombre artístico que utiliza la bailarina de bellydance Samantha Emanuel. En un principio se prodigó en trabajos publicitarios que realizaba para su círculo de amistades y en la autoedición de obra gráfica, colocando sus trabajos en varias revistas conocidas en su entorno con tan buen resultado que en aquel año de 2011, cuando llamó mi atención por la divulgación que obtuvieron sus dibujos entre los aficionados a la música, ya había conseguido figurar en el book recopilatorio Illustration Now de Taschen. Su capacidad de trabajo le permitió ir madurando su estilo rápidamente, hasta el punto que destacaba por la sensualidad del trazo que permitía suponer que procedía de una mano femenina aun cuando no la conocía ni sabía su nombre siquiera porque no suele firmar sus obras de forma ostensible; su firma es su laboriosidad, su elegancia y su clase, con las que ya ha conseguido que seamos muchos los que deseamos encontrarnos con sus realizaciones porque cada una de ellas es un disfrute visual. Lo podréis comprobar personalmente viendo este porfolio que incluye obras de varias épocas, especialmente las más recientes, que es donde sus dibujos se han convertido en un puro deleite.
Residir cerca de Londres no fue obstáculo para que siguiera viajando en busca de mejores oportunidades, no cabe duda que su movilidad por todo el mundo ha sido un factor esencial tanto en su forma de dibujar como en su éxito. A través de nuestra común amiga Leyla viajó a Barcelona con motivo de los diseños navideños que le hizo para anunciar ropa confeccionada en el espíritu Lab Couture. Dios los cría y ellos se juntan, había en común el deseo de exprimir lo retro para obtener un jugo de estética rabiosamente actual, la propuesta de Lab Couture BCN supone una alternativa al prêt à porter sin caer en los elevados precios de las marcas de alta costura, con la originalidad de vender sus modelos en lugares atípicos; en este caso bajo la marca Layelfish que montaba un mercadillo vintage en el Foxy Bar. Perfectamente pudimos haber coincidido entonces por una de aquellas casualidades de la vida ya que el Foxy es un bar del Raval que frecuentaba por su buena música y por este tipo de iniciativas; así se encarriló Anna Higgie por el sendero de la moda y puntualmente por la opción del mercadillo como salida para la venta de obra original aunque la ciudad condal, sumida en la crisis de aquellos años, ya comenzaba a dar síntomas de relajo en cuanto a vitalidad y no pudo darle el espaldarazo que necesitaba su carrera. Eso llegó al año siguiente en Los Ángeles. La galería Wonderland de West Hollywood se postulaba como el espacio ideal para que los artistas y creativos pudieran exhibir sus proyectos ante un público amplio y diverso contando con la difusión y el renombre necesarios para atraer compradores. De puertas afuera se mostraba como una tienda de productos de todo tipo, tanto boutique como librería, joyería bisutería, decoración del hogar, sala de exposiciones, etc. La sección orientada a la moda daba apoyo a artistas independientes que presentaban productos de confección artesanal para que pusieran a la venta sus realizaciones envueltas en un marchamo de calidad basada en que todos eran gente con talento y originalidad, selectos de entre los mejores del mundo.
En cuanto al arte, uno de los objetivos de la Wonderland Gallery era promocionar la carrera artística de mujeres emancipadas, independientes, dueñas de su propio mundo o como suele decirse, empoderadas, mediante una exposición colectiva con el lema I Want To Be First, que consistía en representar a las pioneras que hubieran abierto nuevos cauces en su especialidad, tanto figuras históricas de las artes y las ciencias como iconos culturales de la actualidad en cualquier categoría. Anna optó por hacer un retrato de Coco Chanel que fue la primera mujer en triunfar, no como modista sino como modisto. Aquí el léxico nos juega una mala pasada ya que no es inclusivo en absoluto porque una modista es la que cose mientras que un modisto es el que diseña la ropa, trabajo mucho más creativo. Coco redefinió la ropa de mujer incorporando a la estética de la alta costura femenina elementos que hasta entonces habían sido masculinos, utilizando traje chaqueta y eliminando los corsés, los escotes, los rellenos, los volantes, tendiendo a la sencillez como sinónimo de elegancia. Era la oportunidad que Anna necesitaba para demostrarle al mundo que su búsqueda había dado fruto, dibujó el retrato de Coco Chanel a lápiz, aplicó la tinta china con pluma y pincel dejando que pudieran verse los trazos de grafito donde no estaba entintado, luego lo escaneó y agregó colores en el ordenador, probando varias composiciones, cortando y pegando en Photoshop.
El efecto positivo de aquel trabajo fue que un retrato de Anna Higgie se convirtió en un objeto codiciado por otros diseñadores de ropa, lo que le proporcionó una serie de encargos como el que le hizo la Camera Nazionale della Moda Italiana, asociación que coordina y promueve el desarrollo de la moda italiana tanto en Italia como en el extranjero. Gracias a aquella iniciativa una amplia serie de dibujos suyos quedaron a la vista de todo el mundo en la página web Camera Moda, presentando retratos de la gente más significativa del mundo de la moda italiana, dibujados a mano utilizando lápices de color de buena calidad, con acabado en tinta y algunos toques de gouache, finalmente escanea el dibujo y lo modifica con el ordenador aplicando color digitalmente, resaltando contrastes hasta llegar a un resultado satisfactorio. Aquel encargo le abrió las puertas de par en par ya que realizó retratos de diseñadores como Angela Missoni (Missoni), Lavinia Biagiotti (hija de Laura Biagiotti), Renzo Rosso (fundador de Diesel), Alessandro Dell’Acqua (de Acqua de Rochas), los gemelos Dean and Dan Caten (Dsquared2) y Andrea Pompilio, entre otros. También de ejecutivos como Tomaso Trussardi, Stefano Beraldo, Beppe Angiolini que son los promotores de la capitalidad italiana de la moda; reputados minoristas como Andrea Panconesi de la prestigiosa boutique Luisa Via Roma, además de los críticos de moda Renata Molho, Fabiana Giacomotti, Angelo Flaccavento y Simone Marchetti, responsable de Vanity Fair. De pronto todos la conocían, adoraban sus dibujos y esa fue la rampa que la llevó al éxito. Por ese camino demostró su valía desarrollando un estilo propio para obtener encargos en el mundo editorial, como vemos en el retrato de David Sadaris, el cronista que analizó las consecuencias de la pandemia de la Covid-19 para la revista Vogue, con la que Anna trabaja asiduamente.
Una larga lista de revistas contienen ya sus dibujos, la hemos visto realizando luminosas portadas para ELLE, Vita Magazine, Finest Magazine y The Bristol Magazine. Además se sumó a la moda de los oráculos, editando uno a medias con Camilla Morton, la autora del divertido libro How to Walk in High Heels (Cómo funcionar sobre zapatos de tacón de aguja). Los oráculos son cajas de tarjetas, cada una de las cuales está dedicada a una celebridad cuya máxima sirve de inspiración para desenvolverse en la vida. Los hay en base a estrellas de todo tipo, el que ellas realizaron toma como referentes a los íconos del mundo de la moda. Y hablando de máximas motivadoras, la suya propia sería: “Persevera. Incluso si tienes que aceptar un trabajo de mierda para pagar las facturas, no dejes de dibujar. Sigue, insiste, si naciste para martillo del cielo caerán los clavos”.
Otra de las especialidades que ha cultivado es la realización de murales, tanto por encargo (cuando opta por un dibujo decorativo tipo Matisse), como en el más puro estilo del arte callejero, pintando graffitis de motu propio medio a escondidas. No deja de ser divertido imaginarla mirando a derecha e izquierda para asegurarse de que no viene nadie antes de proceder a hacer rápidas incursiones con el spray en las callejuelas solitarias de las ciudades por donde pasa. Y ya para acabar esta semblanza nos centraremos en su obra más reciente y personal, también íntimamente relacionada con su pasión por los viajes, que es el ingrediente que la transforma, reinventándose a sí misma cada vez que se establece en un nuevo lugar; ya sea el Chinatown de Nueva York o los exóticos confines de la India que la empujaron a dedicarse al paisaje, en planos generales a vista de pájaro acaso inspirados en la obra de Paul Noble o en retratos de diosas que la reafirman en su condición de mujer emancipada. Yo soy agnóstico, ignoro completamente todo lo relativo a la naturaleza divina; de lo que sí que estoy seguro es de que el hombre es un boceto preliminar que descartó antes de crear a la mujer, su obra maestra. (Publicado en Visual 205)
Texto: Tomás Sáinz Rofes